Guerra y Millán
Guerra y Millán, mártires de la represión política de la Cuarta República, son referencias inolvidables de un ejercicio político que debe desaparecer para siempre, y que estuvo basado en la violencia, la muerte y las desapariciones forzadas
Si algo es absoluto en la vida es que los absolutos no existen. Ni siquiera esta afirmación puede pretenderse así, pero la narrativa cultural siempre impone unas matrices que se repiten a tal punto que incluso llegan a convertirse en referentes extendidos, o así tratan de imponerlo.
Una de estas afirmaciones que tomamos como verdades absolutas es la relativa a que la historia la escriben los vencedores y no en todos los casos es así.
Sobre El Libertador Simón Bolívar pesan falsas premisas. Por ejemplo, se inculcó en escuelas y liceos que Alejandro Prospero Reverend, quien aplicaría los últimos tratamientos a Bolívar en la Quinta San Pedro Alejandrino en Colombia, era su médico de cabecera.
Reverend no solo no era médico del Libertador sino uno de los dos boticarios de la población de Santa Marta, como expone Jorge Mier Hoffman en su libro La Carta.
Este es un ejemplo tan puntual como contundente, que da paso a revisar esa máxima sobre quien termina por escribir la historia. Más aún, esta afirmación invita a reflexionar en este caso sobre el porqué se mintió al establecer un vínculo tan cercano entre Simón Bolívar y el boticario.
La historia, si no se maneja con la rigurosidad necesaria, se convierte en un constructo interesado para afianzar una narrativa parcializada que pretende convencer de unos hechos que no son totalmente reales y que se persigue con ellos legitimar o deslegitimar según unos intereses determinados.
Guerra y Millán, la masacre del liceo Sanz 1962, es un libro que narra el asesinato de dos jóvenes estudiantes del Liceo Miguel José Sanz de Maturín a manos de funcionarios del Estado, dando inicio al asesinato político en Venezuela como una forma de represión del gobierno, en ese momento liderado por Rómulo Betancourt, a quien la narrativa endoso el calificativo de padre de la democracia.
Alberto César Millán presentó, según relata en el texto Beltrán Trujillo Centeno, “perforaciones de bala en el cuello, clavícula y omoplato; en tanto que (Rafael) Guerra, además de numerosas heridas por armas de fuego, recibió un tiro de gracia en la nuca”.
Las fuerzas represivas del gobierno de Betancourt habían ingresado violentamente al liceo Sanz con armas de fuego, machetes y cabillas, para agredir brutalmente a los jóvenes que minutos antes protestaban en la avenida Bolívar de la capital monaguense, hecho que coincidía con el levantamiento militar de El Carupanazo.
“Disparen primero y averigüen después, fue la premisa filosófica de la gestión gubernamental de Rómulo Betancourt”, recuerda en el libro el poeta e historiador Miguel Mendoza Barreto.
Guerra y Millán, mártires de la represión política de la Cuarta República, son referencias inolvidables de un ejercicio político que debe desaparecer para siempre, y que estuvo basado en la violencia, la muerte y las desapariciones forzadas.
Este libro es un relato escrito a sangre y fuego por las víctimas, referentes de la lucha estudiantil y ejemplos de la represión puntofijista.
Como bien describe en la presentación del texto Ana Fuentes, alcaldesa de Maturín, la publicación del libro “es una contribución importante a la tarea de no permitir el triunfo del olvido”.
El esfuerzo ha permitido reconstruir la narrativa de este hecho, resignificando a las víctimas en una justa proporción y no permitiendo que la mentira se constituya en una verdad histórica.
Para reforzar este relato se encuentran los muchos mártires, estudiantes o no, de una forma de gobierno que apela a la violencia y a la muerte moral, práctica extendida en la cuarta república, por los gobiernos y sus acólitos.
Analiza, evalúa y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social UCV
Periodista por vocación y oficio
Una de estas afirmaciones que tomamos como verdades absolutas es la relativa a que la historia la escriben los vencedores y no en todos los casos es así.
Sobre El Libertador Simón Bolívar pesan falsas premisas. Por ejemplo, se inculcó en escuelas y liceos que Alejandro Prospero Reverend, quien aplicaría los últimos tratamientos a Bolívar en la Quinta San Pedro Alejandrino en Colombia, era su médico de cabecera.
Reverend no solo no era médico del Libertador sino uno de los dos boticarios de la población de Santa Marta, como expone Jorge Mier Hoffman en su libro La Carta.
Este es un ejemplo tan puntual como contundente, que da paso a revisar esa máxima sobre quien termina por escribir la historia. Más aún, esta afirmación invita a reflexionar en este caso sobre el porqué se mintió al establecer un vínculo tan cercano entre Simón Bolívar y el boticario.
La historia, si no se maneja con la rigurosidad necesaria, se convierte en un constructo interesado para afianzar una narrativa parcializada que pretende convencer de unos hechos que no son totalmente reales y que se persigue con ellos legitimar o deslegitimar según unos intereses determinados.
Guerra y Millán, la masacre del liceo Sanz 1962, es un libro que narra el asesinato de dos jóvenes estudiantes del Liceo Miguel José Sanz de Maturín a manos de funcionarios del Estado, dando inicio al asesinato político en Venezuela como una forma de represión del gobierno, en ese momento liderado por Rómulo Betancourt, a quien la narrativa endoso el calificativo de padre de la democracia.
Alberto César Millán presentó, según relata en el texto Beltrán Trujillo Centeno, “perforaciones de bala en el cuello, clavícula y omoplato; en tanto que (Rafael) Guerra, además de numerosas heridas por armas de fuego, recibió un tiro de gracia en la nuca”.
Las fuerzas represivas del gobierno de Betancourt habían ingresado violentamente al liceo Sanz con armas de fuego, machetes y cabillas, para agredir brutalmente a los jóvenes que minutos antes protestaban en la avenida Bolívar de la capital monaguense, hecho que coincidía con el levantamiento militar de El Carupanazo.
“Disparen primero y averigüen después, fue la premisa filosófica de la gestión gubernamental de Rómulo Betancourt”, recuerda en el libro el poeta e historiador Miguel Mendoza Barreto.
Guerra y Millán, mártires de la represión política de la Cuarta República, son referencias inolvidables de un ejercicio político que debe desaparecer para siempre, y que estuvo basado en la violencia, la muerte y las desapariciones forzadas.
Este libro es un relato escrito a sangre y fuego por las víctimas, referentes de la lucha estudiantil y ejemplos de la represión puntofijista.
Como bien describe en la presentación del texto Ana Fuentes, alcaldesa de Maturín, la publicación del libro “es una contribución importante a la tarea de no permitir el triunfo del olvido”.
El esfuerzo ha permitido reconstruir la narrativa de este hecho, resignificando a las víctimas en una justa proporción y no permitiendo que la mentira se constituya en una verdad histórica.
Para reforzar este relato se encuentran los muchos mártires, estudiantes o no, de una forma de gobierno que apela a la violencia y a la muerte moral, práctica extendida en la cuarta república, por los gobiernos y sus acólitos.
Analiza, evalúa y crea.
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Comunicador Social UCV
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