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Ficción y no-ficción

Cuando hablo de descansar de la ficción (lo hago también en sentido figurado): es apartarnos de todo aquello que nos haga deslindar de nuestra propia realidad, y vivir así otras que nos echen a volar lejos y huir del ahora

  • RICARDO GIL OTAIZA

12/01/2025 05:03 am

A veces la ficción cansa o se hace pesada, porque es estar dispuestos (y con la cabeza preparada) a sumergirnos en mundos imaginarios y, para hacerlo, debemos centrar toda nuestra atención en un sinnúmero de circunstancias o variables, tales como la historia (y su secuencia), los personajes y sus lógicas e ilógicas interacciones, los saltos en el tiempo y en el espacio, las digresiones propias del estilo del autor, los usuales vacíos o negros (o espacios que poco nos dicen y que muchas veces hacen cuesta arriba el poder llevarle al libro el necesario hilo argumental), la complejidad de lo narrado (que no, complicación, lo cual es distinto), y muchas otras cuestiones que van surgiendo una vez que nos echamos al mar proceloso de un determinado libro.
 
Por supuesto, todo ello deberá producir un goce o un placer estético en el lector, de lo contrario no leeríamos novelas y cuentos (aunque con este género la cuestión es más llevadera, y lo digo por su extensión, aunque haya piezas que se las traigan como algunos cuentos de Quiroga, de Poe y hasta del mismo Jorge Luis Borges). No obstante, adentrarse en ese mundo de ficción no es una decisión sencilla, porque exige mucho de nosotros y ese tiempo que podría llevarse la lectura de una novela de mediana extensión (digamos que 250 páginas) deberá ser recompensado con un texto que deje en nosotros disímiles sensaciones, así como placer, reflexiones filosóficas y espirituales, empatía, alegría y hasta el llanto: que tal vez surja de acuerdo con la sensibilidad del lector.

Insisto: todo esto que acabo de escribir es el deber ser, pero muchas veces el real ser es distinto: nos topamos con textos indigestos, obtusos, oscuros, crueles, sangrientos y muy grises, y dejan en nosotros un mal sabor que nos podría quedar por largo tiempo. A veces, y reitero lo dicho al comienzo del primer párrafo, nos sentimos cansados de leer ficción: es como si nuestra mente y espíritu no estuvieran dispuestos a transitar por caminos que podrían resultar, no inciertos, precisamente, porque toda lectura es un permanente descubrir, sino demasiado comprometidos para nuestro estado de ánimo; es como si deseáramos leer “algo” que nos entregue disfrute, que nos atrape, pero que no exija de nosotros mayor aquiescencia.

Cuando me siento cansado de la ficción, pues opto por la no-ficción, y muchos podrían decirme (con razón) que hay novelas que se venden como reales, pero ya lo he expresado acá hasta el cansancio: todo texto narrativo implica mero artilugio, lo que magistralmente Mario Vargas Llosa llamó como “la verdad de las mentiras”. Hoy están en boga las novelas autorreferenciales, que buscan llenar ese hiato del que les hablo, pero siempre estará presente el fantasma del invento y de la figura arquetípica recreada hasta la caricatura, y mis opciones cuando no me encuentro cómodo con los artificios propios de la creación literaria, son los ensayos, las biografías de relevantes personajes de la historia, los libros de entrevistas acerca de diversas temáticas, las memorias y los diarios de los que tanto disfruto, porque nos llevan por múltiples derroteros, que dejan en nosotros ansias de seguir indagando.

Una opción muy válida, de la que suelo echar mano cuando no deseo más creación literaria, es la filosofía, pero hay autores tan densos, que nos dejan en el puerto de salida y nos quedamos descolocados, con la vaga y pésima sensación de lo imposible. Sin embargo, adentrarnos cada día y con paciencia en dichos textos, va generando en nosotros nuevos surcos, que nos lanzan hacia mundos realmente extraordinarios. Leer tomando nota, es un truco que he hallado en mi propia búsqueda, y esa nota o reflexión acerca de lo leído, hace que bajemos ante nuestros ojos aquello que luce como una cima inalcanzable. Leer y al mismo tiempo estudiar, es un enorme ejercicio del intelecto, que nos abre insospechados horizontes y nos lleva de la mano a indagar en zonas que de entrada podríamos catalogar erróneamente como inextricables.

Pero, y debo ser honesto, ficción y no-ficción se mecen en un mismo universo de posibilidades estéticas. De pronto leemos no-ficción y nuestra mente comienza a articular historias y tramas que van más allá de lo posible, y cruzamos así la sutil barrera de lo fantástico. La literatura es un enorme abanico que toca sin pudor muchos géneros y, también (querámoslo o no), nuestras vidas. Cuando mentimos y sacamos del viejo baúl, accidentes, tropiezos, reuniones, olvidos, y otras truculencias, estamos haciendo literatura. Al revés: al leer ficción podemos entrar en densas reflexiones, porque “la parte” y “el todo” es en sí la existencia humana. Aquello que afecta a los personajes de los que nos prendamos cuando leemos novelas o cuentos, nos golpea muy profundo, de allí la conmoción interior que vivimos al leer un buen libro.

Cuando hablo de descansar de la ficción (lo hago también en sentido figurado): es apartarnos de todo aquello que nos haga deslindar de nuestra propia realidad, y vivir así otras que nos echen a volar lejos y huir del ahora. No obstante, transijo, descansar de la ficción es casi una ficción y una perogrullada, porque nuestro tiempo es una burda estratagema, que busca hacer de nosotros meros espectadores sin seso y sin criterio, perdidos en la nada, de allí la necesidad de que rompamos con esa burbuja y pongamos ya —hoy— los pies sobre la tierra.

La ficción es por definición abstracción: nos hunde en una nube, pero su magia consiste precisamente en que ella parte de la vida misma y nos permite dar el salto hacia nuestro mundo de relaciones, y ver en él todo aquello que se esconde tras la dureza del día a día (y que las páginas de las novelas y los cuentos nos recrean con pasmosa artimaña y afán). Empero, salir de los géneros ficcionales y asumir otros, podría ser un ejercicio libérrimo, que nos lleve a la conquista de nuevos espacios, que nos faciliten sopesar verdad y mentira en su prístina esencia.

rigilo99@gmail.com
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