Proceso a Cristo
La humillación de Dios a través del crimen que con saña se cometió contra su hijo, acusa a la humanidad entera que debe redimirse en la fe, en su conciencia, en sus obras más que en sus palabras
Entre los hechos injustos de la historia el proceso mediante el cual se condenó a Jesús constituyó un aberrante acto contrario al derecho y a la verdad misma.
La “Ley de Moisés” prohibía que durante las festividades o durante horas de la noche fuese sometido a causa judicial cualquier persona: a Jesús le juzgaron de noche y en tiempo de celebraciones.
Exigía igualmente esa normativa, en forma estricta, que las declaraciones de los testigos estuviesen en perfecta concordancia sobre lo en ellas señalado: los testigos que acudieron a difamar a Jesús eran falsos, además de torpes e incoherentes en sus afirmaciones.
Debía dársele al acusado la posibilidad de realizar su defensa: Jesús no pudo hacerlo, se ejerció contra él grave coacción física y grave afrenta moral.
A Pilatos, su juez, no le correspondía intervenir en cuanto a la materia propia del caso de carácter religiosa, la cual era extraña a sus facultades. Sin embargo, Jesús, sin haber cometido los delitos de rebelión y de blasfemia que le atribuyeron sus acusadores, tuvo por sentencia inapelable y arbitraria la muerte.
En cuanto al cargo de rebelión, Jesús jamás llegó a incitar a ella ni siquiera en comentarios a sus discípulos. Varios pasajes de su vida demuestran esa actitud: cuando en trance de ser entregado a sus verdugos Pedro hirió con su espada a uno de aquellos perseguidores, Jesús rechazó aquel gesto de violencia y sanó al soldado, vil instrumento de la maldad del hombre. Igualmente, cuando aviesamente le mostraron una moneda con la figura del César, su aguda contestación supo diferenciar las potestades humanas de las divinas.
Tampoco fue blasfemo, nunca traicionó la fe de Dios, vino a despojarla de interpretaciones equivocadas y con evidente autoridad para tal fin.
Unas monedas fueron el precio por su vida: “No haréis sentencias injustas”; “No torcerás el derecho”; “maldito quien acepte soborno para quitar la vida a un inocente”, dice la Biblia, texto sagrado de Dios, como mandatos inapelables para la auténtica justicia.
La condena de Cristo en un aberrante ejemplo de cómo en este mundo la justicia se tuerce, se doblega, se vende y cómo traiciona la verdad. Es una muestra de tantos procesos en los cuales se aplica una ley injusta y se vulnera la dignidad del hombre. ¿Cuántos como Cristo han sido víctimas ofendidas, perseguidas, torturadas, asesinadas?
Su crimen acusa a la justicia de los hombres, falsa y corrompida, violadora de la vida, transgresora de la libertad y la verdad.
La humillación de Dios a través del crimen que con saña se cometió contra su hijo, acusa a la humanidad entera que debe redimirse en la fe, en su conciencia, en sus obras más que en sus palabras.
jfd599@gmail.com
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