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¿Existen enfermedades mentales nuevas?

Los mecanismos psicológicos con los cuales las personas hacemos frente a los problemas tienden a ser los mismos, porque no ha cambiado en absoluto nuestra biología, como tampoco ha cambiado en el fondo, el sistema que sustenta las interrelaciones humanas

  • ALIRIO PÉREZ LO PRESTI

14/05/2024 05:04 am

La psiquiatría es una disciplina que no tiene muchos años. En su corta evolución, han sido muchos los desafíos y frecuentes los avances y los cambios. En su afán de ser rigurosa, es imposible que abarque en tan poco tiempo la totalidad de la mente humana, particularmente en su dimensión malsana. Ha sido una disciplina que ha ascendido de manera vertiginosa en lo que respecta al reconocimiento por las distintas especialidades médicas, obteniendo una expectativa y relevancia social que muy pocas profesiones han alcanzado en tan corto tiempo. De esa experiencia soy parte y a ella dedico mis horas.

Como toda disciplina, se ancla en otros conocimientos como la biología, la antropología, la sociología, la psicología, la filosofía, la cibernética, las neurociencias, la farmacología, la bioquímica y tantas, pero tantas disciplinas y oficios que la complejizan en su esencia. De esa complejidad abismal, surge precisamente una necesidad de orden y puntualidad que ha llevado a que la semiología y la nosología psiquiátrica vayan literalmente al grano, lo cual hace de la psiquiatría una mezcla perfecta entre arte y ciencia operativa y útil que la vuelven cada día más vigente y necesaria. Su relevancia se base en lo más duro del sufrimiento humano y la capacidad de revertirlo y superarlo. Por eso su elevada complejidad e infinita e insondable utilidad.

En lo personal, me hice médico cirujano y luego psiquiatra a edad muy temprana, lo cual me ha permitido acumular un montón de experiencias y vivencias en relación con lo humano, sus limitaciones y capacidades. Desde la cátedra de psicología de la Universidad de Los Andes, en Venezuela, a través de la docencia, traté de transmitir la relevancia de los estudios psicológicos y psicopatológicos en disciplinas humanísticas y científicas a la par de poder desplegar una carrera de investigador. El fruto de esto se materializó en dos asuntos que considero parte de lo que soy: 1.La posibilidad de difundir las ideas que he logrado generar o compilar, lo cual se traduce en haber desarrollado una línea de investigación que he plasmado en libros y artículos y 2.La posibilidad de haberme formado como filósofo en el contexto de lo que ha significado la academia, pudiendo titularme como magister y doctor en filosofía en la propia universidad en la cual dictaba simultáneamente clases e investigaba.

En esta larga carrera en la cual he abrasado disciplinas exigentes y cautivantes, he podido ayudar a muchas personas a llevar una vida mejor y me ha ayudado en lo personal a entender muchos aspectos de la esencia de lo humano, visto en función de pasado, pero particularmente en relación con el presente, a eso que llamamos contemporaneidad. Tal vez porque tengo el suficiente tiempo de vida y una experiencia en la alforja, no me asombran tanto los cacareados cambios de los que socialmente hacemos alarde en nuestras dinámicas sociales.

Hace un par de años el futuro de la civilización se debatía en hacerle frente a una pandemia que fue combatida con estrategias básicas como el aislamiento o confinamiento y la puesta en práctica de vacunas. Un par de soluciones que parecían de tiempos lejanos pero que se nos plantaron en la cara para sorpresa de todos.

Los mecanismos psicológicos con los cuales las personas hacemos frente a los problemas tienden a ser los mismos, porque no ha cambiado en absoluto nuestra biología, como tampoco ha cambiado en el fondo, el sistema que sustenta las interrelaciones humanas. Por eso no es de extrañar que los líderes autoritarios y casi cavernícolas sigan existiendo en el contexto de lo humano como tampoco tiene nada de especial que haya guerras en nuestros días. En su base, lo humano no ha cambiado y las respuestas a los problemas, lejos de modificarse en lo profundo, apenas dieron una innovación cosmética en donde las modas y lo banal pareciera que se volvieron los principales intereses de reivindicación colectiva.

Probablemente no pueda ser de otra manera, porque, aunque queramos cambiar y superficialmente lo hagamos, en el fondo no podemos porque “somos lo que somos y no lo que quisiéramos ser”. Somos los mismos seres humanos de hace un montón de años (ni siquiera sabemos cuántos), cuya naturaleza sigue igual y sólo hemos tenido aspiraciones sociales, muchas de las cuales son aparentes y sólo han ocurrido en algunas partes de la civilización.

Tratando de ayudar a las personas, es propio de cualquier disciplina hacerse más autoexigente con respecto a las metas que desea conquistar. En esa exploración, creo que se ha sobredimensionado algunos aspectos propios de lo enfermizo y lejos de ser una disciplina que tienda a compilar asuntos, la psiquiatría (al menos algunas de sus miradas) tratan de expandirse en relación con el conocimiento de lo psicopatológico. Yo sólo me hago la pregunta: ¿Acaso existen enfermedades mentales nuevas? … y no puedo dejar de contestarme a mi mismo que son las mismas de siempre, sólo que, como cualquier otra dimensión patológica compleja, las enfermedades se van mimetizando conforme va pasando el tiempo y cambian los aspectos propios del ambiente donde se desarrollan las mismas. En esas cosas ando pensando estos días.

*Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano.
alirioperezlopresti@gmail.com
@perezlopresti
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