Espacio publicitario

Complejo de Eróstrato

Lograr que alguien lea tu libro depende del interés que su contenido genere; sin embargo, su persistencia en el tiempo es un documento que será encontrado por algún lector aficionado o simplemente un espíritu curioso

  • PEDRO ARCILA

24/08/2024 05:00 am

Se atribuye a José Martí, la Frase: “Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil; lo difícil es criar al hijo, regar el árbol y que alguien lea tu libro”. Sin embargo, los hijos tienen como virtud mantener la estirpe, sin menoscabo de conservación o no de valores tradiciones, convicciones y un perfil ancestral de buenas costumbres; resulta una falacia la afirmación de “las malas mañas se heredan”, dicha máxima requiere de la sustitución de la última palabra y en lugar de “heredan” utilizar “aprenden”.
 
Aunque es ampliamente estudiado el fenómeno de inclinaciones sociopáticas en hijos de sociópatas, la ciencia no ha podido concluir (a pesar de las múltiples especulaciones) en establecer una relación obligatoria, por tanto, se ha derivado en considerar que los aspectos fenomenológicos de una conducta disfuncional “podría entreverse en la predisposición”. En tal sentido, la justificación de lo incomprobable se “arrima” al depósito de “los alelos en estudio” que integran el rico e inconmensurable almacén del sistema HLA, al cual se asocian otras “herencias predispuestas” como la Diabetes Mellitus, la Hipertensión Arterial y el Alcoholismo, entre otras.

Las actitudes y acciones de los hijos, escapan al control genómico; no obstante, se supeditan al aprendizaje de patrones de comportamiento en el núcleo familiar, cuya estructura y consolidación sin crear una inmunidad absoluta, impone frenos en la conciencia ante las prédicas constantes que, desde la escuela, los medios de comunicación o las redes sociales bombardean a las nuevas generaciones de ciudadanos del planeta. Criar al hijo entonces, comporta un reto de gran aliento, teniendo como corolario el hecho de que sus acciones serán siempre independiente de la estirpe y las referencias ancestrales, que para bien o para mal, marcarán el nombre y el apellido de generaciones estandartes de una sociedad sana y en convivencia, dentro del marco del Derecho y las buenas costumbres.

Regar al árbol –al menos en sus etapas iniciales -, así como abonar el terreno donde ha de crecer, requiere de constancia y dedicación; devoción y compromiso indiscutible, sin tomar en cuenta que de seguro no comerás de sus frutos y quizás no te beneficiarías de su sombra, además probablemente será podado por algún funcionario ocasional sin el menor atisbo de conciencia ecológica.

Lograr que alguien lea tu libro depende del interés que su contenido genere; sin embargo, su persistencia en el tiempo es un documento que será encontrado por algún lector aficionado o simplemente un espíritu curioso, quien interpretará su estructura según el momento histórico en que se produzca ese hallazgo. En nuestra lejana adolescencia descubrimos una crónica olvidada en un remate de libros usados (comunes en la Venezuela de ayer) en un boulevard de los que circundan al Palacio Federal Legislativo venezolano. El libro titulado “No quiero que me olviden” escrito por Dominique Cacoub, cuyo contenido da a conocer el diario de una adolescente quien falleció de leucemia a los 17 años de edad. El universo del discurso contenido en el escrito podría tener valor para quienes incursionaríamos en el campo de la medicina, pero el sólo título despierta el interés de las almas sensibles dentro de una sociedad cada día con creciente actitud aislacionista, y con tendencia a la disgregación afectiva dentro del grupo familiar o social.

De la búsqueda en la historia que nadie lee, muchas veces compilada entre los “textos malditos”; discursos que el poder intenta borrar de la memoria, logrando el efecto contrario, y convertidos en leyendas de los “mal queridos”, refulgen en el tiempo cada cierta época cuando los acontecimientos que se desglosan en la modernidad objetiva, obliga a su recordatorio como emblema de seres infelices, miserables humanos a los cuales la psiquiatría moderna (y la chamanería antigua) debió prestar atención, como un acto de humanidad, pero que el momento y espacio histórico del suceso la respuesta fue la “adecuada” para los patrones de la vida en esa sociedad determinada.

En el año 356 a.C., en la ciudad de Éfeso, provincia de la actual Turquía, fue sentenciado y ejecutado un pastor (desconocido socialmente) llamado Eróstrato o Heróstrato; la causa fue un crimen de gran impacto para el mundo conocido de la época. Cuenta la leyenda según Plutarco que el día en que nació Alejandro de Macedonia, su padre el Rey Filipo hizo traer a palacio a todos los niños nacidos en la misma fecha, con la intención de que su hijo creciera en medio de un mini ejercito de pajes y servidores de su misma edad. Desde el principio se creyó que Alejandro estaba destinado a grandes hazañas por los sucesos de la fecha: –pues, ese mismo día –El General Parmenión (hombre de confianza del Rey) obtuvo una gran victoria en los campos de batalla, al tiempo que los caballos de Filipo -que competían en las carreras de carros en Olimpia -, ganaron todas las competencias. El hecho trágico que marcó la jornada fue un incendio que redujo a ceniza el templo de Artemis (o Artremisa) considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo.

Aunque algunos pobladores rumoraron que el incendio había sido iniciado por los mismos sacerdotes, y Aristóteles atribuyo el suceso a un rayo, puesto que el punto de ignición fue el techo de madera del edificio; la población y los mismos sacerdotes encontraron merodeando a Eróstrato, -quien era considerado con problemas mentales -, a quien acusaron de intrigante por no haber sido aceptado en cofradía sacerdotal; luego de grandes torturas, el hombre admitió la culpa (¿Fue obligado a auto inculparse?); y según sus verdugos habría confesado tener como causa de tal despropósito: “ser recordado por la eternidad”. En consecuencia, Eróstrato no solo fue condenado a muerte, además se promulgó la Ley Damnatio Memoriae, que prohibía que cualquiera mencionara su nombre oralmente o por escrito.

La ley resultó ineficaz, al punto que hoy día en psicología se habla de Complejo de Eróstrato para definir una personalidad de escasa autoestima, con deseo de fama, notoriedad y de alguna manera búsqueda de la inmortalidad, dispuestos a realizar cualquier cosa para alcanzar esta meta. Sin lugar a dudas, alguien leerá tu libro y cuando pase el tiempo, se descubrirán injusticias (o sospecha de ella); pero, el Derecho y la Psicología, podrán experimentar para construir sustentos históricos, o simplemente construir hipótesis que expliquen conductas de seres humanos que incendian edificios (simbólicos o literales), instituciones y hasta naciones (como Nerón); crean puntos de ignición que los sembrará en la historia, destruyendo templos de valor para las sociedades, y asumirán roles, papeles destacados en la ignominia para favorecer a otros, o beneficios personales circunstanciales esmirriados. Lo cierto es que por la razón que fuere entre el bien y el mal “solo muere quien es olvidado”

Pedroarcila13@gmail.com  
Siguenos en Telegram, Instagram, Facebook y Twitter para recibir en directo todas nuestras actualizaciones
-

Espacio publicitario

Espacio publicitario

Espacio publicitario

DESDE TWITTER

EDICIÓN DEL DÍA

Espacio publicitario

Espacio publicitario