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Figuras de la transición democrática

Se impone en esta hora una posible gestión gubernamental con equilibrio, con apertura, con garantías para todas las fuerzas, con transparencia e igualdad, unidad e integración, y tal vez, hay que considerarlo, un gobierno de Unidad Nacional

  • JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ

28/04/2024 05:02 am

Tal y como percibimos la realidad y el desenvolvimiento de los acontecimientos políticos, hemos entrado en Venezuela, desde las bases mismas de la sociedad, en un inevitable proceso de transición política.
 
Los ciclos históricos se cierran cuando ya no se avanza y el país advierte los errores, las faltas, los vicios, los impedimentos, los males que lo obstaculizan y que han deteriorado la convivencia, el crecimiento, el bienestar, la ética de la política, el sentido integrador y democrático del país.

Los ciclos se abren como respuesta a necesidades evidentes, a derechos y libertades esenciales, al profundo sentido democrático que la Nación tiene y que se hace realidad en una sociedad que no renuncia a sus aspiraciones y derechos por mandato de su propia historia en busca de un destino mejor.

La libertad en Venezuela es inmanente al espíritu nacional. Si se nos creía pasivos e indiferentes, basta escuchar al pueblo en las calles y atender su reacción ante la falsedad de la política, de quienes en todos los ámbitos y sectores la ejercen como actividad para el engaño y la ambición, el enriquecimiento personal y la arbitrariedad.

La democracia se manifiesta y subsiste en libertad. Es la expresión consciente de las mayorías y de las minorías en medio de alternativas políticas que respetan la voluntad general, que acatan el mandato de la Ley, la discusión pública y privada de ideas, el respeto a la integridad del adversario que aspira gobernar, pero, al mismo tiempo, asume el resultado electoral cuando se afirma en la verdad y en la transparencia del mandato popular.

Venezuela ha tenido contemporáneamente significativos ejemplos de lo que constituye el proceso de la transición democrática. El mismo siempre ha sido un proceso complejo, difícil, que requiere convicciones, firmeza, valor, compromiso, desprendimiento y sacrificio, la voluntad sostenida e irrenunciable de llevar al país a etapas mejores de su evolución política.

Eleazar López Contreras, militar, presidente de Venezuela entre los años 1935 y 1941, ex Ministro de Guerra del dictador Juan Vicente Gómez, inició un proceso de mayor apertura política, que si bien no fue pleno, hizo evidente lo incontenible de ese cambio que no culminó bajo su mandato sino que se proyectó también sobre su sucesor, Eleazar Medina Angarita, quien no obstante continuar una cierta apertura, no impulsó la realización de elecciones generales, libres, universales y secretas.

Al analizar López Contreras y haber escrito el libro denominado el: “Proceso Político Social 1928-1936”, destacó las circunstancias que vivió entre: “la conspiración gomecista contra mí gobierno”, por un lado, y por el otro, los: “desmanes contra los ciudadanos y la propiedad” que le atribuía a grupos revolucionarios, ante los cuales intentó alcanzar ciertas treguas: “actos de liberalidad y moderación” que, sin embargo, no impidieron la protesta social, huelgas, un frustrado golpe intentado desde Maracay, y una conspiración desde Costa Rica de opositores, ante los cuales respondió, a su juicio, utilizando: “la prudencia, la tolerancia y el buen ejemplo fue el arma escogida en esa difícil transición de la dictadura a la democracia”.

Por otra parte, ante la coyuntura social y política que vivió el gobierno de Isaías Medina Angarita al no afrontar debidamente la situación social de la población y la gravedad del malestar existente en las Fuerzas Armadas, a fin de evitar el inexorable desenlace, Rómulo Gallegos, su amigo personal, le propuso que el doctor Oscar Augusto Machado, destacado ingeniero y hombre de empresa, reconocido y apreciado en el país por diversos sectores, fuera designado presidente de un posible gobierno provisional entre 1945 y 1946, lo cual fue rechazado por Medina prefiriendo mantener una política continuista.

Este presidente no comprendió las demandas de la situación nacional y solamente aceptó (tal y como lo señalé en mi obra “Juicios y Sentencias a los Presidentes de Venezuela” (1994): “el voto limitado de los ciudadanos, manteniéndose la elección presidencial en el cenáculo del Congreso”.

En el país urgían dos acciones: recuperar la ética administrativa, y que se realizaran elecciones libres y verdaderamente democráticas, y ello no ocurrió.

La entonces: Unión Patriótica Militar, propuso a Rómulo Betancourt encabezar y presidir un gobierno provisional, y no obstante los recelos políticos del mismo y su partido, y fracasadas las gestiones de Gallegos, se produjeron los acontecimientos del 18 de octubre de 1945, conformándose una Junta de Gobierno Cívico-Militar que fue presidida por el primero.

La obra gobernativa de la Junta fue de extraordinaria relevancia en el proceso de recuperación de las libertades democráticas. Acusados de sectarismo político, sin embargo, lograron actuar decididamente contra el enriquecimiento ilícito (Jurado de Responsabilidad Civil y Administrativa); se dictó la Constitución de 1947, que fue la más democrática de América, según Luis Beltrán Prieto, y se estableció en derecho a elecciones libres.

El triunfo electoral de Rómulo Gallegos, la caída en escasos meses de su gobierno en noviembre de 1948, la imposición de un gobierno militar que finalmente logró dirigir Marcos Pérez Jiménez, interrumpió el proceso democratizador hasta que nuevamente, el 23 de enero de 1958, derrocada la dictadura, surgió un nuevo gobierno de transición presidido por el Vicealmirante Wolfgang Larrazábal. Entre los integrantes de la misma se designó como Secretario al ilustre doctor Edgar Sanabria, quien luego fue Presidente Provisional de la República en el año 1958.

El proceso de reimplantación de la democracia, reconocimiento de los partidos políticos, el compromiso de convocar elecciones libres, de restablecer la institucionalidad, de liberar a los procesos políticos, entre otros, se cumplió durante la acertada gestión de la Junta de Gobierno.

Edgar Sanabria fue un hombre ejemplar. Abogado y profesor universitario fue un hombre reconocido y apreciado por todo el país. René De Sola, de entrañable y grata recordación, nos señalaba que aquel demostró poseer en el gobierno: “extraordinarias cualidades para el manejo de los asuntos públicos, perspicacia para juzgar a los hombres y escoger sus colaboradores; honestidad acrisolada en la administración de los dineros de la colectividad, y carácter para afrontar las difíciles situaciones políticas que se le plantearon”.

Tuvo tiempo Sanabria de realizar destacadas obras públicas, y tal como nos indicaba De Sola: “presidió las elecciones más pulcras realizadas en Venezuela que constituyen la génesis del régimen constitucional”.

En nuestra situación actual, se evidencia un proceso político complejo pero que debe desembocar en elecciones libres, transparentes, responsables, democráticas, con garantías nacionales e internacionales para todos los actores y para el mismo proceso de transición.

La presencia otra vez de un nuevo candidato de la oposición con unanimidad de selección por parte de la Plataforma Unitaria Democrática y de otras corrientes externas y distintas incluso (elemento resaltante), como es el caso de Edmundo González Urrutia, se está evidenciando como una alternativa de cambio que demanda una buena parte de la población.

Se define como el candidato del cambio; lo acepta con serenidad y compromiso, sin engreimientos; precisa que su origen no es político no obstante su compromiso democrático, y que su trayectoria es fundamentalmente diplomática, lo cual le ha dado importante experiencia y formación para dirigir, de ser electo, un proceso de transición como el actual.

Se le reconoce como un hombre respetable, ponderado y serio. Evidencia capacidad para integrar y unificar a la oposición y lo ha hecho. Debe ser un hombre de entendimiento que reciba apoyos legítimos, honestos, respetables de todos los sectores políticos, partidistas o independientes, cualesquiera sean las tendencias, siempre que mantengan el compromiso de la paz, la ruta democrática nacional y los intereses superiores del país.

Fija González Urrutia iniciales objetivos prioritarios, y faltan otros: el reto de asumir la recuperación de Venezuela; pone en evidencia los problemas nacionales; hace un llamado a que no seamos indiferentes frente a ellos y a la responsabilidad que exige el país. Señala de manera relevante que: “apostamos por una Venezuela de todos”, y no puede ser de otra manera porque se necesita integrar y reconstruir al país sin exclusión: “donde nadie sienta temor por ser perseguido por sus ideas”.

Afirmó, igualmente, la necesidad de asegurar la independencia y autonomía de los poderes públicos; la libertad de los presos políticos; el regreso al hogar de los exiliados y de todos los compatriotas fuera del país; la afirmación de Venezuela como un país referencial en términos de democracia.

Se impone en esta hora una posible gestión gubernamental con equilibrio, con apertura, con garantías para todas las fuerzas, con transparencia e igualdad, unidad e integración, y tal vez, hay que considerarlo, un gobierno de Unidad Nacional en esta hora decisiva para que sean las mayorías nacionales, independientemente de las posiciones, legítimas todas ellas, las que decidan en curso del país, siempre y cuando se asuma el compromiso de acatar, sea cual fuere el resultado, la sagrada voluntad de la Nación en este momento imperativo de trascendencia histórica.

jfd599@gmail.com
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