Espacio publicitario

Resiliencia: renacer y sanar juntos

El poder real de la resiliencia es el paso de la adaptación, como ajuste, como acoplamiento a la realidad, al despliegue de nuestros poderes creativos, de allí su importancia social, antropológica, tecnológica, económica y política

  • DANIEL ASUAJE

30/10/2024 05:02 am

El domingo pasado asistí a una conferencia sobre ciudadanía dictada por los brillantes sociólogos, y esposos, Nelson Freitez y Yonaide Sánchez. La perspectiva propuesta por ellos es por demás interesante, consiste en relacionar ciudadanía y resiliencia. La conferencia me impactó mucho cuando enlazaron “daño antropológico”, concepto debido, según nuestros conferencistas, a los jesuitas, con la resiliencia como medio para reparar este daño y hacernos mejores ciudadanos. A partir de esta perspectiva relacional, me parece pertinente realizar varias reflexiones que complementan los aportes de Freitez y Sánchez.

Partamos de una afirmación de F. Savater quien dice que la sociedad es el medio natural de la especie humana, por lo que podemos postular que todo lo que somos es consecuencia de esta condición. Si la vida que merece ser vivida es aquella que tiene propósito y sentido, aquella en la que nos hacemos y crecemos gracias a nuestro tejido social, lo que define y contextualiza nuestras posibilidades para desarrollar virtudes sociales como la solidaridad, el acompañamiento, el respeto y la tolerancia al prójimo, entre otras características de una vida enriquecedora y participativa, entonces podemos afirmar que estas características constituyen nuestro “capital humano”. En este sentido, no somos humanos (solo) por ser miembros de la especie homo sapiens, lo somos porque convertimos en acto nuestro potencial para vivir con felicidad. En consecuencia, el daño antropológico es todo aquello que disminuya, o anule, nuestro capital humano, personal o colectivo y la resiliencia es la capacidad de recuperar y elevar la calidad del capital antropológico. Esta contextualización permite apreciar la resiliencia no solo como un camino personal a la felicidad sino como un proceso social de reconstrucción del tejido social y capital humano que, siguiendo a Savater, resultan ser la misma cosa; y al daño antropológico como la degradación de ellos.

La restauración del daño antropológico comienza como un proceso individual y se convierte en una realidad social. Tenemos la capacidad de superar la adversidad y sus correlatos sicológicos: el estrés, la frustración, el miedo y la depresión. Nuestra plasticidad cerebral es la capacidad de responder adaptativamente a nuestro entorno. Esta plasticidad puede transformarse en una respuesta de evolución adaptativa al entorno como lo han hecho especies de camarones, esponjas y tiburones que han logrado vivir en ambientes oceánicos fuertemente contaminados por los desechos radiactivos que alguna vez se vertieron al mar en algunos lugares. De esto aprendemos que la resiliencia no es patrimonio exclusivo de los humanos. Pero la respuesta puede ser también inmediata, como cuando nos sobreponemos a la adversidad emocional o resolvemos creativamente un desafío.

Lo maravilloso del asunto es que esta capacidad deviene en plasticidad social pues cuando alguno de nosotros lo hace y vemos los resultados, nuestras células espejo nos permiten convertir esa vivencia en experiencia de aprendizaje y comenzamos a influirnos y a estimularnos de modo positivo unos a otros. Podemos llamar este encadenamiento “consanación”, pues no sanamos solos, como tampoco estamos solos cuando nos dañan o somos dañados antropológiamente. La sanación y la destrucción son procesos tan personalísimos como “socialísimos”. Más aún, la destrucción que opera el asesino no solo cancela una vida y reduce el capital humano del que formamos parte, también destruye la condición humana de quien lo hace. Muchos terminan teniendo solo de humanos la apariencia. Por eso podemos hablar de consanación y condestrucción , no nos ocurren solos, nos ocurren con los otros el crecimiento o la destrucción de nuestra condición y riqueza humanas. Son procesos sistémicos que no solo fortalecen nuestros propios circuitos neuronales relacionados con la resiliencia, sino que también nos permite y crecer a través de la experiencia de los otros.

La empatía social y el acompañamiento son tanto causa como efectos de la resiliencia. Podríamos caer en la tentación en ver en ella un poder milagroso que puede hacer más llevadera la tragedia. Podría resultarle de ese modo a quien tenga actitud conformista, pero en ese caso podría funcionar más como un mecanismo evasivo de la realidad. El poder real de la resiliencia es el paso de la adaptación, como ajuste, como acoplamiento a la realidad, al despliegue de nuestros poderes creativos, de allí su importancia social, antropológica, tecnológica, económica y política.

La resiliencia, más que una capacidad individual es un proceso colectivo que transforma nuestro tejido social. Nos reconstruye enriqueciendo nuestro capital antropológico, Al sanar personalmente creamos una sociedad más fuerte y unida. Es una poderosa fuerza de cambio, no importa quien empiece, lo que cuenta es que al hacerlo nos transforma a todos.

@AsuajeGuedez
asuajeguedezd@gmail.com


Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario