Hacia los 2000 años de la tortura, muerte y resurrección de Jesús Cristo
No sabemos si los religiosos y creyentes pasarán por alto esta enorme fecha conmemorativa para el 3 de abril de 2033, pero los gobiernos sí deberían cesar las guerras, torturas y prisiones políticas o de conciencia, por lo menos para ese año tan especial
La tortura y el asesinato político y religioso son tan antiguos como la humanidad misma, fueron y son hoy prácticas terroristas e innobles para alcanzar y conservar el poder, una constante para los seres históricos, pero, para aquel Jesucristo histórico, que fue crucificado en el año 33 dc y resucitó al tercer día de su muerte, afirmando el fenómeno y la esperanza inusual de la resurrección, como paso a la vida eterna, dejando de ser un ente sagrado histórico, para pasar a ser, desde entonces, una entidad ahistórica atemporal en la esencia providencial del Dios eterno. Es la diferencia entre la humanidad humana de nosotros los hombres comunes y la humanidad divina, con la que los cristianos de todo tipo entendemos a Jesús como hijo de Dios.
Lo cierto es que nos acercamos en pocos años al 3 de abril de 2033, apenas nueve años, para la conmemoración de los dos mil años de la Muerte y Resurrección de Jesús Cristo, un acontecimiento central entre los componentes de la cultura cristiana del mundo occidental, que es predominantemente cristiano, sea católico, ortodoxo, protestante, monofisita, etc. Y también compartimos contenidos, símbolos y valores con el mundo judío (pues Jesús era judío), el mundo del islam y muchas otras creencias y no creyentes que, sin saberlo viven, piensan y hablan desde perspectivas y valores engendrados desde la perspectiva de la experiencia histórica cristiana con dos milenios de antigüedad, desde Alaska hasta la Patagonia, desde Finlandia hasta Ciudad del Cabo, desde Filipinas hasta Rusia.
En la experiencia de la humanidad no hay otro fenómeno cultural más universal que el cristianismo en todas sus versiones, no solamente en los aspectos religiosos y rituales propios de la cristiandad, sino también en lo relativo a los contenidos y contracontenidos que se han suscitado, directa o indirectamente de la práctica histórica realizada por entidades de todo tipo en nombre del cristianismo, en la política (el derrumbe del comunismo), en la guerra (las Cruzadas y las llamadas Guerras de Religión en Europa), en el Arte, en la Filosofía, la práctica médica, en las implicaciones económicas antropológicas y un largo etcétera. Todo ello expandido no solamente como resultado evangelizador, sino también por la multiplicidad de vectores culturales del proceso histórico universal, como lo fueron, para bien o para mal, las conquistas de América y de África.
La fecha y hora de la muerte y resurrección de Jesucristo no son necesariamente exactas, pertenecen más a la investigación de valores y referencias del testimonio estructural que, en el fondo, es más importante que la exactitud del testimonio histórico documental y directo, pues en ese tiempo remoto y precario nadie haría una partida de defunción propiamente dicha. Pero si existen suficientes fuentes literarias de valor documental que permiten a los principales estudiosos acercarse con exactitud contextual a esa fecha de alto valor histórico del 3 de abril del año 33 dc a las 3 la tarde (hora nona), una configuración de la trinidad como valor fundamental en el desarrollo del cristianismo antiguo y medieval.
Los Evangelios Sinópticos de Mateo, Lucas y Marcos, e incluso el de Juan, ayudan contextualmente a confirmar la ya señalada fecha del año 33 dc, pese a las dificultades propias de los cálculos cronológicos de los meses lunares y las horas solares de la cultura judía de aquel tiempo. También, por otra parte, la obra del historiador judío y ciudadano romano, Titus Flavio Josefo (37 al 100 dc), intelectual, traductor y autor de “Antigüedades Judías” (93 dc), protegido del emperador Vespasiano en Roma, hizo también mención a Jesucristo (en el capítulo XVIII) en tiempos de Poncio Pilato, Prefecto romano de Judea entre los años 26 y 36 dc, quien fue uno de los jueces inclementes de Jesús en su palacio de Jerusalén acusado por los sacerdotes judíos, dueño Pilato de la última palabra en la condena en la cruz para Cristo.
También la figura nefasta del Sumo Sacerdote judío y saduceo Caifás, en ese cargo entre el 18 y 36 dc, cruel instigador ante Pilato para condenar a la cruz a Jesús, lo que permite ubicar también la pasión final de Cristo en aquel posible año 33 dc. Otras referencias como la de Justino Mártir y del historiador romano de “Anales” Cornelio Tácito (55 al 120 dc) son muy complementarias e indirectas, aunque también útiles para el investigador. Independientemente de que estamos ante un tema donde lo importante es la Fe en el evangelio, también es relevante la fijación de una fecha conmemorativa de valor para la humanidad, admitiendo la posibilidad de variaciones menores, que quedarán en el terreno misterioso de la antigüedad de los hechos de connotación sagrada para nosotros.
También es importante reafirmar que es un enfoque equivocado fanatizar la culpabilidad judía o romana de la antigua práctica de la crucifixión, en realidad fuimos los seres humanos los autores de aquellos crímenes y torturas, con especial ensañamiento y maldad en el caso de Jesucristo, que combinaba la tortura el y asesinato sobre una persona santa, que no hizo más que enseñar, curar y salvar a sus prójimos. No sabemos si los religiosos y creyentes pasarán por alto esta enorme fecha conmemorativa para el 3 de abril de 2033, pero los gobiernos sí deberían cesar las guerras, torturas y prisiones políticas o de conciencia, por lo menos para ese año tan especial.
ANB Cronista Oficial UCV
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones