Música clásica
Es un estupendo método para educar. Una educación integral es el principal bien de un pueblo. La educación desde la niñez moldea y da un notable brillo a la personalidad
La música clásica proviene de una muy noble tradición con siglos de historia rindiéndole culto a la belleza. Toda música es melodiosa y agradable; pero la clásica es por mucho la más hermosa y tiene un gran e inigualable toque de distinción que adorna a sus cultores. Todo evento en el cual se oiga, adquiere de suyo bastante más clase, aunque para escucharla lo ideal es estar en silencio y concentración para disfrutarla a plenitud. En los conciertos es “pecado mortal” el hablar y hasta toser o estornudar. En aras de la educación, la música clásica es indefectible.
En Venezuela la “música culta” o música clásica ha tenido un éxito apoteósico al compás (término bastante relacionado con lo musical) del bien famoso Sistema Nacional de Orquestas, fundado en 1975 por el insigne maestro venezolano José Antonio Abreu Anselmi, paradigma de trabajo y de la virtud exaltada por Simón Bolívar con su verbo e inaudito ejemplo de grandeza: la constancia. Con cuatro décadas de muy exitoso trabajo cultural y nacionalista, el insigne maestro Abreu logró un gran éxito y un clamoroso reconocimiento nacional e internacional al Sistema, que representa un bien alto honor para sí propio, sus integrantes y desde luego para Venezuela. El maestro Abreu fue fundador del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Ha poco el Sistema participó en el X Foro de Culturas Unidas en Rusia, en la muy hermosa San Petersburgo, que recibió a los representantes de las principales instituciones culturales y musicales de varios países. Lorena Lugo, directora de Proyectos, y Ronnie Morales, director del Conservatorio de Música Simón Bolívar, representaron al Sistema en el evento. El Sistema iniciará una nueva temporada en la Sala Simón Bolívar, con obras de Fauré, Mendelssohn, Elgar, Dvořák y Beethoven, que serán interpretadas por la Orquesta Sinfónica Juan José Landaeta y la Orquesta de Cámara Simón Bolívar, bajo la dirección de los maestros Christian Vásquez y Jesús Uzcátegui, en los conciertos del 22 y 29 de septiembre e inspirados en el lema del maestro José Antonio Abreu: “Tocar, Cantar y Luchar”. Así mismo es muy distinguido el maestro venezolano Rodolfo Saglimbeni, exitoso y afamado director de orquesta, quien estudió música en Venezuela y en la Real Academia de Música de Londres con Colin Metters, John Carewe y George Hurst, obteniendo su Grado con Honores, el Diploma de Director de Orquesta y numerosos premios. También fue alumno del Maestro Franco Ferrara en la Academia Santa Cecilia de Roma en 1981.
Y también fue profesor de dirección orquestal el magnífico músico, compositor y director Gustavo Dudamel, cuyo rutilante triunfo nacional e internacional ha enorgullecido a su patria, Venezuela. El maestro Dudamel dirigió también a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, habiendo ganado cinco premios Grammy con sus álbumes musicales. Es el actual director de la Ópera de París. Se dice rápido…écadas de trayectoria, la obra de Abreu es el programa de responsabilidad social más importante de Venezuela y está inspirando a muchas naciones en todo el mundo. Por su invalorable aporte musical, y por haber colmado de esperanzas, de conciencia nacionalista y de herramientas para el trabajo a miles de niños y jóvenes venezolanos y latinoamericanos, este venezolano ejemplar ha recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, otorgados por numerosos gobiernos, países, fundaciones y organio gubernamentales.
Con casi cuatro décadas de trayectoria, la obra de Abreu es el programa de responsabilidad social más importante de Venezuela y está inspirando a muchas naciones en todo el mundo. Por su invalorable aporte musical, y por haber colmado de esperanzas, de conciencia nacionalista y de herramientas para el trabajo a miles de niños y jóvenes venezolanos y latinoamericanos, este venezolano ejemplar ha recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, otorgados por numerosos gobiernos, países, fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Desde otra vertiente, refiero que por muchos años la Radio Nacional de Venezuela, con bien importante trayectoria y significación, deleitaba a los caraqueños con una permanente y magnífica programación de música clásica; pero hace poco incurrió en un harto lamentable exabrupto porque abandonó esa ilustre tradición tan agradable cuan culturizante y educativa. Es muy de lamentar esa dejación tan incomprensible e inexplicable, puesto que en sana lógica no se podría suponer una intención de imponer crasamente la chabacanería sino un simple descuido, que fue lo que me inspiró a la redacción de este artículo. Ojalá la Radio Nacional de Venezuela, que, reitero, atesora una dilatada, hermosa y admirable historia, corrija tamaño error y reanude su ejemplar tradición de transmitir de manera ininterrumpida la música clásica. La Radio Nacional de Venezuela C.A. es la emisora oficial del Estado venezolano. Fue creada el 29 de julio de 1936 por decreto presidencial de Eleazar López Contreras y hubo su primera emisión. En 1945 fue adscrita, con notable acierto, a la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación.
Es necesario el refinar los gustos en todos los aspectos. La buena educación es indispensable para granjearse el respeto y aprecio de los demás en cualquier parte del mundo y, desde luego, en los ambientes más selectos y en relación con las personas de mayor importancia y representatividad. En definitiva, la fineza de gustos y aficiones hace a las gentes más agradables y prestantes.
Al hilo de tal argumentación se entiende perfectamente lo indefectible que resulta el impartir una buena educación, que principia por óptimos modelos de conducta que inspiren la afición a los mejores hábitos –como los del estudio, la lectura y los atinentes a la música selecta– porque, como es lógico, cultivan el espíritu y denotan una indudable superioridad que habrá de incidir del modo más favorable en todas las circunstancias personales. Es irrefragable que desde la niñez haya un supremo interés en labrar la personalidad de los niños y en dotarla de los mejores recursos al efecto, como sin duda es la música y muy en especial la música clásica.
La educación se asigna al Estado al través de un papel primordial en esa esencial materia. Se ha de trabajar por dotar al pueblo de un muy avanzado sistema de enseñanza y formación. La enseñanza –en todos los niveles y desde el tramo escolar al universitario– debe incluir en el inicial proyecto pedagógico de la escuela primaria, estímulo y luces como, por ejemplo y como ya mencioné con anterioridad, sobre el estudio y la lectura, ordenadores o computación, ajedrez y música clásica.
Tiene una dimensión simbólica la grandeza de la educación y no se puede divergir acerca de lo infaltable que resulta ella, que en su concepción integral exalta el valor de lo moral. Esto eleva a máximos su dimensión y conveniencia, por lo que es evidente influir en su difusión y recordar que para forjar una buena educación los paradigmas son estupendos: buena educación es dar ejemplos morales y mala educación es dar ejemplos inmorales.
En Venezuela la educación –influida en buena parte y orientación por la música clásica– está fortificada o con fundamento en una serie de mandatos legales, a saber: el Art. 79 de la Constitución manda: “Los jóvenes y las jóvenes tienen el derecho y el deber de ser sujetos activos del proceso de desarrollo. El Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, creará oportunidades para estimular su tránsito productivo hacia la vida adulta y, en particular, para la capacitación y el acceso al primer empleo, de conformidad con la ley”. Y el Art. 103 eiusdem dispone: “Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. La educación es obligatoria en todos sus niveles, desde el maternal hasta el nivel medio diversificado” (resaltado mío).
En idéntico sentido la Ley Orgánica de Educación, el Reglamento de la Ley Orgánica de Educación y la Ley Tutelar de Menores. El Artículo 1 de la Ley Orgánica de Educación preceptúa: “La presente Ley tiene por objeto desarrollar los principios y valores rectores, derechos, garantías y deberes en educación, que asume el Estado como función indeclinable y de máximo interés, de acuerdo con los principios constitucionales y orientada por valores éticos humanistas (sic) para la transformación social, así como las bases organizativas y de funcionamiento del Sistema Educativo de la República Bolivariana de Venezuela” (resaltado mío).
(Estampé un “sic” al transcrito Artículo 1 de la Ley Orgánica de Educación porque usó de modo erróneo la expresión “humanistas” porque “humanista” es el que lee mucho y el término se refiere en especial a persona instruida en letras humanas, es decir, a los letrados o “sabios, doctos o instruidos”. El término adecuado era el de “humanitarista” porque “humanitarismo” es “humanidad o sensibilidad, compasión de las desgracias ajenas o, al decir del ilustre letrado Ortega y Gasset “la capacidad de sentirse herido en la herida del prójimo”, que fue lo que quería decir y no dijo el legislador).
Toda la anterior reflexión y su verdad inconcusa pareciera a primera vista una perogrullada; pero no es así porque al respecto menudean los olvidos y en ocasiones esa aseveración en torno a la inmensa importancia de la educación es tan harto sabida e indisputable cuan preterida. Lo que sí es que no hay que atosigar a los niños y jóvenes con que oigan música clásica pues por lo común son insumisos y amigos de llevar la contraria, muy en especial a lo que les aconsejen sus padres o maestros y en directa proporción a la eventual insistencia machacona de éstos. (Y no únicamente ellos simpatizan con “llevar la contraria” sino muchos adultos sienten atracción por lo que les prohíben y por quienes lo prohíben, o hasta el taboo attraction de sentirse atraídos por la transgresión de normas sociales, morales y legales). Por eso –y en presencia de los niños y jóvenes– lo más recomendable es el hacer sonar la sublime música clásica y con deleitación escucharla en el hogar; y confiar en que funcionará ese óptimo modelo o ejemplo de alta sensibilidad y que “contagiará” tal gusto a los jóvenes: es paladino que niños y jóvenes son muy influidos por modelos de conducta, buenos o malos.
Juan Jacobo Rousseau, amante de la música clásica y de las damas, en su monumental e imperecedero “Emile, Ou de l`e Education”, preceptúa lo negativo de querer forzar los niños a esto y aquello: “Dejad, pues, al niño vivir en libertad. Y por de pronto, que disfrute, desde la primera infancia, de la libertad física; que vaya, venga, corra, salte, trepe, se expansione a su placer. Pero, exclamarán las madres alarmadas: ¿Pensáis en los accidentes a los que le expone su debilidad, si ignorancia, la vivacidad y la torpeza de sus movimientos? ¿No va a caer veinte veces, lastimarse, herirse, torcerse un pie, cortarse un dedo? ¡Magnífico! Me contrariaría mucho que Emilio no se hiriera nunca y que creciera sin conocer el dolor. Sufrir es lo primero que debe aprender y aquello que necesitará saber más (…) Y no temáis, sin embargo. Que yo sepa, jamás se ha sabido que un niño en libertad se haya muerto, estropeado o hecho un mal grave, a no ser que se le haya expuesto imprudentemente a caer de lugares elevados o se le haya dejado junto a la lumbre o bien con instrumentos peligrosos a su alcance. Fuera de estos casos –pero ¿acaso he dicho yo que el preceptor debe ser imprudente o negligente?– sólo le ocurrirán al niño ligeros accidentes en sus juegos. Y ¿qué importa esto ante la alegría que le proporciona la ausencia de toda presión? El bienestar de la libertad resarce de muchas heridas. Mi alumno sufrirá ligeras contusiones; en cambio, estará siempre alegre. Si los vuestros rara vez se hacen daño, estarán siempre disgustados; siempre encadenados, siempre tristes. Es necesario que el niño sea libre en todos sus actos. No le obliguéis a hacer aquello que no desea hacer; no le prohibáis aquello que le place. Ni órdenes ni prohibiciones. (…) Querer entender a un niño con los moldes de un adulto sería atentar contra el orden de la naturaleza. Educar a un niño sacrificando la felicidad presente no evitará sus sufrimientos en el futuro, por ende, es preciso dar a cada uno lo suyo (hombre-niño) y hacer por su felicidad todo lo que podamos. (…)” (resaltado mío).
Y en el libro La Doctrina Educativa de J.J. Rousseau, con la traducción y prólogo del profesor y combatiente de la Primera Guerra Mundial, Francisque Vial, se lee: “Conocidas son las experiencias de Rousseau como profesor de música (…) Rousseau se dedicó a aquel arte por el que sentía verdadera pasión (…) tuvo una vida rica de experiencias, que serán más tarde alumbradas en el espíritu de la educación. (…) ¡qué riqueza de observaciones relativas a la vida física y psíquica del niño y del adolescente (…) Los años dedicados a la enseñanza de la música ¿habrían sido suficientes para que Rousseau pudiera formular aquellas observaciones? (…) Rousseau ha querido a los niños, ha sentido por ellos la más tierna simpatía. Recordad aquella admirable página del Emilio en la que nos habla de ‘la delicia que se experimenta en la contemplación de la infancia’. Yo no creo –nos dice Rousseau– que nunca hayan disfrutado más que yo viendo a los niños divertirse y jugar juntos; y con frecuencia, en la calle y en los paseos, me detengo a contemplar sus travesuras y sus pequeños juegos con interés del que yo no veo participar a nadie. (…) Si yo he realizado algún progreso en el conocimiento del corazón humano, es el placer que experimentaba viendo y observando a los niños quienes me han valido este conocimiento. Este mismo placer, en mi juventud, ha interpuesto una especie de obstáculo a aquella observación, ya que jugaba tan a gusto y alegremente con los niños que no pensaba en estudiarlos. Pero, cuando al envejecer, he visto que mi rostro caduco les inquietaba, me he abstenido de importunarles. He preferido privarme de un placer que turbar su alegría y, contento, entonces, de satisfacerme contemplando sus juegos y sus pequeños manejos, he encontrado la recompensa de mi sacrificio en las luces que estas observaciones me han hecho sobre los primeros y verdaderos movimientos de los cuales todos nuestros sabios no comprenden nada’. Sería seguramente la cosa más increíble del mundo que Eloísa y el Emilio fuesen la obra de un hombre que no amase a los niños. Quién, al leer estas palabras no se sentirá verdaderamente conmovido? (…) el haber levantado a la educación de los niños ese monumento imperecedero que se llama el Emilio y en el que están genialmente vislumbrados los principios de una educación general y humana”.
Prosigue Rousseau en el Emilio: “Pero yo no he pretendido que mi alumno pueda disfrutar de una independencia absoluta. La independencia, es decir, la liberación total de toda presión exterior y natural, es una pura quimera. ¿Quién ha podido creerla jamás posible? Pero si la independencia absoluta es imposible, la libertad es realizable, y esto basta, pues ya he demostrado que, no encerrando ninguna moralidad, la dependencia de las cosas no perjudica en nada a la libertad. Emilio puede sentir sobre sí mismo todo el peso de la presión de las leyes naturales, sin perder nada del sentimiento de libertad. Y, lejos de dejarle ignorar su pequeñez y su miseria ante la fuerza y la inmensidad de la Naturaleza, quiero inclusive que tenga muy pronto la sensación de aquella pequeñez y miseria y haga la experiencia de las mismas. Si las palabras obedecer y mandar están proscritas de su diccionario, las de fuerza, necesidad, impotencia y presión social deben tener en el mismo un amplio lugar. En medio de las más vivas presiones físicas, su libertad permanecerá a salvo, ya que lo que pone en peligro la libertad es únicamente el capricho y la arbitrariedad de una intervención humana, es la independencia de los hombres. Evitad, pues, con cuidado, que Emilio sienta jamás el peso de vuestra voluntad; es preciso que vea la necesidad en las cosas, jamás en el capricho de los hombres, que el freno que le retenga sea la fuerza, no la autoridad. (…) Sin prohibirle obrar mal, basta con impedírselo. Es preciso, pues, que los castigos le parezcan, no el efecto de vuestro capricho, sino la consecuencia lógica y la reacción natural de sus actos. Nunca debe aplicarse a los niños el castigo como castigo, sino que debe llegar siempre a los mismos como una consecuencia de su mala acción. Así, no declaméis contra la mentira, no le castiguéis precisamente por haber mentido; pero haced que cuando mintieren, todos los malos efectos de la mentira, como el no ser creído aun cuando diga la verdad, el ser acusado de un mal que no ha hecho aunque lo niegue, recaigan sobre ellos mismos”.
La educación funciona sobre la base de buenos modelos de conducta. El muy notable y famoso psicólogo canadiense Albert Bandura, lamentablemente fallecido en 2021, creó e impuso la teoría del “Aprendizaje Social e Imitación” y enseñó que “La capacidad de imitación se observa como un mecanismo mediante el cual se puede efectuar el aprendizaje. (…) Los niños no aprenden sólo de recompensas y castigos directos, sino también a través de la observación. La capacidad de imitación se observa como un mecanismo mediante el cual se puede efectuar el aprendizaje. Resulta difícil imaginar un proceso de socialización sin la ayuda de modelos que ejemplifiquen los patrones culturales en su propia conducta. (…) los modelos son importante fuente de conducta social y no pueden continuar siendo ignorados como una influencia en el desarrollo de la personalidad”. (resaltados míos).
Hay un indiscutible derecho a la educación o a recibirla, y en Venezuela es de rango constitucional el derecho del pueblo a la educación de la sociedad y sobre todo de niños y jóvenes. La educación también se imparte con ejemplos de conducta. El derecho a la educación del pueblo, además, se empalma con el concepto de justicia social en el cual está enraizado.
Es oportuno el enhebrar a esta breve y elemental exposición, las estupendas enseñanzas de la doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid, Ana Asensio, quien además es psicóloga sanitaria y psicoterapeuta con más de veinticinco años de trayectoria y especialista en tratamiento de la ansiedad, el estrés y la depresión, así como profesora en la Universidad Alfonso X y adscrita a la Asociación Española de Neuropsiquiatría y coordinadora de la sección de Psicología Clínica, Salud y Psicoterapia del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, por todo lo cual ha sido Premio a la Excelencia Profesional por su labor investigadora:
“Siempre se ha dicho que la música eleva el alma y que la clásica “conecta con las emociones a un nivel mucho más profundo” y da “un bienestar emocional, mental, físico y espiritual”. Y ejemplariza con diez rubros: 1. La música influye en el estado de ánimo pues alegra y “provoca una serie de sensaciones que afectan a todo el cerebro ayudando así a reducir el dolor y la ansiedad”. 2. Complementa el tratamiento de enfermedades neurológicas. Diversos estudios realizados en pacientes con enfermedades mentales como el Parkinson, el Alzheimer y otras enfermedades que afectan a la mente humana, han concluido en lo positivo de la utilización de la música clásica como ayuda o complemento para los tratamientos. 3. Ayuda a combatir el insomnio. La Universidad de Toronto asegura que «los ritmos y patrones de este tipo de música crean un estado de ánimo meditativo y unas ondas cerebrales lentas». Todo esto favorece que se pueda conciliar el sueño más rápidamente. 4. Reduce el estrés y la ansiedad. El estrés se ha convertido en un elemento característico de las sociedades modernas, la mayoría de los trabajadores lo padecen y la música clásica puede ayudar a sobrellevarlo. La música clásica puede favorecer la relajación de los músculos y la reducción de la presión arterial, un estudio realizado por la Sociedad Americana de Hipertensión indicaba que con unos 30 minutos de música clásica al día se puede contribuir a la reducción de la presión arterial, algo fundamental para reducir el estrés. 5. Estimula la creatividad. Mejora la capacidad de memoria, de atención y de concentración de los niños, y estimula el área derecha del cerebro. 6. Mejora el cerebro social y empático. La música clásica estimula áreas cerebrales que comúnmente se ven estimuladas por el lenguaje. Se atribuye a la música el mismo efecto que se produce cuando escuchamos una voz de otra persona, un efecto de calidez asociado a nuestras raíces como seres sociales. 7. Favorece el aprendizaje. La música clásica es una gran herramienta y usarla como acompañamiento para tardes de estudio es una fórmula que ayuda a la concentración. 8. Ayuda a la integración. Las casos de personas con trastorno del espectro autista que expresan a través de la música lo que no pueden decir con palabras son una prueba de su carácter integrador y social. Y en el caso de la música clásica, además, favorece la disminución de las conductas de activación y ansiedad que manifiestan algunas personas con autismo. Sin duda, la música acaricia su alma. 9. Influye en la sensación de felicidad. La música clásica es un canalizador de buenas sensaciones, vibraciones y sentimientos: desde su concepción por parte del compositor nace con el propósito de elevar el espíritu y el alma por lo que está pensada, en general, para que seamos más felices. 10. Compases que son píldoras de salud. Existen numerosos estudios que muestran que la música clásica puede disminuir tanto la presión arterial como el ritmo cardíaco. Por ejemplo el que fue realizado en 2015 por el profesor Peter Sleight de la Universidad de Oxford, que descubrió que escuchar piezas más lentas de Verdi, la novena sinfonía de Beethoven , así como de Puccini , disminuye significativamente la presión arterial. En otro estudio, Hans-Joachim Trappe y Gabriele Voit demostraron que la música de Mozart y Strauss no solo redujo notablemente el ritmo cardíaco de los sujetos, sino también su presión arterial en casi cinco puntos sistólicos, lo que es mejor que algunos medicamentos. Una investigación de Itao, Komazawa y Kobayashi en 'Scientific Research Publishing' reveló que la música clásica mejoró la variabilidad del ritmo cardíaco, indicando una menor actividad del sistema nervioso autónomo, y, por lo tanto, menores niveles de estrés. También aumentó el flujo sanguíneo, así como la temperatura de la superficie corporal, que son signos de un estado de relajación.
Además, se ha demostrado una mejoría en el TDAH, particularmente cuando se escuchan piezas como la 'Música acuática' de Handel o los 'Conciertos de Brandenburgo' de Bach . La música clásica ayuda a poner el cerebro en 'modo alfa', mejorando así el enfoque. La concentración y la capacidad de aprendizaje . Incluso se ha demostrado que regula los genes responsables de la función cerebral, según una investigación de la Universidad de Helsinki. Asímismo, se ha demostrado la influencia positiva de la música clásica en el tratamiento de algunas enfermedades . Por ejemplo, según una investigación publicada en 'The Journal of Surgery Cardiothoraic', escuchar música clásica o escuchar ópera tras un trasplante de corazón puede significar la diferencia entre el éxito y el fracaso, ya que han encontrado que la música reduce la ansiedad, el dolor y las náuseas, incluso afirman que podría haber algún efecto sobre el sistema nervioso parasimpático (una parte del sistema nervioso cuya función es controlar cosas inconscientes de nuestro cuerpo, como la digestión). Un estudio en el 'International Journal of Critical Illness & Injury Science' descubrió que la música clásica ayuda en la recuperación de los pacientes en UCI (Unidades de Cuidado Intensivo) y mejora el estado y la sensación de dolor”.
La comuniis opinio de los entendidos atribuye a la música de Mozart –mencionado por la brillante psicóloga Asensio en la transcripción recién hecha– el transmitir serenidad y sosiego. En verdad, la composición musical mozartiana (podría afirmarse que Mozart es la música) fluye con muy hermosa e ininterrumpida suavidad, tersura e igualdad. Caso diferente el de Beethoven, para poner el ejemplo más luminoso, cuya maravillosa música a veces tenía “explosividad” por fuertes o rotundos cambios de ritmo y máxime en sus finales apoteósicos. Estos comentarios de un lego –pues no tengo autoridad en la materia– no pretenden establecer una comparación entre la suma grandeza de ambos autores ni elevar al primero de los nombrados por encima del segundo ni viceversa: sólo el pensar en que Beethoven tuvo tánto éxito ¡siendo sordo! fuerza a pensar en cuál habría sido (el éxito) de no serlo…
En suma: es una verdad apodíctica que la música clásica es muy importante en general y en particular a los fines educativos. Por consiguiente conviene que los padres o adultos la escuchen para que niños y jóvenes –y no tan jóvenes– se animen a imitar ese modelo de conducta: la educación, repito, opera mucho por la imitación de los mayores, sean padres, demás familiares, maestros, amigos o conocidos.
Alejandro Angulo Fontiveros
En Venezuela la “música culta” o música clásica ha tenido un éxito apoteósico al compás (término bastante relacionado con lo musical) del bien famoso Sistema Nacional de Orquestas, fundado en 1975 por el insigne maestro venezolano José Antonio Abreu Anselmi, paradigma de trabajo y de la virtud exaltada por Simón Bolívar con su verbo e inaudito ejemplo de grandeza: la constancia. Con cuatro décadas de muy exitoso trabajo cultural y nacionalista, el insigne maestro Abreu logró un gran éxito y un clamoroso reconocimiento nacional e internacional al Sistema, que representa un bien alto honor para sí propio, sus integrantes y desde luego para Venezuela. El maestro Abreu fue fundador del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
Ha poco el Sistema participó en el X Foro de Culturas Unidas en Rusia, en la muy hermosa San Petersburgo, que recibió a los representantes de las principales instituciones culturales y musicales de varios países. Lorena Lugo, directora de Proyectos, y Ronnie Morales, director del Conservatorio de Música Simón Bolívar, representaron al Sistema en el evento. El Sistema iniciará una nueva temporada en la Sala Simón Bolívar, con obras de Fauré, Mendelssohn, Elgar, Dvořák y Beethoven, que serán interpretadas por la Orquesta Sinfónica Juan José Landaeta y la Orquesta de Cámara Simón Bolívar, bajo la dirección de los maestros Christian Vásquez y Jesús Uzcátegui, en los conciertos del 22 y 29 de septiembre e inspirados en el lema del maestro José Antonio Abreu: “Tocar, Cantar y Luchar”. Así mismo es muy distinguido el maestro venezolano Rodolfo Saglimbeni, exitoso y afamado director de orquesta, quien estudió música en Venezuela y en la Real Academia de Música de Londres con Colin Metters, John Carewe y George Hurst, obteniendo su Grado con Honores, el Diploma de Director de Orquesta y numerosos premios. También fue alumno del Maestro Franco Ferrara en la Academia Santa Cecilia de Roma en 1981.
Y también fue profesor de dirección orquestal el magnífico músico, compositor y director Gustavo Dudamel, cuyo rutilante triunfo nacional e internacional ha enorgullecido a su patria, Venezuela. El maestro Dudamel dirigió también a la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, habiendo ganado cinco premios Grammy con sus álbumes musicales. Es el actual director de la Ópera de París. Se dice rápido…écadas de trayectoria, la obra de Abreu es el programa de responsabilidad social más importante de Venezuela y está inspirando a muchas naciones en todo el mundo. Por su invalorable aporte musical, y por haber colmado de esperanzas, de conciencia nacionalista y de herramientas para el trabajo a miles de niños y jóvenes venezolanos y latinoamericanos, este venezolano ejemplar ha recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, otorgados por numerosos gobiernos, países, fundaciones y organio gubernamentales.
Con casi cuatro décadas de trayectoria, la obra de Abreu es el programa de responsabilidad social más importante de Venezuela y está inspirando a muchas naciones en todo el mundo. Por su invalorable aporte musical, y por haber colmado de esperanzas, de conciencia nacionalista y de herramientas para el trabajo a miles de niños y jóvenes venezolanos y latinoamericanos, este venezolano ejemplar ha recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales, otorgados por numerosos gobiernos, países, fundaciones y organizaciones no gubernamentales.
Desde otra vertiente, refiero que por muchos años la Radio Nacional de Venezuela, con bien importante trayectoria y significación, deleitaba a los caraqueños con una permanente y magnífica programación de música clásica; pero hace poco incurrió en un harto lamentable exabrupto porque abandonó esa ilustre tradición tan agradable cuan culturizante y educativa. Es muy de lamentar esa dejación tan incomprensible e inexplicable, puesto que en sana lógica no se podría suponer una intención de imponer crasamente la chabacanería sino un simple descuido, que fue lo que me inspiró a la redacción de este artículo. Ojalá la Radio Nacional de Venezuela, que, reitero, atesora una dilatada, hermosa y admirable historia, corrija tamaño error y reanude su ejemplar tradición de transmitir de manera ininterrumpida la música clásica. La Radio Nacional de Venezuela C.A. es la emisora oficial del Estado venezolano. Fue creada el 29 de julio de 1936 por decreto presidencial de Eleazar López Contreras y hubo su primera emisión. En 1945 fue adscrita, con notable acierto, a la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación.
Es necesario el refinar los gustos en todos los aspectos. La buena educación es indispensable para granjearse el respeto y aprecio de los demás en cualquier parte del mundo y, desde luego, en los ambientes más selectos y en relación con las personas de mayor importancia y representatividad. En definitiva, la fineza de gustos y aficiones hace a las gentes más agradables y prestantes.
Al hilo de tal argumentación se entiende perfectamente lo indefectible que resulta el impartir una buena educación, que principia por óptimos modelos de conducta que inspiren la afición a los mejores hábitos –como los del estudio, la lectura y los atinentes a la música selecta– porque, como es lógico, cultivan el espíritu y denotan una indudable superioridad que habrá de incidir del modo más favorable en todas las circunstancias personales. Es irrefragable que desde la niñez haya un supremo interés en labrar la personalidad de los niños y en dotarla de los mejores recursos al efecto, como sin duda es la música y muy en especial la música clásica.
La educación se asigna al Estado al través de un papel primordial en esa esencial materia. Se ha de trabajar por dotar al pueblo de un muy avanzado sistema de enseñanza y formación. La enseñanza –en todos los niveles y desde el tramo escolar al universitario– debe incluir en el inicial proyecto pedagógico de la escuela primaria, estímulo y luces como, por ejemplo y como ya mencioné con anterioridad, sobre el estudio y la lectura, ordenadores o computación, ajedrez y música clásica.
Tiene una dimensión simbólica la grandeza de la educación y no se puede divergir acerca de lo infaltable que resulta ella, que en su concepción integral exalta el valor de lo moral. Esto eleva a máximos su dimensión y conveniencia, por lo que es evidente influir en su difusión y recordar que para forjar una buena educación los paradigmas son estupendos: buena educación es dar ejemplos morales y mala educación es dar ejemplos inmorales.
En Venezuela la educación –influida en buena parte y orientación por la música clásica– está fortificada o con fundamento en una serie de mandatos legales, a saber: el Art. 79 de la Constitución manda: “Los jóvenes y las jóvenes tienen el derecho y el deber de ser sujetos activos del proceso de desarrollo. El Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, creará oportunidades para estimular su tránsito productivo hacia la vida adulta y, en particular, para la capacitación y el acceso al primer empleo, de conformidad con la ley”. Y el Art. 103 eiusdem dispone: “Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones. La educación es obligatoria en todos sus niveles, desde el maternal hasta el nivel medio diversificado” (resaltado mío).
En idéntico sentido la Ley Orgánica de Educación, el Reglamento de la Ley Orgánica de Educación y la Ley Tutelar de Menores. El Artículo 1 de la Ley Orgánica de Educación preceptúa: “La presente Ley tiene por objeto desarrollar los principios y valores rectores, derechos, garantías y deberes en educación, que asume el Estado como función indeclinable y de máximo interés, de acuerdo con los principios constitucionales y orientada por valores éticos humanistas (sic) para la transformación social, así como las bases organizativas y de funcionamiento del Sistema Educativo de la República Bolivariana de Venezuela” (resaltado mío).
(Estampé un “sic” al transcrito Artículo 1 de la Ley Orgánica de Educación porque usó de modo erróneo la expresión “humanistas” porque “humanista” es el que lee mucho y el término se refiere en especial a persona instruida en letras humanas, es decir, a los letrados o “sabios, doctos o instruidos”. El término adecuado era el de “humanitarista” porque “humanitarismo” es “humanidad o sensibilidad, compasión de las desgracias ajenas o, al decir del ilustre letrado Ortega y Gasset “la capacidad de sentirse herido en la herida del prójimo”, que fue lo que quería decir y no dijo el legislador).
Toda la anterior reflexión y su verdad inconcusa pareciera a primera vista una perogrullada; pero no es así porque al respecto menudean los olvidos y en ocasiones esa aseveración en torno a la inmensa importancia de la educación es tan harto sabida e indisputable cuan preterida. Lo que sí es que no hay que atosigar a los niños y jóvenes con que oigan música clásica pues por lo común son insumisos y amigos de llevar la contraria, muy en especial a lo que les aconsejen sus padres o maestros y en directa proporción a la eventual insistencia machacona de éstos. (Y no únicamente ellos simpatizan con “llevar la contraria” sino muchos adultos sienten atracción por lo que les prohíben y por quienes lo prohíben, o hasta el taboo attraction de sentirse atraídos por la transgresión de normas sociales, morales y legales). Por eso –y en presencia de los niños y jóvenes– lo más recomendable es el hacer sonar la sublime música clásica y con deleitación escucharla en el hogar; y confiar en que funcionará ese óptimo modelo o ejemplo de alta sensibilidad y que “contagiará” tal gusto a los jóvenes: es paladino que niños y jóvenes son muy influidos por modelos de conducta, buenos o malos.
Juan Jacobo Rousseau, amante de la música clásica y de las damas, en su monumental e imperecedero “Emile, Ou de l`e Education”, preceptúa lo negativo de querer forzar los niños a esto y aquello: “Dejad, pues, al niño vivir en libertad. Y por de pronto, que disfrute, desde la primera infancia, de la libertad física; que vaya, venga, corra, salte, trepe, se expansione a su placer. Pero, exclamarán las madres alarmadas: ¿Pensáis en los accidentes a los que le expone su debilidad, si ignorancia, la vivacidad y la torpeza de sus movimientos? ¿No va a caer veinte veces, lastimarse, herirse, torcerse un pie, cortarse un dedo? ¡Magnífico! Me contrariaría mucho que Emilio no se hiriera nunca y que creciera sin conocer el dolor. Sufrir es lo primero que debe aprender y aquello que necesitará saber más (…) Y no temáis, sin embargo. Que yo sepa, jamás se ha sabido que un niño en libertad se haya muerto, estropeado o hecho un mal grave, a no ser que se le haya expuesto imprudentemente a caer de lugares elevados o se le haya dejado junto a la lumbre o bien con instrumentos peligrosos a su alcance. Fuera de estos casos –pero ¿acaso he dicho yo que el preceptor debe ser imprudente o negligente?– sólo le ocurrirán al niño ligeros accidentes en sus juegos. Y ¿qué importa esto ante la alegría que le proporciona la ausencia de toda presión? El bienestar de la libertad resarce de muchas heridas. Mi alumno sufrirá ligeras contusiones; en cambio, estará siempre alegre. Si los vuestros rara vez se hacen daño, estarán siempre disgustados; siempre encadenados, siempre tristes. Es necesario que el niño sea libre en todos sus actos. No le obliguéis a hacer aquello que no desea hacer; no le prohibáis aquello que le place. Ni órdenes ni prohibiciones. (…) Querer entender a un niño con los moldes de un adulto sería atentar contra el orden de la naturaleza. Educar a un niño sacrificando la felicidad presente no evitará sus sufrimientos en el futuro, por ende, es preciso dar a cada uno lo suyo (hombre-niño) y hacer por su felicidad todo lo que podamos. (…)” (resaltado mío).
Y en el libro La Doctrina Educativa de J.J. Rousseau, con la traducción y prólogo del profesor y combatiente de la Primera Guerra Mundial, Francisque Vial, se lee: “Conocidas son las experiencias de Rousseau como profesor de música (…) Rousseau se dedicó a aquel arte por el que sentía verdadera pasión (…) tuvo una vida rica de experiencias, que serán más tarde alumbradas en el espíritu de la educación. (…) ¡qué riqueza de observaciones relativas a la vida física y psíquica del niño y del adolescente (…) Los años dedicados a la enseñanza de la música ¿habrían sido suficientes para que Rousseau pudiera formular aquellas observaciones? (…) Rousseau ha querido a los niños, ha sentido por ellos la más tierna simpatía. Recordad aquella admirable página del Emilio en la que nos habla de ‘la delicia que se experimenta en la contemplación de la infancia’. Yo no creo –nos dice Rousseau– que nunca hayan disfrutado más que yo viendo a los niños divertirse y jugar juntos; y con frecuencia, en la calle y en los paseos, me detengo a contemplar sus travesuras y sus pequeños juegos con interés del que yo no veo participar a nadie. (…) Si yo he realizado algún progreso en el conocimiento del corazón humano, es el placer que experimentaba viendo y observando a los niños quienes me han valido este conocimiento. Este mismo placer, en mi juventud, ha interpuesto una especie de obstáculo a aquella observación, ya que jugaba tan a gusto y alegremente con los niños que no pensaba en estudiarlos. Pero, cuando al envejecer, he visto que mi rostro caduco les inquietaba, me he abstenido de importunarles. He preferido privarme de un placer que turbar su alegría y, contento, entonces, de satisfacerme contemplando sus juegos y sus pequeños manejos, he encontrado la recompensa de mi sacrificio en las luces que estas observaciones me han hecho sobre los primeros y verdaderos movimientos de los cuales todos nuestros sabios no comprenden nada’. Sería seguramente la cosa más increíble del mundo que Eloísa y el Emilio fuesen la obra de un hombre que no amase a los niños. Quién, al leer estas palabras no se sentirá verdaderamente conmovido? (…) el haber levantado a la educación de los niños ese monumento imperecedero que se llama el Emilio y en el que están genialmente vislumbrados los principios de una educación general y humana”.
Prosigue Rousseau en el Emilio: “Pero yo no he pretendido que mi alumno pueda disfrutar de una independencia absoluta. La independencia, es decir, la liberación total de toda presión exterior y natural, es una pura quimera. ¿Quién ha podido creerla jamás posible? Pero si la independencia absoluta es imposible, la libertad es realizable, y esto basta, pues ya he demostrado que, no encerrando ninguna moralidad, la dependencia de las cosas no perjudica en nada a la libertad. Emilio puede sentir sobre sí mismo todo el peso de la presión de las leyes naturales, sin perder nada del sentimiento de libertad. Y, lejos de dejarle ignorar su pequeñez y su miseria ante la fuerza y la inmensidad de la Naturaleza, quiero inclusive que tenga muy pronto la sensación de aquella pequeñez y miseria y haga la experiencia de las mismas. Si las palabras obedecer y mandar están proscritas de su diccionario, las de fuerza, necesidad, impotencia y presión social deben tener en el mismo un amplio lugar. En medio de las más vivas presiones físicas, su libertad permanecerá a salvo, ya que lo que pone en peligro la libertad es únicamente el capricho y la arbitrariedad de una intervención humana, es la independencia de los hombres. Evitad, pues, con cuidado, que Emilio sienta jamás el peso de vuestra voluntad; es preciso que vea la necesidad en las cosas, jamás en el capricho de los hombres, que el freno que le retenga sea la fuerza, no la autoridad. (…) Sin prohibirle obrar mal, basta con impedírselo. Es preciso, pues, que los castigos le parezcan, no el efecto de vuestro capricho, sino la consecuencia lógica y la reacción natural de sus actos. Nunca debe aplicarse a los niños el castigo como castigo, sino que debe llegar siempre a los mismos como una consecuencia de su mala acción. Así, no declaméis contra la mentira, no le castiguéis precisamente por haber mentido; pero haced que cuando mintieren, todos los malos efectos de la mentira, como el no ser creído aun cuando diga la verdad, el ser acusado de un mal que no ha hecho aunque lo niegue, recaigan sobre ellos mismos”.
La educación funciona sobre la base de buenos modelos de conducta. El muy notable y famoso psicólogo canadiense Albert Bandura, lamentablemente fallecido en 2021, creó e impuso la teoría del “Aprendizaje Social e Imitación” y enseñó que “La capacidad de imitación se observa como un mecanismo mediante el cual se puede efectuar el aprendizaje. (…) Los niños no aprenden sólo de recompensas y castigos directos, sino también a través de la observación. La capacidad de imitación se observa como un mecanismo mediante el cual se puede efectuar el aprendizaje. Resulta difícil imaginar un proceso de socialización sin la ayuda de modelos que ejemplifiquen los patrones culturales en su propia conducta. (…) los modelos son importante fuente de conducta social y no pueden continuar siendo ignorados como una influencia en el desarrollo de la personalidad”. (resaltados míos).
Hay un indiscutible derecho a la educación o a recibirla, y en Venezuela es de rango constitucional el derecho del pueblo a la educación de la sociedad y sobre todo de niños y jóvenes. La educación también se imparte con ejemplos de conducta. El derecho a la educación del pueblo, además, se empalma con el concepto de justicia social en el cual está enraizado.
Es oportuno el enhebrar a esta breve y elemental exposición, las estupendas enseñanzas de la doctora en Neurociencia por la Universidad Complutense de Madrid, Ana Asensio, quien además es psicóloga sanitaria y psicoterapeuta con más de veinticinco años de trayectoria y especialista en tratamiento de la ansiedad, el estrés y la depresión, así como profesora en la Universidad Alfonso X y adscrita a la Asociación Española de Neuropsiquiatría y coordinadora de la sección de Psicología Clínica, Salud y Psicoterapia del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, por todo lo cual ha sido Premio a la Excelencia Profesional por su labor investigadora:
“Siempre se ha dicho que la música eleva el alma y que la clásica “conecta con las emociones a un nivel mucho más profundo” y da “un bienestar emocional, mental, físico y espiritual”. Y ejemplariza con diez rubros: 1. La música influye en el estado de ánimo pues alegra y “provoca una serie de sensaciones que afectan a todo el cerebro ayudando así a reducir el dolor y la ansiedad”. 2. Complementa el tratamiento de enfermedades neurológicas. Diversos estudios realizados en pacientes con enfermedades mentales como el Parkinson, el Alzheimer y otras enfermedades que afectan a la mente humana, han concluido en lo positivo de la utilización de la música clásica como ayuda o complemento para los tratamientos. 3. Ayuda a combatir el insomnio. La Universidad de Toronto asegura que «los ritmos y patrones de este tipo de música crean un estado de ánimo meditativo y unas ondas cerebrales lentas». Todo esto favorece que se pueda conciliar el sueño más rápidamente. 4. Reduce el estrés y la ansiedad. El estrés se ha convertido en un elemento característico de las sociedades modernas, la mayoría de los trabajadores lo padecen y la música clásica puede ayudar a sobrellevarlo. La música clásica puede favorecer la relajación de los músculos y la reducción de la presión arterial, un estudio realizado por la Sociedad Americana de Hipertensión indicaba que con unos 30 minutos de música clásica al día se puede contribuir a la reducción de la presión arterial, algo fundamental para reducir el estrés. 5. Estimula la creatividad. Mejora la capacidad de memoria, de atención y de concentración de los niños, y estimula el área derecha del cerebro. 6. Mejora el cerebro social y empático. La música clásica estimula áreas cerebrales que comúnmente se ven estimuladas por el lenguaje. Se atribuye a la música el mismo efecto que se produce cuando escuchamos una voz de otra persona, un efecto de calidez asociado a nuestras raíces como seres sociales. 7. Favorece el aprendizaje. La música clásica es una gran herramienta y usarla como acompañamiento para tardes de estudio es una fórmula que ayuda a la concentración. 8. Ayuda a la integración. Las casos de personas con trastorno del espectro autista que expresan a través de la música lo que no pueden decir con palabras son una prueba de su carácter integrador y social. Y en el caso de la música clásica, además, favorece la disminución de las conductas de activación y ansiedad que manifiestan algunas personas con autismo. Sin duda, la música acaricia su alma. 9. Influye en la sensación de felicidad. La música clásica es un canalizador de buenas sensaciones, vibraciones y sentimientos: desde su concepción por parte del compositor nace con el propósito de elevar el espíritu y el alma por lo que está pensada, en general, para que seamos más felices. 10. Compases que son píldoras de salud. Existen numerosos estudios que muestran que la música clásica puede disminuir tanto la presión arterial como el ritmo cardíaco. Por ejemplo el que fue realizado en 2015 por el profesor Peter Sleight de la Universidad de Oxford, que descubrió que escuchar piezas más lentas de Verdi, la novena sinfonía de Beethoven , así como de Puccini , disminuye significativamente la presión arterial. En otro estudio, Hans-Joachim Trappe y Gabriele Voit demostraron que la música de Mozart y Strauss no solo redujo notablemente el ritmo cardíaco de los sujetos, sino también su presión arterial en casi cinco puntos sistólicos, lo que es mejor que algunos medicamentos. Una investigación de Itao, Komazawa y Kobayashi en 'Scientific Research Publishing' reveló que la música clásica mejoró la variabilidad del ritmo cardíaco, indicando una menor actividad del sistema nervioso autónomo, y, por lo tanto, menores niveles de estrés. También aumentó el flujo sanguíneo, así como la temperatura de la superficie corporal, que son signos de un estado de relajación.
Además, se ha demostrado una mejoría en el TDAH, particularmente cuando se escuchan piezas como la 'Música acuática' de Handel o los 'Conciertos de Brandenburgo' de Bach . La música clásica ayuda a poner el cerebro en 'modo alfa', mejorando así el enfoque. La concentración y la capacidad de aprendizaje . Incluso se ha demostrado que regula los genes responsables de la función cerebral, según una investigación de la Universidad de Helsinki. Asímismo, se ha demostrado la influencia positiva de la música clásica en el tratamiento de algunas enfermedades . Por ejemplo, según una investigación publicada en 'The Journal of Surgery Cardiothoraic', escuchar música clásica o escuchar ópera tras un trasplante de corazón puede significar la diferencia entre el éxito y el fracaso, ya que han encontrado que la música reduce la ansiedad, el dolor y las náuseas, incluso afirman que podría haber algún efecto sobre el sistema nervioso parasimpático (una parte del sistema nervioso cuya función es controlar cosas inconscientes de nuestro cuerpo, como la digestión). Un estudio en el 'International Journal of Critical Illness & Injury Science' descubrió que la música clásica ayuda en la recuperación de los pacientes en UCI (Unidades de Cuidado Intensivo) y mejora el estado y la sensación de dolor”.
La comuniis opinio de los entendidos atribuye a la música de Mozart –mencionado por la brillante psicóloga Asensio en la transcripción recién hecha– el transmitir serenidad y sosiego. En verdad, la composición musical mozartiana (podría afirmarse que Mozart es la música) fluye con muy hermosa e ininterrumpida suavidad, tersura e igualdad. Caso diferente el de Beethoven, para poner el ejemplo más luminoso, cuya maravillosa música a veces tenía “explosividad” por fuertes o rotundos cambios de ritmo y máxime en sus finales apoteósicos. Estos comentarios de un lego –pues no tengo autoridad en la materia– no pretenden establecer una comparación entre la suma grandeza de ambos autores ni elevar al primero de los nombrados por encima del segundo ni viceversa: sólo el pensar en que Beethoven tuvo tánto éxito ¡siendo sordo! fuerza a pensar en cuál habría sido (el éxito) de no serlo…
En suma: es una verdad apodíctica que la música clásica es muy importante en general y en particular a los fines educativos. Por consiguiente conviene que los padres o adultos la escuchen para que niños y jóvenes –y no tan jóvenes– se animen a imitar ese modelo de conducta: la educación, repito, opera mucho por la imitación de los mayores, sean padres, demás familiares, maestros, amigos o conocidos.
Alejandro Angulo Fontiveros
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