El himno nacional más bello
Hay veneración por los himnos porque simbolizan la Historia de los pueblos y su lucha por la existencia y libertad. Evocar la gloriosa historia de Venezuela exige la exaltación de Simón Bolívar
Los himnos son canciones patrióticas. En toda canción son muy importantes la música y también la letra puesto que ha de ser apropiada y debe ser medida o escrita en verso y de modo cadencioso. Es evidente que por ser bien valiosos esos himnos nacionales, su música y máxime la letra deben ser aún más cuidadas y sometidas a una selección especial por su elevada importancia.
Pero muchísimo más importante es la historia nacional cantada en tales himnos. Historia que, por supuesto, ha de adecuarse a la verdad de los hechos allí explicitados o aludidos. Tal adecuación confiere notable hermosura ética a los himnos amoldados a esa realidad fáctica y, como es lógico, en la medida en que los sublimes hechos así consagrados en los himnos revistan mayor heroicidad, por las excelentes prendas tanto guerreras cuanto morales de sus próceres y sean más gloriosos.
Venezuela está muy justicieramente inciensada por una historia gloriosa en grado superlativo, gracias a la suma nobleza de nuestros antepasados por sus victorias y logros en la prolongada Guerra de Independencia. Los venezolanos de la época actual o moderna han sido y son de una generosidad inigualable que también ha ennoblecido en alto grado la historia de su patria: por ejemplo, de la mejor manera tratan a sus connacionales y también acogieron a innumerables italianos, españoles y portugueses, entre otros, cuando por oleadas vinieron agobiados a vivir, progresar y disfrutar en este suelo prodigioso. A estos inmigrantes siempre se les prodigó el mejor trato y apoyo solidario, sin discriminación ninguna, ofreciéndoles idénticas oportunidades que las de los venezolanos. Muy pocos ejemplos –si los hay– pueden darse de tánta bondad, nobleza y respaldo al prójimo en tales circunstancias…
Tal es Venezuela –el País de la Libertad– y tales son los venezolanos, a quienes en esta hora menguada de la Humanidad –que salvo muy pocas y honrosas excepciones guarda un reticente y ominoso silencio cómplice al respecto– se les priva de víveres y medicamentos con un bloqueo criminal, lo cual es una abominación que se prohíbe hasta en la guerra y con justicia era y es perseguida como crímenes de guerra.
El venezolano Simón Bolívar –símbolo supremo de la esplendorosa historia venezolana– es inigualable héroe porque con su ardentía guerrera en aras de la Libertad propulsó la independencia de su Patria y además la de Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá y Perú. En tan inaudita e incomparable gesta histórica de libertar no sólo a Venezuela sino a cinco naciones más, invadió éstas no para saquearlas sino para libertarlas, lo cual no tiene precedentes y es un caso único en los fastos universales. El ultra poderoso e integérrimo Libertador –título otorgado por la Municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813– coronó una muy noble y colosal epopeya en pro de los pueblos y fue insuperable en el plano moral porque nació inmensamente rico y murió inmensamente pobre…
El ilustre escritor Arturo Uslar Pietri, en un discurso que dio en Washington al inaugurarse una estatua de Simón Bolívar en la capital estadounidense, enseñó: “Bolívar forma parte inseparable de lo más alto y puro del patrimonio común de gloria del género humano. Fue un gran conductor de pueblos, un heroico capitán de la guerra, un creador de rumbos, un decidor y revelador de las hondas verdades yacentes bajo la fluida realidad histórica (…) Si ese mismo mundo hispanoamericano tuviera que escoger en su historia un solo personero para representarlo en toda su amplitud, en toda su complejidad, en toda su combativa variedad, no podría escoger, entre sus grandes hombres, a otro más calificado que Bolívar” (resaltados míos).
Otro gran intelectual, escritor e historiador, Rufino Blanco Fombona, quien fue postulado en 1928 por España al Premio Nobel de Literatura –pero como no quiso renunciar a su venezolanidad para nacionalizarse español, eso no cristalizó– por eminencias como Ramón del Valle-Inclán, Gregorio Marañón, Manuel Machado y Ramón Menéndez Pidal entre otros, manifestó en sus estudios históricos lo siguiente:
“A Bolívar no se le puede comparar con Washington porque Bolívar es un genio, mientras que Washington no fue sino un grande hombre; ni con Bonaparte, porque la obra bolivariana subsiste, mientras que la de Napoleón ha desaparecido; sobre que Napoleón fue un general de un gobierno con ejércitos, con dinero, con tradiciones, con gloria, mientras que Bolívar lo creó todo: pueblo, ejércitos, opinión, medios de subsistencia, y amor por la gloria. Ni con San Martín, el otro capitán de Suramérica, porque San Martín no fue sino un general, un gran general, mientras que Bolívar fue un Caudillo continental, un legislador, un tribuno, un escritor, un genio político. San Martín puede compararse más bien con Sucre y con Washington, a quienes iguala en desprendimiento patriótico. Con Bolívar no. Hay desemejanzas de temperamento: San Martín era severo, frío y Bolívar era arrebatado y elocuente; desemejanza de educación: San Martín se levantó en los cuarteles y Bolívar en los salones: desemejanza de tendencias políticas: San Martín, servidor del absolutismo de Carlos IV, era conservador y monarquista, Bolívar liberal y republicano; desemejanza de cultura: San Martín ignoraba hasta la ortografía, mientras que Bolívar era un pensador, un artista de la palabra escrita y de la palabra hablada.
Con Washington la diferencia es también grande. Washington nace pobre y muere rico. Bolívar nace rico y, en servicio de América, se arruina. Washington, en vida, no da libertad a ninguno de sus esclavos negros. Bolívar en una sola de sus haciendas patrimoniales, otorga la libertad a 1.000 negros que valen 300.000 dólares.
Ni Washington ni San Martín columbraban el futuro; Bolívar lo predecía, no por don profético sino por inducciones o intuiciones geniales. Nadie, ni Bonaparte, tuvo en el grado que él el don de seducir a los hombres aisladamente y, colectivamente, a las multitudes. Bonaparte carecía también del desprendimiento caballeresco del gran caballero español Simón Bolívar. Washington es el gran hombre mediocre. No le quita una hora de sueño lo que pasa más allá de sus patrias fronteras, predica a su país el aislamiento indiferente que él deseaba para sí mismo, satisfecho de haber realizado una empresa magnífica, y suspira por el sillón de su cuarto, por su biblia, su pipa y su mujer.
A Bolívar lo devoró la inquietud de la libertad y de la humanidad. Nada humano le fue indiferente. Aun las generaciones más remotas del porvenir americano le preocupaban. ‘Mis dolores existen en los días futuros’ escribió’. Soñó con llevar la independencia a Filipinas y la República a España. Otros hombres le fueron superiores por aspectos determinados: Napoleón en armas, Washington, Sucre y San Martín en voluntad para alejarse del Poder; pero en genio global, en superhombría no le cede a ninguno. Ninguno vio tan hondo en el porvenir como él; ninguno se sobrepuso a tantas deficiencias, como él; ninguno tuvo su inspiración ardiente en medio de las dificultades. ‘Usted es el hombre de la guerra –le dijo a Sucre–, yo soy el hombre de las dificultades’. Fue Colón, Pizarro e Isabel la Católica, todo en uno. Fue, todo en uno, Bonaparte y la Convención.
Tuvo defectos, como que era de carne y hueso. Goethe decía de Bolívar que para ser el hombre perfecto no le faltaban ni algunas flaquezas humanas. Puesto entre los varones de Plutarco, sería quizás el mayor de todos. Así lo reconocerá la posteridad cuando estudie mejor a Simón Bolívar”.
San Martín fue un prócer bien importante y admirable; pero nunca jamás se le puede comparar al heroico vencedor de Maipo con Bolívar, quien fue el auténtico titán y cual un semidiós mitológico de la independencia suramericana. San Martín no estuvo en verdaderas batallas –con excepción de la batalla de Maipo– sino en unas escaramuzas o refriegas breves y sin mayor entidad. En cambio el hegemón Bolívar comandó en persona muchísimas batallas de verdad o propiamente dichas. Al respecto, el cultísimo historiador Rufino Blanco Fombona enseñó:
“En Venezuela se combatió casi diariamente, se destruyeron la escuadra más grande que hasta entonces había atravesado el Atlántico, varias expediciones militares de España y libró el Libertador personalmente innúmeras batallas, por sus filas pasaron más de 1.000.000 de hombres y quedaron tendidas todas las expediciones de España” (Blanco Fombona) (resaltados míos). Debo agregar que la inmensa mayoría de batallas independentistas las hubo en Venezuela.
La monarquía es del todo antidemocrática por ser hereditaria y encima vitalicia. San Martín era monárquico –sin disimulo alguno– y Bolívar republicano. La muy destacada investigadora peruana O’Phelan Godoy afirmó que apenas el Libertador entró a Lima, puso de manifiesto, en forma categórica, su posición antimonárquica, marcando así distancia con el proyecto de San Martín, que era monárquico.
La abolición total de la esclavitud había sido la constante exigencia de Simón Bolívar ante los legisladores de Venezuela y de Colombia. Principió por libertar a los esclavos que heredó de su riquísima familia mantuana. En carta del 2 de junio de 1816, Bolívar decretó la libertad absoluta de todos los esclavos que se alistaron en las filas del Ejército Patriota para posteriormente luchar en las guerras de independencia contra el imperio español. Éste fue el primer intento de eliminar la esclavitud en Venezuela. Halló mucha resistencia de sus pares mantuanos. El 6 de junio de 1816 dictó la primera proclama de abolición de la esclavitud y escribe al General Arismendi: “Proclamé la libertad general de los esclavos”. Y un mes después, el 6 de julio de 1816, dictó la segunda proclama de abolición de la esclavitud:
Pero muchísimo más importante es la historia nacional cantada en tales himnos. Historia que, por supuesto, ha de adecuarse a la verdad de los hechos allí explicitados o aludidos. Tal adecuación confiere notable hermosura ética a los himnos amoldados a esa realidad fáctica y, como es lógico, en la medida en que los sublimes hechos así consagrados en los himnos revistan mayor heroicidad, por las excelentes prendas tanto guerreras cuanto morales de sus próceres y sean más gloriosos.
Venezuela está muy justicieramente inciensada por una historia gloriosa en grado superlativo, gracias a la suma nobleza de nuestros antepasados por sus victorias y logros en la prolongada Guerra de Independencia. Los venezolanos de la época actual o moderna han sido y son de una generosidad inigualable que también ha ennoblecido en alto grado la historia de su patria: por ejemplo, de la mejor manera tratan a sus connacionales y también acogieron a innumerables italianos, españoles y portugueses, entre otros, cuando por oleadas vinieron agobiados a vivir, progresar y disfrutar en este suelo prodigioso. A estos inmigrantes siempre se les prodigó el mejor trato y apoyo solidario, sin discriminación ninguna, ofreciéndoles idénticas oportunidades que las de los venezolanos. Muy pocos ejemplos –si los hay– pueden darse de tánta bondad, nobleza y respaldo al prójimo en tales circunstancias…
Tal es Venezuela –el País de la Libertad– y tales son los venezolanos, a quienes en esta hora menguada de la Humanidad –que salvo muy pocas y honrosas excepciones guarda un reticente y ominoso silencio cómplice al respecto– se les priva de víveres y medicamentos con un bloqueo criminal, lo cual es una abominación que se prohíbe hasta en la guerra y con justicia era y es perseguida como crímenes de guerra.
El venezolano Simón Bolívar –símbolo supremo de la esplendorosa historia venezolana– es inigualable héroe porque con su ardentía guerrera en aras de la Libertad propulsó la independencia de su Patria y además la de Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá y Perú. En tan inaudita e incomparable gesta histórica de libertar no sólo a Venezuela sino a cinco naciones más, invadió éstas no para saquearlas sino para libertarlas, lo cual no tiene precedentes y es un caso único en los fastos universales. El ultra poderoso e integérrimo Libertador –título otorgado por la Municipalidad de Caracas el 14 de octubre de 1813– coronó una muy noble y colosal epopeya en pro de los pueblos y fue insuperable en el plano moral porque nació inmensamente rico y murió inmensamente pobre…
El ilustre escritor Arturo Uslar Pietri, en un discurso que dio en Washington al inaugurarse una estatua de Simón Bolívar en la capital estadounidense, enseñó: “Bolívar forma parte inseparable de lo más alto y puro del patrimonio común de gloria del género humano. Fue un gran conductor de pueblos, un heroico capitán de la guerra, un creador de rumbos, un decidor y revelador de las hondas verdades yacentes bajo la fluida realidad histórica (…) Si ese mismo mundo hispanoamericano tuviera que escoger en su historia un solo personero para representarlo en toda su amplitud, en toda su complejidad, en toda su combativa variedad, no podría escoger, entre sus grandes hombres, a otro más calificado que Bolívar” (resaltados míos).
Otro gran intelectual, escritor e historiador, Rufino Blanco Fombona, quien fue postulado en 1928 por España al Premio Nobel de Literatura –pero como no quiso renunciar a su venezolanidad para nacionalizarse español, eso no cristalizó– por eminencias como Ramón del Valle-Inclán, Gregorio Marañón, Manuel Machado y Ramón Menéndez Pidal entre otros, manifestó en sus estudios históricos lo siguiente:
“A Bolívar no se le puede comparar con Washington porque Bolívar es un genio, mientras que Washington no fue sino un grande hombre; ni con Bonaparte, porque la obra bolivariana subsiste, mientras que la de Napoleón ha desaparecido; sobre que Napoleón fue un general de un gobierno con ejércitos, con dinero, con tradiciones, con gloria, mientras que Bolívar lo creó todo: pueblo, ejércitos, opinión, medios de subsistencia, y amor por la gloria. Ni con San Martín, el otro capitán de Suramérica, porque San Martín no fue sino un general, un gran general, mientras que Bolívar fue un Caudillo continental, un legislador, un tribuno, un escritor, un genio político. San Martín puede compararse más bien con Sucre y con Washington, a quienes iguala en desprendimiento patriótico. Con Bolívar no. Hay desemejanzas de temperamento: San Martín era severo, frío y Bolívar era arrebatado y elocuente; desemejanza de educación: San Martín se levantó en los cuarteles y Bolívar en los salones: desemejanza de tendencias políticas: San Martín, servidor del absolutismo de Carlos IV, era conservador y monarquista, Bolívar liberal y republicano; desemejanza de cultura: San Martín ignoraba hasta la ortografía, mientras que Bolívar era un pensador, un artista de la palabra escrita y de la palabra hablada.
Con Washington la diferencia es también grande. Washington nace pobre y muere rico. Bolívar nace rico y, en servicio de América, se arruina. Washington, en vida, no da libertad a ninguno de sus esclavos negros. Bolívar en una sola de sus haciendas patrimoniales, otorga la libertad a 1.000 negros que valen 300.000 dólares.
Ni Washington ni San Martín columbraban el futuro; Bolívar lo predecía, no por don profético sino por inducciones o intuiciones geniales. Nadie, ni Bonaparte, tuvo en el grado que él el don de seducir a los hombres aisladamente y, colectivamente, a las multitudes. Bonaparte carecía también del desprendimiento caballeresco del gran caballero español Simón Bolívar. Washington es el gran hombre mediocre. No le quita una hora de sueño lo que pasa más allá de sus patrias fronteras, predica a su país el aislamiento indiferente que él deseaba para sí mismo, satisfecho de haber realizado una empresa magnífica, y suspira por el sillón de su cuarto, por su biblia, su pipa y su mujer.
A Bolívar lo devoró la inquietud de la libertad y de la humanidad. Nada humano le fue indiferente. Aun las generaciones más remotas del porvenir americano le preocupaban. ‘Mis dolores existen en los días futuros’ escribió’. Soñó con llevar la independencia a Filipinas y la República a España. Otros hombres le fueron superiores por aspectos determinados: Napoleón en armas, Washington, Sucre y San Martín en voluntad para alejarse del Poder; pero en genio global, en superhombría no le cede a ninguno. Ninguno vio tan hondo en el porvenir como él; ninguno se sobrepuso a tantas deficiencias, como él; ninguno tuvo su inspiración ardiente en medio de las dificultades. ‘Usted es el hombre de la guerra –le dijo a Sucre–, yo soy el hombre de las dificultades’. Fue Colón, Pizarro e Isabel la Católica, todo en uno. Fue, todo en uno, Bonaparte y la Convención.
Tuvo defectos, como que era de carne y hueso. Goethe decía de Bolívar que para ser el hombre perfecto no le faltaban ni algunas flaquezas humanas. Puesto entre los varones de Plutarco, sería quizás el mayor de todos. Así lo reconocerá la posteridad cuando estudie mejor a Simón Bolívar”.
San Martín fue un prócer bien importante y admirable; pero nunca jamás se le puede comparar al heroico vencedor de Maipo con Bolívar, quien fue el auténtico titán y cual un semidiós mitológico de la independencia suramericana. San Martín no estuvo en verdaderas batallas –con excepción de la batalla de Maipo– sino en unas escaramuzas o refriegas breves y sin mayor entidad. En cambio el hegemón Bolívar comandó en persona muchísimas batallas de verdad o propiamente dichas. Al respecto, el cultísimo historiador Rufino Blanco Fombona enseñó:
“En Venezuela se combatió casi diariamente, se destruyeron la escuadra más grande que hasta entonces había atravesado el Atlántico, varias expediciones militares de España y libró el Libertador personalmente innúmeras batallas, por sus filas pasaron más de 1.000.000 de hombres y quedaron tendidas todas las expediciones de España” (Blanco Fombona) (resaltados míos). Debo agregar que la inmensa mayoría de batallas independentistas las hubo en Venezuela.
La monarquía es del todo antidemocrática por ser hereditaria y encima vitalicia. San Martín era monárquico –sin disimulo alguno– y Bolívar republicano. La muy destacada investigadora peruana O’Phelan Godoy afirmó que apenas el Libertador entró a Lima, puso de manifiesto, en forma categórica, su posición antimonárquica, marcando así distancia con el proyecto de San Martín, que era monárquico.
La abolición total de la esclavitud había sido la constante exigencia de Simón Bolívar ante los legisladores de Venezuela y de Colombia. Principió por libertar a los esclavos que heredó de su riquísima familia mantuana. En carta del 2 de junio de 1816, Bolívar decretó la libertad absoluta de todos los esclavos que se alistaron en las filas del Ejército Patriota para posteriormente luchar en las guerras de independencia contra el imperio español. Éste fue el primer intento de eliminar la esclavitud en Venezuela. Halló mucha resistencia de sus pares mantuanos. El 6 de junio de 1816 dictó la primera proclama de abolición de la esclavitud y escribe al General Arismendi: “Proclamé la libertad general de los esclavos”. Y un mes después, el 6 de julio de 1816, dictó la segunda proclama de abolición de la esclavitud:
"Esta porción desgraciada de nuestros hermanos que han gemido bajo las miserias de la esclavitud, ya es libre. La naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos: de aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos". Y en 1819 se dirigió así en su Mensaje al Congreso de Angostura: “Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis estatutos y decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida y la vida de la República”.
Miguel Acosta Saignes, en su obra ‘BOLÍVAR’, señala: ‘Vivió los ideales de su clase, impulsó algunos y entró en contradicción con otros, como cuando se convirtió en el gran líder de la libertad de los esclavos, decretada por él en Carúpano y en Ocumare, y pedida a los congresos constituyentes, desde Angostura en 1819, hasta Bolivia en 1826, sin éxito’ ” (resaltados míos).
Simón Bolívar, que sufrió en su infancia el hondo vacío de la orfandad, aseveró que gran parte de los males de la sociedad se deben al abandono en que se crían muchos individuos por haber perdido en la infancia el cuidado de sus padres. Y dictó leyes en protección de la infancia abandonada. El 25 de septiembre de 2013 la BBC de Londres –La British Broadcasting Corporation o Corporación Británica de Radiodifusión–, eligió a Simón Bolívar como el “Americano más importante del siglo XIX” y alegó:
“Con sólo 47 años de edad peleó 472 batallas, siendo derrotado sólo 6 veces. El Libertador participó en setenta y nueve grandes batallas, con el gran riesgo de morir en veinticinco de ellas.
Liberó seis naciones, cabalgó ciento veintitresmil kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco de Gama unidos.
Fue Jefe de Estado de cinco naciones.
Cabalgó con la antorcha de la libertad la distancia lineal de seis mil quinientos kilómetros, que es aproximadamente media vuelta a la Tierra.
Recorrió diez veces más que Aníbal, tres veces más que Napoleón, y el doble de Alejandro Magno.
Sus ideas de Libertad fueron escritas en noventa y dos proclamas y dos mil seiscientas treinta y dos cartas.
Lo mas increíble es que muchas de ellas fueron dictadas de forma simultánea y en diferentes idiomas a distintos secretarios.
Y el ejército que comandó NUNCA CONQUISTÓ… sólo LIBERÓ…”.
La Corte Nacional de Derechos Humanos de Méjico, en su bien importante sitio WEB, expresa: Simón Bolívar, conocido como el “Libertador de América”, fue un militar y político venezolano que por 20 años combatió contra la corona española para lograr la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela”. Y a renglón seguido también cita al ilustrísimo Blanco Fombona: “A Bolívar no se le puede ver por encima del hombro, ni como general, ni como estadista, ni como escritor, ni como legislador, ni como tribuno. Bolívar es uno de los más complejos y hermosos especímenes de Humanidad. Rufino Blanco Fombona. Escritor, diplomático y editor venezolano”.
La historia de Venezuela fue inmensamente engrandecida y hermoseada por su magnánimo Libertador Simón Bolívar, por su Padre de la Patria. La historia universal, en general, está pletórica de muy grandes proezas y heroicidades. También lo está la América en particular; pero es bastante difícil el seleccionar una hazaña como la consumada por el Libertador y mucho menos una continuada serie de hechos tan triunfantes, clamorosos e ilustres como la coronada por Simón Bolívar, que adorna a la áurea historia de Venezuela e igualmente a la historia de Suramérica. La enorme dificultad –y con justicia debería hablarse mejor de imposibilidad– de emular la gloria histórica de Simón Bolívar está en que no guerreó ni invadió para robar sino para libertar. Y nunca se insistirá lo bastante en esta característica absolutamente insólita, que es prueba apodíctica de pulcritud, desprendimiento, probidad, hombría de bien y gloria personal e histórica.
El 23 de agosto de 2023, el medio argentino “Ámbito” informó: “Orgullo: el Himno Nacional Argentino, elegido como el más lindo del mundo. Sin expectativas por escuchar las estrofas nacionales, los jóvenes estadounidenses oyeron el himno oficial nacional y quedaron deslumbrados. Tres jóvenes estadounidenses se tomaron el tiempo de escuchar todos los himnos nacionales y eligieron al argentino como el más lindo del mundo”.
·
Ha poco, The Economist (publicación perteneciente a The Economist Group) hizo una lista (muy a la moda vigente) con, a su juicio, los doce himnos nacionales “más hermosos del mundo”. En la “relevancia histórica” basó su juicio y escogencia. El 27 de junio de 2024, en el diario argentino El Clarín, hubo esta información: “The Economist hizo una lista de los 12 himnos nacionales más hermosos del mundo, destacando su capacidad para generar emociones y representar la identidad nacional. Desde la formalidad de “Kimigayo” de Japón hasta el vibrante “Himno Nacional Brasileiro”, cada uno refleja la herencia cultural de sus países respectivos: Nkosi Sikelil’iAfrika (Sudáfrica); Himno de la Federación Rusa; Orientales, la patria o la tumba (Uruguay); Himno de Brasil; Sche ne vmerla (Ucrania); Kimigayo’ (Japón); Hatikvah (Israel); Sayaun Thunga Phool Ka (Nepal); Deutschlandlied (Alemania); Star spangled banner (Estados Unidos); Land of my fathers (Gales); La Marsellesa (Francia); Cuál es el himno más lindo según la inteligencia artificial. La Inteligencia Artificial también incusionó en el debate sobre los himnos más hermosos del mundo. Para la IA de Google, el Himno Nacional Argentino fue considerado el más bello del mundo. Este himno se destaca por su letra patriótica y su melodía marcial, que evocan un profundo sentimiento de amor y unidad entre los argentinos. La IA evaluó criterios como la belleza melódica, el impacto emocional y la relevancia histórica para elaborar su clasificación” (resaltados míos).
Cuanto a “relevancia histórica” es del todo pertinente y justo el referirse con amplitud a una verdadera e inmensa relevancia histórica: Simón Bolívar, al decir de Blanco Fombona, “tuvo la responsabilidad y la gloria de emancipar definitivamente la América del Sur”. En relación con esto, San Martín clarificó sobre la famosa entrevista que tuvo en Guayaquil con Bolívar: “Mi viaje a Guayaquil no tuvo otro objetivo que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar, para terminar la guerra del Perú”. Blanco Fombona también afirmó:
Miguel Acosta Saignes, en su obra ‘BOLÍVAR’, señala: ‘Vivió los ideales de su clase, impulsó algunos y entró en contradicción con otros, como cuando se convirtió en el gran líder de la libertad de los esclavos, decretada por él en Carúpano y en Ocumare, y pedida a los congresos constituyentes, desde Angostura en 1819, hasta Bolivia en 1826, sin éxito’ ” (resaltados míos).
Simón Bolívar, que sufrió en su infancia el hondo vacío de la orfandad, aseveró que gran parte de los males de la sociedad se deben al abandono en que se crían muchos individuos por haber perdido en la infancia el cuidado de sus padres. Y dictó leyes en protección de la infancia abandonada. El 25 de septiembre de 2013 la BBC de Londres –La British Broadcasting Corporation o Corporación Británica de Radiodifusión–, eligió a Simón Bolívar como el “Americano más importante del siglo XIX” y alegó:
“Con sólo 47 años de edad peleó 472 batallas, siendo derrotado sólo 6 veces. El Libertador participó en setenta y nueve grandes batallas, con el gran riesgo de morir en veinticinco de ellas.
Liberó seis naciones, cabalgó ciento veintitresmil kilómetros, más de lo navegado por Colón y Vasco de Gama unidos.
Fue Jefe de Estado de cinco naciones.
Cabalgó con la antorcha de la libertad la distancia lineal de seis mil quinientos kilómetros, que es aproximadamente media vuelta a la Tierra.
Recorrió diez veces más que Aníbal, tres veces más que Napoleón, y el doble de Alejandro Magno.
Sus ideas de Libertad fueron escritas en noventa y dos proclamas y dos mil seiscientas treinta y dos cartas.
Lo mas increíble es que muchas de ellas fueron dictadas de forma simultánea y en diferentes idiomas a distintos secretarios.
Y el ejército que comandó NUNCA CONQUISTÓ… sólo LIBERÓ…”.
La Corte Nacional de Derechos Humanos de Méjico, en su bien importante sitio WEB, expresa: Simón Bolívar, conocido como el “Libertador de América”, fue un militar y político venezolano que por 20 años combatió contra la corona española para lograr la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela”. Y a renglón seguido también cita al ilustrísimo Blanco Fombona: “A Bolívar no se le puede ver por encima del hombro, ni como general, ni como estadista, ni como escritor, ni como legislador, ni como tribuno. Bolívar es uno de los más complejos y hermosos especímenes de Humanidad. Rufino Blanco Fombona. Escritor, diplomático y editor venezolano”.
La historia de Venezuela fue inmensamente engrandecida y hermoseada por su magnánimo Libertador Simón Bolívar, por su Padre de la Patria. La historia universal, en general, está pletórica de muy grandes proezas y heroicidades. También lo está la América en particular; pero es bastante difícil el seleccionar una hazaña como la consumada por el Libertador y mucho menos una continuada serie de hechos tan triunfantes, clamorosos e ilustres como la coronada por Simón Bolívar, que adorna a la áurea historia de Venezuela e igualmente a la historia de Suramérica. La enorme dificultad –y con justicia debería hablarse mejor de imposibilidad– de emular la gloria histórica de Simón Bolívar está en que no guerreó ni invadió para robar sino para libertar. Y nunca se insistirá lo bastante en esta característica absolutamente insólita, que es prueba apodíctica de pulcritud, desprendimiento, probidad, hombría de bien y gloria personal e histórica.
El 23 de agosto de 2023, el medio argentino “Ámbito” informó: “Orgullo: el Himno Nacional Argentino, elegido como el más lindo del mundo. Sin expectativas por escuchar las estrofas nacionales, los jóvenes estadounidenses oyeron el himno oficial nacional y quedaron deslumbrados. Tres jóvenes estadounidenses se tomaron el tiempo de escuchar todos los himnos nacionales y eligieron al argentino como el más lindo del mundo”.
·
Ha poco, The Economist (publicación perteneciente a The Economist Group) hizo una lista (muy a la moda vigente) con, a su juicio, los doce himnos nacionales “más hermosos del mundo”. En la “relevancia histórica” basó su juicio y escogencia. El 27 de junio de 2024, en el diario argentino El Clarín, hubo esta información: “The Economist hizo una lista de los 12 himnos nacionales más hermosos del mundo, destacando su capacidad para generar emociones y representar la identidad nacional. Desde la formalidad de “Kimigayo” de Japón hasta el vibrante “Himno Nacional Brasileiro”, cada uno refleja la herencia cultural de sus países respectivos: Nkosi Sikelil’iAfrika (Sudáfrica); Himno de la Federación Rusa; Orientales, la patria o la tumba (Uruguay); Himno de Brasil; Sche ne vmerla (Ucrania); Kimigayo’ (Japón); Hatikvah (Israel); Sayaun Thunga Phool Ka (Nepal); Deutschlandlied (Alemania); Star spangled banner (Estados Unidos); Land of my fathers (Gales); La Marsellesa (Francia); Cuál es el himno más lindo según la inteligencia artificial. La Inteligencia Artificial también incusionó en el debate sobre los himnos más hermosos del mundo. Para la IA de Google, el Himno Nacional Argentino fue considerado el más bello del mundo. Este himno se destaca por su letra patriótica y su melodía marcial, que evocan un profundo sentimiento de amor y unidad entre los argentinos. La IA evaluó criterios como la belleza melódica, el impacto emocional y la relevancia histórica para elaborar su clasificación” (resaltados míos).
Cuanto a “relevancia histórica” es del todo pertinente y justo el referirse con amplitud a una verdadera e inmensa relevancia histórica: Simón Bolívar, al decir de Blanco Fombona, “tuvo la responsabilidad y la gloria de emancipar definitivamente la América del Sur”. En relación con esto, San Martín clarificó sobre la famosa entrevista que tuvo en Guayaquil con Bolívar: “Mi viaje a Guayaquil no tuvo otro objetivo que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar, para terminar la guerra del Perú”. Blanco Fombona también afirmó:
“El Sr. Mitre, historiador sin escrúpulos, que llama a la revolución de la independencia continental, revolución argentina americanizada (…) Sólo se había comparado a Bolívar con Washington, y desde el publicista belga De Pradt hasta el ensayista ecuatoriano Montalvo, cuantos compararon la grandeza de ambos próceres comprendieron que la balanza se inclinaba hacia el héroe del Sur (…) La Argentina no enteramente, pero sí en parte, ha adherido a los errores voluntarios de Mitre, y concretándonos a San Martín, se comprende este compartimiento de opinión: todo pueblo necesita de pasado, de glorias y de próceres y nombres que encarnen esas glorias y ese pasado (…)
Los himnos nacionales iniciáronse en los siglos XVIII y XIX para exaltar las virtudes, heroicidad y lo sublime de los pueblos. Así se comprende cómo hubo el mayor énfasis en la belleza tanto de la letra cuanto de la música de tales himnos para simbolizar la gloria histórica que, desde luego, es y será más luminosa e importante en la medida en que íntegramente se corresponda con una excelsa verdad histórica que la fundamente, para que su patrimonio moral sea más radioso por las joyas del alma nacional y de sus próceres históricos.
Es lógico que una letra tan poética y una musicalidad congrua y refinada, se consubstancie con el hondo sentir patriótico e histórico de los nacionales y los hace identificar con los respectivos himnos hasta la veneración. Es notable el valor de los símbolos nacionales –de los cuales el más representativo es el himno– y por ejemplo en los Estados Unidos se asegura que “el amor por el béisbol está a la misma altura que el amor por la bandera”.
En la simbología, como es natural, tienen más valor los símbolos verdaderos o ajustados con la mayor exactitud a la realidad o a su existencia efectiva o sobre una base muy sólida. Igual es con la fama o información habida sobre algo o alguien y la generalizada opinión consiguiente que, cuando realza a una persona, fundamenta el prestigio o renombre. Esa fama tiene mayor valor en la medida en que se apoye más en la verdad y en un mayor ahínco en buscarla con exactitud. Igual pasa con los himnos nacionales, cuyo máximo valor y correlativa hermosura está en proporción directa con su verdad histórica.
El himno de Venezuela tiene una inmensa hermosura porque está del todo fincado en una lapidaria verdad histórica, lo cual se evidencia desde la primera parte o estrofa de su poesía heroica: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó”. En realidad de verdad tuvo que ser muy bravo el pueblo venezolano para, bajo el comando y fogosidad guerrera del incomparable héroe Simón Bolívar, el Libertador, poder ganar una tan cruenta cuan prolongada guerra a España y libertarse no sólo a sí propio sino a cinco pueblos más, como recordé e hice constar con anterioridad y lanzar de sí el yugo que lo agobiaba y también arrojar el yugo que oprimía ¡¡¡a cinco pueblos más!!!
La mayor belleza de los himnos está en que su letra se adecue íntegramente a la verdad histórica de los pueblos concernidos. Y el himno de Venezuela honra esta verdad, extraordinariamente adornada porque en la Historia el único guerrero que invadió países no para saquearlos sino para libertarlos, fue Simón Bolívar. En los fastos universales no es posible saber de un caso igual y ni siquiera parecido. Es un caso único. Que prueba –con la claridad del sol tropical a plena luz del mediodía– la absoluta honradez, el desprendimiento y la suprema grandeza del Libertador.
Sobra el aclarar –pero visto lo visto a veces no sobra– que el concepto de “relevancia” atiende a la significación e importancia de algo como, en el caso comentado, la mayor o menor importancia de unos determinados y memorables hechos tan legendarios cuan comprobados por la Historia. Como es lógico, aquella significación e importancia y también la hermosura histórica de cada nación dependerán del devenir fáctico o sendo conjunto de hechos y actos habidos a lo largo de los siglos.
La hermosura puede ser física o moral. La física es harto sabida. La moral o espiritual también es evidente porque –póngase por caso– la integridad es hermosa (en grado sumo) y también la gratitud y educación en términos de respeto, cortesía y del saber tratar a la gente. Hasta hay el término francés “Beau Geste” o “bello gesto” en términos de conducta noble y espiritualmente bella. Ambos tipos de hermosura son omnipresentes e indiscutibles en la vida y, como es natural, en quienes las tuvieren o profesen. Debo hacer reiteración –y no redundo o exagero porque tal es cónsono con mi argumentación– acerca de que los acontecimientos habidos en Venezuela en aras de su independencia fueron de admirable sublimidad, bravura y nobleza, personificadas en Simón Bolívar, cuya elevación y magnanimidad han sido y son admiradas por todos. Goethe –el más eminente intelectual habido en Alemania– aseguró que “Si Bolívar muere sin ceñir una corona, es un hombre perfecto”. Todos sabemos que Simón Bolívar nunca quiso una corona y que, más aún, la rechazó cuando muchos se la ofrecieron con gran insistencia.
Y como la hermosura puede ser física o moral, me complazco en insistir –disguste a quien disgustare y ojalá no sea así– en que la historia independentista de Venezuela fue de una magnífica e insuperable hermosura moral o ética o espiritual. Esta insistencia se apoya en innegables hechos históricos, sobradamente conocidos por lo demás, que no pueden ser discutidos y mucho menos negados o desmentidos. Con ese recuento histórico no me he basado en opiniones mías o en subjetividades sino en datos o, según el Diccionario de la Academia, el “antecedente necesario para llegar al conocimiento exacto de algo o para deducir las consecuencias legítimas de un hecho”.
En relación con el atributo comentado, hay también lo siguiente: “En una gran diversidad de himnos nacionales, una clasificación realizada por The Economist posicionó a un himno como el más lindo de Latinoamérica y en tercer puesto a (sic) nivel mundial.
The Economist, la prestigiosa revista de Reino Unido, llevó a cabo un exhaustivo estudio sobre los himnos, evaluando su capacidad para despertar emociones y representar la identidad de sus países.
Cuál es el himno más lindo de Latinoamérica.
El estudio se basó en un análisis de un himno en particular y fue comparado con una obertura operística de Rossini, destacado por su complejidad y belleza. Gracias a estas características, logró obtener un lugar prominente en esta lista de reconocimiento internacional.
El himno destacado es el de Uruguay, conocido como “Orientales, la Patria o la Tumba”, que se distinguió por su melodía y su profundo simbolismo histórico” (resaltados míos).
Los himnos nacionales iniciáronse en los siglos XVIII y XIX para exaltar las virtudes, heroicidad y lo sublime de los pueblos. Así se comprende cómo hubo el mayor énfasis en la belleza tanto de la letra cuanto de la música de tales himnos para simbolizar la gloria histórica que, desde luego, es y será más luminosa e importante en la medida en que íntegramente se corresponda con una excelsa verdad histórica que la fundamente, para que su patrimonio moral sea más radioso por las joyas del alma nacional y de sus próceres históricos.
Es lógico que una letra tan poética y una musicalidad congrua y refinada, se consubstancie con el hondo sentir patriótico e histórico de los nacionales y los hace identificar con los respectivos himnos hasta la veneración. Es notable el valor de los símbolos nacionales –de los cuales el más representativo es el himno– y por ejemplo en los Estados Unidos se asegura que “el amor por el béisbol está a la misma altura que el amor por la bandera”.
En la simbología, como es natural, tienen más valor los símbolos verdaderos o ajustados con la mayor exactitud a la realidad o a su existencia efectiva o sobre una base muy sólida. Igual es con la fama o información habida sobre algo o alguien y la generalizada opinión consiguiente que, cuando realza a una persona, fundamenta el prestigio o renombre. Esa fama tiene mayor valor en la medida en que se apoye más en la verdad y en un mayor ahínco en buscarla con exactitud. Igual pasa con los himnos nacionales, cuyo máximo valor y correlativa hermosura está en proporción directa con su verdad histórica.
El himno de Venezuela tiene una inmensa hermosura porque está del todo fincado en una lapidaria verdad histórica, lo cual se evidencia desde la primera parte o estrofa de su poesía heroica: “Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó”. En realidad de verdad tuvo que ser muy bravo el pueblo venezolano para, bajo el comando y fogosidad guerrera del incomparable héroe Simón Bolívar, el Libertador, poder ganar una tan cruenta cuan prolongada guerra a España y libertarse no sólo a sí propio sino a cinco pueblos más, como recordé e hice constar con anterioridad y lanzar de sí el yugo que lo agobiaba y también arrojar el yugo que oprimía ¡¡¡a cinco pueblos más!!!
La mayor belleza de los himnos está en que su letra se adecue íntegramente a la verdad histórica de los pueblos concernidos. Y el himno de Venezuela honra esta verdad, extraordinariamente adornada porque en la Historia el único guerrero que invadió países no para saquearlos sino para libertarlos, fue Simón Bolívar. En los fastos universales no es posible saber de un caso igual y ni siquiera parecido. Es un caso único. Que prueba –con la claridad del sol tropical a plena luz del mediodía– la absoluta honradez, el desprendimiento y la suprema grandeza del Libertador.
Sobra el aclarar –pero visto lo visto a veces no sobra– que el concepto de “relevancia” atiende a la significación e importancia de algo como, en el caso comentado, la mayor o menor importancia de unos determinados y memorables hechos tan legendarios cuan comprobados por la Historia. Como es lógico, aquella significación e importancia y también la hermosura histórica de cada nación dependerán del devenir fáctico o sendo conjunto de hechos y actos habidos a lo largo de los siglos.
La hermosura puede ser física o moral. La física es harto sabida. La moral o espiritual también es evidente porque –póngase por caso– la integridad es hermosa (en grado sumo) y también la gratitud y educación en términos de respeto, cortesía y del saber tratar a la gente. Hasta hay el término francés “Beau Geste” o “bello gesto” en términos de conducta noble y espiritualmente bella. Ambos tipos de hermosura son omnipresentes e indiscutibles en la vida y, como es natural, en quienes las tuvieren o profesen. Debo hacer reiteración –y no redundo o exagero porque tal es cónsono con mi argumentación– acerca de que los acontecimientos habidos en Venezuela en aras de su independencia fueron de admirable sublimidad, bravura y nobleza, personificadas en Simón Bolívar, cuya elevación y magnanimidad han sido y son admiradas por todos. Goethe –el más eminente intelectual habido en Alemania– aseguró que “Si Bolívar muere sin ceñir una corona, es un hombre perfecto”. Todos sabemos que Simón Bolívar nunca quiso una corona y que, más aún, la rechazó cuando muchos se la ofrecieron con gran insistencia.
Y como la hermosura puede ser física o moral, me complazco en insistir –disguste a quien disgustare y ojalá no sea así– en que la historia independentista de Venezuela fue de una magnífica e insuperable hermosura moral o ética o espiritual. Esta insistencia se apoya en innegables hechos históricos, sobradamente conocidos por lo demás, que no pueden ser discutidos y mucho menos negados o desmentidos. Con ese recuento histórico no me he basado en opiniones mías o en subjetividades sino en datos o, según el Diccionario de la Academia, el “antecedente necesario para llegar al conocimiento exacto de algo o para deducir las consecuencias legítimas de un hecho”.
En relación con el atributo comentado, hay también lo siguiente: “En una gran diversidad de himnos nacionales, una clasificación realizada por The Economist posicionó a un himno como el más lindo de Latinoamérica y en tercer puesto a (sic) nivel mundial.
The Economist, la prestigiosa revista de Reino Unido, llevó a cabo un exhaustivo estudio sobre los himnos, evaluando su capacidad para despertar emociones y representar la identidad de sus países.
Cuál es el himno más lindo de Latinoamérica.
El estudio se basó en un análisis de un himno en particular y fue comparado con una obertura operística de Rossini, destacado por su complejidad y belleza. Gracias a estas características, logró obtener un lugar prominente en esta lista de reconocimiento internacional.
El himno destacado es el de Uruguay, conocido como “Orientales, la Patria o la Tumba”, que se distinguió por su melodía y su profundo simbolismo histórico” (resaltados míos).
aaf.yorga@gmail.com
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