Cavero Montori: del orto al ocaso
En los siete poemarios que se nos presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno, todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte
Disfruto enormemente la poética de la autora española María Pilar Cavero Montori (Huesca, 1941), y no es la primera vez que reseño su obra en esta columna. Es más, el 01 de agosto de este mismo año me referí a su Policromía (Sial / Fugger Poesía, 2014), y en el 2023 hice lo propio con su poemario Caricias y cantares (Sial / Fugger Poesía, 2023), que leí en formato digital y que este año pude tener y releer en papel. Pues, con todos estos antecedentes, disfruto ahora del tomo Apolo se desnuda Poesía reunida (1960 – 2024) (Sial / Fugger Poesía, 2024), que recibí hace pocos días y en el que me interné con apremio.
Pocos poetas pueden darse el lujo y la oportunidad de publicar su poesía reunida (suelen hacerlo usualmente los legatarios del autor), y mi querida amiga lo hace con un volumen magníficamente editado (de 965 páginas), que de entrada intimida por sus enormes proporciones, pero que, cuando comenzamos a leer fluye de tal forma, que pronto nos hallamos inmersos en su muy particular y portentoso universo lírico. Me gusta de Cavero su aguda sensibilidad, su verbo a flor de piel, su saber cincelar las emociones y las profundidades del Ser, en versos que leemos y releemos y, cada vez que volvemos a ellos, caemos en abismos de exquisita tesitura: en el mecerse de imágenes que se hacen prodigios ante nosotros, y nos acompañan largas temporadas.
Pocos poetas pueden darse el lujo y la oportunidad de publicar su poesía reunida (suelen hacerlo usualmente los legatarios del autor), y mi querida amiga lo hace con un volumen magníficamente editado (de 965 páginas), que de entrada intimida por sus enormes proporciones, pero que, cuando comenzamos a leer fluye de tal forma, que pronto nos hallamos inmersos en su muy particular y portentoso universo lírico. Me gusta de Cavero su aguda sensibilidad, su verbo a flor de piel, su saber cincelar las emociones y las profundidades del Ser, en versos que leemos y releemos y, cada vez que volvemos a ellos, caemos en abismos de exquisita tesitura: en el mecerse de imágenes que se hacen prodigios ante nosotros, y nos acompañan largas temporadas.
Es Cavero poeta de la vida en su más hondo significado humano y metafísico, nada escapa a su sutil mirada capaz de transformar sensaciones orgiásticas en palabras que llegan y tocan muy dentro: “El hombre se distrae con el sexo y se olvida de que existe el amor…”, nos dice por allá en Brisas y briznas (2012). Tener toda la poética de mi amiga es revelarse en su infinito existencial, sin que ello sea motivo de escándalo o de sonrojo, porque ella es vital y profunda, osada y al mismo tiempo comedida, en ella no hay tabú posible cuando el verso se desnuda en su más inquieta intimidad, y nos deja acezantes, meditabundos, lanzados sin piedad al foso de la palabra eternizada en espléndida obra. Leamos en sus Cantos de vida y muerte del ya citado poemario: “Vida, /que vibra, serpentea, /se desliza, danza, salta, /destella, fulgura, estalla. // Vida, /que mana, brota, fluye, /refluye, se expande /y se despeña. // Vida, /que es luz y aliento, /y otoño y primavera, /y cascada de trinos; /que es placer y dolor, /alegría y tristeza, /fuego y hielo a la vez. // Vida, /que es esencia de azahar, /néctar y aroma, /éter, incienso, almizcle, /sangre, linfa, sudor, /llanto, pasión, amor. // Vida / que hay que atrapar, / y beber, y sorber, /y chupar, y mascar, / y estrujar, y engullir.”
El tomo conjunta Brisas y briznas (2012), Pétalos de plata (2013), Policromía (2014), Se nos fue con sus rosas (2016), Miradas (2017), Caricias y cantares (2023) y Despertar compartido (Poemas inéditos). Tiene además un Estudio Introductorio del académico Francisco Gutiérrez Carbajo, así como los Prólogos y Preludios de cada poemario, que fueron publicados en sus ediciones originales. Podríamos pensar los lectores que Cavero es una poeta tardía, si nos atenemos a la fecha de publicación de cada uno de sus poemarios, pero en este volumen hay textos de 1960, contenidos en el Libro Primero. Brisas. Del orto al ocaso (1960 – 2012), del primer poemario. Es decir, hay un enorme salto entre sus poemas iniciales y el primer libro publicado. En otras palabras: Cavero Montori es una poeta de siempre, que comienza a publicar sus libros en “el ocaso”. Me imagino que muchos de aquellos primeros textos salieron en revistas y publicaciones periódicas, pero, no nos devanemos mucho el seso en estas elucubraciones, bástenos con la nota que, a modo de poema, la autora inserta al final de su poesía inédita, cito: “No están todos los poemas /que escribí, /ni quizás los mejores. //Muchos los llevó el tiempo, /el olvido, /la vida. // Otros murieron de tristeza, /o quedaron prendidos /de una tela de araña /en un viejo cajón.”
En los siete poemarios que se nos presentan ahora reunidos, está la poeta en su naturaleza: nada le es ajeno, todo en ella es motivo de versificación, de reflexión y arte. En cada poema hallamos perplejidad y asombro, trascendencia y encanto, de allí que nos toquen con sutileza y fuerza a la vez: nada escapa a su lupa escrutadora de todo aquello que nos constituye, y con cada verso hallamos razón y una hondura metafísica, que nos conmueven a cada instante hasta llevarnos a un inaudito estado de éxtasis y contemplación. El poder de su pluma es tal, que lo rutinario de la existencia en ella se transmuta y cambia de entidad, como si con cada vocablo dejara plantada la semilla de una visión beatífica y a la vez humana, que lacera los sentidos y las emociones.
En Apolo se desnuda, texto inserto en Despertar compartido y que da título al volumen, leemos: “Se despoja del paño /que le cubre. /Se quita su carcaj, /vacío de las flechas, /abandona a Pitón, /muerta a sus pies, /y abrazado a su lira /desciende de su pedestal. // Quiere acompasar /la música del agua, /que mana de las bocas/ de Circe y de Medusa, /y atemperar la crueldad /de estas deidades. // Admiro la desnudez, /que el sol envidia, /del dios de la juventud, /la belleza y las artes / y, atrevida, le pido /unas notas aladas /que armonicen mis versos /y los hagan volar.”
Y esas “notas aladas” que pide la poeta a los dioses crueles, que armonizan sus versos y los hacen volar, son en sí mismas portento y belleza, relámpago que retumba en la noche de los tiempos, luz que zigzaguea ante nuestros ojos perplejos de asombro y mudez; haz que bordea los sueños en medio de las sombras, placidez que se abre paso entre el desvarío de un mundo ajeno y ciego ante una obra que brilla con luz propia, que se muestra y se posiciona como verdad poética, como palabra eternizada, que mana como agua subterránea hasta llegar a nosotros convertida en placidez y en encanto; en agradecimiento y prodigio.
rigilo99@gmail.com
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