Valores, crisis y seguridad
ALFREDO YUNCOZA. Refuerce los valores positivos, fomente los conceptos de ética y moral, mantenga la comunicación, sea motivo de inspiración y orgullo, lidere con el ejemplo...
Una de las preocupaciones que más manifiestan los ciudadanos, está referida a los niveles de inseguridad ciudadana que se viven actualmente en Venezuela, y a la posibilidad cierta que la situación tienda a empeorar.
Los que no se conforman con una actitud pasiva se preguntan hasta dónde realmente su participación puede agregar valor y contribuir a generar cambios. La imagen preconcebida de que exclusivamente desde el Estado es posible influir, crea cierto escepticismo. Lo cierto es que en seguridad la suma de las pequeñas iniciativas alineadas es característica de los casos de éxito.
Aunque contar con cantidades de recursos suficientes y una buena administración de éstos son factores clave, en situaciones de crisis por lo general la abundancia no está presente. La sofisticación no necesariamente es indispensable, ya que existe el pensamiento acertado por demás, que cuando se “vuelve a lo básico” existe la oportunidad de identificar recursos que pueden ser aprovechados. Entre éstos, se encuentran los valores positivos, la moral, la ética, las buenas costumbres y los códigos de conducta.
Los ciudadanos tienen la apreciación generalizada en buena parte de América Latina, que existe una crisis de valores en las sociedades. La misma se manifiesta en cambios conductuales, seguimiento a modelos negativos, justificación de acciones delictivas y promoción de una nueva clase de héroes pertenecientes a diversas clases sociales.
Ahora bien, es en el núcleo familiar donde el niño como semilla de un futuro ciudadano de bien, recibe los primeros conceptos de lo que vienen a ser valores positivos socialmente aceptados. Si en esto estamos de acuerdo, por efecto de consecuencia, podríamos deducir que también la familia está en crisis.
Entre otras opiniones, existen dos que las considero especialmente nocivas cuando de valores se trata. En la primera, se quiere endosar a los centros de estudios la responsabilidad de dar a conocer los valores. Dichos entornos deben ser potenciadores, reforzadores y multiplicadores de buenos comportamientos, pero nunca van a sustituir la influencia familiar. Durante una buena parte de su vida, para los hijos los padres son los héroes a los que escuchan y a quienes quieren imitar. Por tanto, cuando se tiene conciencia de los efectos, el cuidado de lo que se dice debe ser coherente y cuidadosamente seleccionado. No sólo es aconsejable, es parte de la responsabilidad irrenunciable que debe asumirse en la figura de padres y madres.
El otro punto de vista nada enriquecedor es aquel donde el machismo se considera elemento indispensable en la familia, por lo que entre otras cosas, sólo hasta cierta edad se mantiene un parcial grado de atención hacia los hijos. Después, se produce un alejamiento y manifiesto desinterés en el rumbo que puedan tomar.
Una de las características comunes de los jóvenes que han incursionado en bandas delictivas, es el débil tejido familiar, la presencia de padres o padrastros negativos o delincuentes, una manifiesta carencia de cuidados y atención, así como de una urgente necesidad de sentido de pertenencia a un grupo donde la comunicación sea permanente y oportunidad de evidenciar el respeto en las opiniones diversas.
Si se quiere contribuir de manera efectiva con la seguridad ciudadana, refuerce los valores positivos, fomente los conceptos de ética y moral, mantenga la comunicación, sea motivo de inspiración y orgullo, lidere con el ejemplo y demuestre con los hechos a sus hijos y representados que cuentan con su apoyo y atención. En su grupo familiar y en el entorno inmediato progresivamente se harán evidentes los aportes de alguien que prefirió ser protagonista y no espectador.
ayuncoza@gmail.com
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