La insustancialidad del ahora
El nuevo año se nos abre con un sinnúmero de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque disminuye los niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante nosotros como un renacer y un recomenzar de nuestras vidas
1. Veo estupefacto el empeño de hoy por aligerar el pensamiento, por deshacerse del fondo en aras de las formas, por bajar los discursos literarios al extremo de la tontería. Urge volver a los clásicos, densificar la mirada que escruta la realidad, ahondar en el sentido del ahora desde una complejidad que amalgame lo inasible con el sentir y el actuar. Lo insustancial ha tomado las riendas del presente, y nos hace perder la esencia que nos constituye, como si en nuestro interior buscásemos a toda costa in-vertebrar lo que debería estar articulado; desdibujar el peso de la abstracción y conducirnos tan solo por los senderos de lo fáctico. Perder nuestra noción de lo trascendente, para dar preeminencia a lo que nos traduce los sentidos, es extraviar en el camino todo aquello que debería estar en nuestras vidas y que nos haga más humanos.
2. Leo en Los hechos de Key Biscayne de Xita Rubert (Premio Herralde de Novela, 2024), lo siguiente: “No se accede a la verdad desde la verdad. Al oasis se llega, si se llega, porque uno ha descubierto el espejismo”. Considero que la verdad como “realidad” patente y observable es una mera ilusión: un espejismo que nos conduce por tortuosos senderos que muchas veces nos extravían. Lo que solemos denominar como “verdad”, es el camino que nos lleva a indagar aquí y allá, a sortear innumerables escollos, a volver casi siempre al punto de partida. La verdad objetiva es de un relativismo sorprendente, que cuando pretendemos alcanzar se escapa de nuestras manos y nos deja anclados en la frustración y la amargura. En todo caso, la verdad como noción filosófica (teológica y hasta metafísica) como fin, es un motor civilizatorio que nos ha empujado desde antiguo a la conquista de nuevos territorios, a intentar desvelar lo oculto, a pretender ver más allá de lo que nuestros sentidos dicen que es posible, de allí su inopinado mérito. Empero, la verdad por la verdad misma es un desatino por donde se le mire; es creer que podemos tener la certeza de la vida, cuando en inesperado giro huye de nosotros y nos deja perplejos y derrotados tirados sobre la lona.
2. Leo en Los hechos de Key Biscayne de Xita Rubert (Premio Herralde de Novela, 2024), lo siguiente: “No se accede a la verdad desde la verdad. Al oasis se llega, si se llega, porque uno ha descubierto el espejismo”. Considero que la verdad como “realidad” patente y observable es una mera ilusión: un espejismo que nos conduce por tortuosos senderos que muchas veces nos extravían. Lo que solemos denominar como “verdad”, es el camino que nos lleva a indagar aquí y allá, a sortear innumerables escollos, a volver casi siempre al punto de partida. La verdad objetiva es de un relativismo sorprendente, que cuando pretendemos alcanzar se escapa de nuestras manos y nos deja anclados en la frustración y la amargura. En todo caso, la verdad como noción filosófica (teológica y hasta metafísica) como fin, es un motor civilizatorio que nos ha empujado desde antiguo a la conquista de nuevos territorios, a intentar desvelar lo oculto, a pretender ver más allá de lo que nuestros sentidos dicen que es posible, de allí su inopinado mérito. Empero, la verdad por la verdad misma es un desatino por donde se le mire; es creer que podemos tener la certeza de la vida, cuando en inesperado giro huye de nosotros y nos deja perplejos y derrotados tirados sobre la lona.
3. Nos dijo Bertrand Russell: “Muchos escritores opinan que la historia es cíclica, que el presente estado del mundo, con sus pormenores más íntimos, tarde o temprano volverá…” No puedo dar por inmutable tal afirmación, sin embargo, no luce desatinada si observamos con atención las norias del devenir, el volver una y otra vez a los mismos yerros (guerras, odios tribales, conquistas, crímenes, dictaduras, y miles de terribilidades más), la eterna mezquindad del ser humano frente a sus congéneres, el repetir con inquina y estupidez las pifias del pasado, el no sacar en limpio las lecciones de la historia, el actuar sin conciencia de las consecuencias de nuestras acciones, el no avanzar hacia elevados derroteros existenciales a pesar del “desarrollo” alcanzado, el retroceso en muchos aspectos de la vida que dábamos como inalterables e inamovibles (la amistad, la solidaridad, la interacción con la naturaleza, el respeto humano), el tropezar siempre con la misma piedra (no existe la experiencia), el no mirar atrás en muchas de nuestras acciones y, sin embargo, calcar con isócrona exactitud las perversiones del pasado. ¿Cuestiones genéticas propias de la especie?
4. Las redes sociales son de los grandes portentos de nuestro tiempo histórico, sin embargo, traen consigo sutiles y profundas argucias: como creer que porque alguien me sigue es mi amigo (con todo el peso que el vocablo denota desde nuestra Lengua), exponer nuestra intimidad frente a desconocidos (lo que apareja la posibilidad cierta de engaño, estafa, mentira, burla, manipulación, chantaje, distorsión, y paro de contar), considerar que un simple “like” encierre la esencia de nuestro pensar y sentir (cuando muchas veces es solo un acto reflejo que oculta lo que en realidad es: una manera camuflada de mentir sin tantas explicaciones, así como de quedar bien con alguien que nos ha enviado un texto o una imagen, y que en el fondo no nos interesa). No nos caigamos a mentiras, nunca se había vulnerado tanto nuestra burbuja personal como desde la aparición de las redes sociales, que han acortado enormemente las distancias, transijo, pero que nos abren un enorme espectro de peligrosidad e intromisión. En lo personal sé, y eso nadie podrá quitármelo de la cabeza, que más del 90% de los “likes” que recibo con mis escritos en las redes, responden más a un mero acto de cortesía, que de sintonía intelectual o literaria. La cortesía se agradece, ¡qué le vamos a hacer...!
5. El nuevo año se nos abre con un sinnúmero de expectativas personales y sociales, y bien por ello, porque disminuye los niveles de cortisol de nuestra sangre, al presentarse ante nosotros como un renacer y un recomenzar de nuestras vidas y, sobre todo, por la esperanza. Sabemos por experiencia propia que muchas de las promesas que nos hacemos ante la cercanía de un nuevo año, jamás las cumplimos (a veces ni las recordamos el primer día), pero es muy grato tener un hálito, un rayo de luz en medio de la oscuridad de un tiempo convulso y complejo como el nuestro. La promesa hecha ante nosotros mismos y, ni se diga, ante los otros, podría ser un auténtico giro solo si ponemos por obra el necesario cambio que permitiría enderezar entuertos, rectificar errores, reconducir la cotidianidad y hacer de nosotros seres ganados al bien y a la paz.
6. Los invito a que juntos hagamos el mejor esfuerzo por deslastrarnos de las cargas que nos doblan la espalda, a recomponer los jirones de una existencia que muchas veces se convierte en un auténtico infierno, a echar a andar por la vida sin los atavismos que nos frenan y nos roban la esperanza. Es posible la redención personal, familiar y social, si nos ponemos en ello, si dejamos atrás tanta tontería y mediocridad, si recordamos que somos seres divinos con envoltura humana, y que estamos llamados a grandes desafíos.
rigilo99@gmail.com
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