Gracias a la facultad del libre albedrío otorgada por Dios tenemos la libertad de hacer lo que nos plazca (por supuesto con limitaciones, en especial de tipo legal y moral). Sin embargo, esa libertad viene acompañada de muchas responsabilidades, las cuales en el mundo de hoy muchas veces no se asumen, y como todas las decisiones que tomamos amparados en ese libre albedrío siempre tendrán consecuencias, de allí vienen muchos de los problemas que tenemos.

Hoy es común vivir centrados en lo que ocurre en el momento, tanto que no somos capaces de ver el panorama completo. Pero si uno se detiene a pensarlo bien, enseguida podremos percatarnos de que esa libertad al final es algo muy pequeño a lo que valdría la pena renunciar a cambio de otros aspectos que son muchos más valiosos e importantes que dicha libertad. Ejemplo: el amor y el aprecio de nuestros seres queridos y personas cercanas, poder vivir en paz y armonía con nuestros semejantes, tener oportunidad de conocer de verdad al único Dios vivo.

A veces somos muy miopes para ver el panorama general; otras pasamos a través de una niebla, o hay obstáculos que bloquean nuestra vista; y otras veces el panorama general es muy grande para comprenderlo. Todo esto nos puede suceder de formas distintas a cada uno, y a veces nuestra miopía nos lleva a ser totalmente cortos de miras y/o de alcances. Debido a esto a veces preferimos conformarnos con satisfacer un deseo pero que, por no analizarlo con sumo cuidado, dicha satisfacción nos puede llevar a circunstancias totalmente indeseables. Un ejemplo típico de ello es cuando una situación explosiva, causada por distintos intereses y enfoques “miopes” de algunas personas, termina en un conflicto bélico, el peor escenario en que podemos hallarnos los seres humanos. Aunque una de las situaciones de las más lamentables que nos puede suceder es cuando elegimos dejarnos llevar por la miopía de otras personas, cuyas miopías desconocemos (si no conocemos las nuestras menos vamos a conocer las de otras personas), al igual que con intereses que también ignoramos. Y que todo eso nos lleve a situaciones aún más indeseables.

Finalmente, es posible pasar por la vida sin abordar nunca grandes preguntas como ¿Qué quiero de la vida? y ¿Qué tipo de persona quiero ser? Aunque es más probable que esa forma de encarar la vida termine en decepción y arrepentimiento que en un logro y una felicidad auténticos. Como bromeó una vez el conocido ex jugador y ex manager de beisbol Yogi Berra: “Si no sabes a dónde vas, lo más probable es que acabes en otro lugar”.

¿Qué haremos al respecto?

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