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Periodismo y noticias falsas

RAFAEL DEL NARANCO. Hoy la información se ha convertido en un producto al mejor postor. Con frecuencia importan más las metas engañosas que la autenticidad de los hechos...

  • RAFAEL DEL NARANCO

08/09/2018 05:00 am

En “La hoguera de las vanidades” Tom Wolfe imprimió: “Con una mentira es posible que engañes a alguien; pero cualquier mentira te dice a ti mismo una gran verdad indiscutible: eres débil”. 

A lo largo de nuestra vida -si existiera la reencarnación solicitaríamos sumisos poder seguir escribiendo al regreso- no hemos realizado otra labor que no fuera la de reportero, y esa aventura comenzó siendo un muchacho hurgando párrafos sobre jockey sobre patines en un periódico de nombre “La Voz de Asturias”, mientras el jefe de la sección deportiva descifraba a modo de un pergamino antiguo, la media cuartilla entregada. 

Hacemos una salvedad y la explicamos: mi madre solía leer en los largos días recubiertos de un gris plomizo las cuatro hojas del diario provinciano, largas hileras que a los ojos de un niño eran manchones brunos. No levantaba un palmo cuando una noche le inquirí sobre aquel tizón sobre sus manos. La respuesta fue lacónica, cortante y aún así esperanzadora: “Lo sabrás cuando seas mayor”. 

Lo supimos con creces. El periodismo fue a partir de ese entonces una brasa recorriendo las cavidades de las venas hasta volverse arteria perenne. 

Y hasta aquí: no hablamos más de nuestra aventura personal, al ser el tema actual una de las problemáticas que más daño le está haciendo a la credibilidad de los medios de comunicación, actualmente yuxtapuestos sobre el enorme mundo de los Mass Media. 

Aún haciendo esfuerzos de vernos en estos albores del siglo XXI, nuestros anhelos y contradicciones están clavados en la pasada centuria. Crecimos en la generación del plomo, y la modernidad tecnológica arribada hacia el año 1998 con Google y asociación, abrió un autopista portentosa, aunque no obstante ahora, a dos décadas de aquel resurgir sorprendente, Internet y sus derivados, convertidos en un duopolio manipulador, nos ha traído de una manera huracanada el ventarrón denominado “Fake news” -noticias falsas-, de las que actualmente Venezuela las padece de modo horripilante. 

Los creados de acontecimientos embaucadores transgreden y son falseados en medio de dobleces, mientras lo pasmoso es que una información engañosa a través de la red de Facebook o Twitter, se acredita durante horas o días en una exactitud sin serlo. 

Las seudoverdades, cabalgando sobre rumores bribonamente entrelazados, arropan el periodismo de ahora mismo envuelto en una ruana hecha de retazos perspicazmente mal zurcidos. 

Valoremos en su propio engaño ese contexto convertido en desmadre, a sabiendas de que la amenaza del “Fake news” comienza a ser ya un desaliento debido a las fingidas referencias que tanto daño están haciendo al periodismo, y cuya ramificación es un tentáculo en la ardua política venezolana y dentro de algunos medios informativos del país. 

Esa infausta perversidad atestada de intereses insondables, nos hace afirmar que nos hallamos frente a un negocio de matiz criminal. 

Parece no servir en demasía el conocido enunciado que señala: “La verdad sigue siendo verdad aunque se mire al revés”, reflexión en los “Proverbios” de Antonio Machado. 

Recordamos preparando estos bosquejos algo sabido, de lo cual nos apropiamos a su razón y causa en los presentes momentos: el ser humano conoce ahora en apenas unos instantes, un día a más tardar, gracias a la televisión planetaria o los transportes supersónicos con ayuda de los satélites, lo que tardaba en conocer toda su vida hace mil años, cuando su radio de acción se limitaba a 25 kilómetros y a tratar con mil personas como mucho. Surge, pues, la necesidad de informar de una manera distinta de la tradicional. 

Ahí se acrecienta el busilis del problema. Al decir de Umberto Eco, “los medios son genealógicos y carecen de memoria, aunque ambas características deberían excluirse recíprocamente. Son genealógicos porque toda nueva invención produce imitaciones en cadena, produce una especie de lenguaje común. No tienen memoria porque una vez producida la cadena de imitaciones, nadie puede recordar quién la empezó, y se confunden fácilmente el fundador de la estirpe con el último de los nietos”. 

Una vez la sinrazón de las noticias engañosas se han puesto en camino, importa poco quién fue el primero de los medios venezolanos que apresuró a imitar al gañán con denuedo, ya que las palabras verdaderas, las buenas y decidoras palabras, suelen ser las primeras víctimas. 

La manoseada “aldea global” de Marshall McLuhan se halla inmersa en un proceso de cambio sin precedentes, y a todos -unos más que otros- nos tocará valorarlo en su justa medida al momento de enfrentar la autenticidad de las noticias que nos llegan. 

Hoy la información se ha convertido en un producto al mejor postor. Con frecuencia importan más las metas engañosas que la autenticidad de los hechos, a sabiendas que con ello prevalece la visión falsa sobre la responsabilidad.

 rnaranco@hotmail.com
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