Luisa Cáceres, mujer de heroica templanza
Ni el suplicio en la cárcel, ni las penurias del exilio, menoscabaron la templanza de doña Luisa, fiel antes que nada a la Nación y, en consecuencia, a su marido, ofrendando una lección singular en nuestra historia...
Mujer extraordinaria, mujer heroica, que resistió el embate de la opresión que se ensañaba contra ella procurando su silencio y rendición. Mujer valiente, que supo defender a la Patria antes que a sí misma y a su propio esposo. Mujer indomable, que soportó la tortura como suelen intentar los verdugos para someter las ideas y los principios que ellos no respetan. Mujer consecuente, que en medio del exilio prolongado lejos de su tierra, no olvidó la añoranza de volver y no adjuró para hacerlo de la libertad de Venezuela.
Encontrábase doña Luisa Cáceres de Arismendi confinada en Cádiz en el año de 1817. Había soportado con estoicismo su injusta detención el 23-09-1815, siendo prisionera en distintos lugares: La Asunción (Castillo de Santa Rosa), Pampatar, Caracas, La Guaira, sufriendo así el forzado alejamiento del hogar, de su marido y su familia.
Encontrábase doña Luisa Cáceres de Arismendi confinada en Cádiz en el año de 1817. Había soportado con estoicismo su injusta detención el 23-09-1815, siendo prisionera en distintos lugares: La Asunción (Castillo de Santa Rosa), Pampatar, Caracas, La Guaira, sufriendo así el forzado alejamiento del hogar, de su marido y su familia.
Había nacido en Caracas un 25 de septiembre de 1799, y presenció en su juventud el comienzo de la gesta independentista que sería, en buena medida, tarea de su generación.
De aquella provincia suya salió formando parte de la: Emigración a Oriente, huyendo de la saña de Boves y otros bárbaros que suelen transformarse en el escarnio del honor y la virtud. En el camino hacia Barcelona y otros lares, fallecieron sus tías, escapando de la posibilidad de una muerte cruel para encontrar otra consecuencia de aquella gracias al horror que encarnaron los peores hombres, el fanatismo que en algunos ejercía su poder arbitrario y asolador.
La apresaron como forma de sometimiento y castigo a su marido, el general Juan Bautista Arismendi, defensor de Margarita, pero también lo fue de Barcelona y de Caracas, en todas aquellas acciones que cumplieron los generales orientales y centrales, hasta que comprendieron bajo la inspiración de Bolívar, la necesidad de la unidad y de una sola y organizada República.
Y mientras estos valientes hombres se afanaban en la lucha durante aquellos terribles años, ella se encontraba detenida injustamente siendo remitida finalmente a Cádiz, donde la justicia del Capitán General de Andalucía, opuesto a la arbitrariedad que suponía su arresto y exilio, protestó, y se le otorgó la condición de confinada mejorando de distintas maneras su indigna situación.
Desde allí, tal y como lo revelaron unos documentos aparecidos como consecuencia de la batalla de La Puerta en 1818, y que cayeron en las manos de los españoles victoriosos, apareció en ellos una carta del: “rebelde Arismendi” en la cual se evidenciaba que estaba recibiendo advertencias sobre los preparativos militares en Cádiz para el envío de soldados en contra de Venezuela, y así apuntalar las acciones de la Expedición de Reconquista que dirigía el general Pablo Morillo.
En el expediente que Morillo dirigió a las autoridades de la Península, señaló el hecho y ordenó investigar a la persona que desde Cádiz enviaba tales informes en contra de los intereses de Su Majestad.
Ella, doña Luisa, logró huir a Filadelfia y de allí regresar a Venezuela, luego de más de 4 años de obligada ausencia, y llegó a Margarita el 26 de julio de 1818.
Las acusaciones en su contra por parte de Morillo eran ciertas. Su esposo, Juan Bautista Arismendi, en carta a Bolívar el 24-12-1817, le refería que ella le había escrito desde España señalándole: “la venida de tres mil quinientos hombres”, en razón de lo cual adoptó: “todas las medidas de seguridad que han estado a mi alcance para la defensa de esta Isla y prepararme para recibir dichos enemigos”, quienes irían contra la irreductible Margarita que tuvo que afrontar, primera que ninguna, al ejército expedicionario de don Pablo Morillo.
Señalábale también el general oriental al Libertador que: “hasta el presente no ha sido auxiliada esta Isla con ningún elemento de guerra”, y le dio cuenta del destino de doscientos pesos que había recibido y lo hizo con absoluto pundonor ya que: “yo me hallo avergonzado porque no se crea en mí alguna mala versación en los intereses del Estado”, lo cual evidenciaba su carácter, su honradez, su auténtico sentido patriótico.
Ni el suplicio en la cárcel, ni las penurias del exilio, menoscabaron la templanza de doña Luisa, fiel antes que nada a la Nación y, en consecuencia, a su marido, ofrendando una lección singular en nuestra historia que la coloca a la cabeza de tantas y tantas mujeres admirables de su tiempo y el nuestro, que han sabido sostener a la República y darle hijos que la dignifican ajenos a cualquier deshonor y maldad.
225 años se cumplen de su nacimiento, y su firmeza sirve para recordarle a Venezuela la dignidad de sus mujeres, y cómo se defienden los derechos sagrados de un pueblo y de una Patria libre. Su evocación es también un homenaje a todas las mujeres que con valor y dignidad sostienen los ideales y derechos de la Patria de todos.
jfd599@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones