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Del deicidio al suicidio. Jesús y Sócrates

En la Grecia Antigua, el fin de la vida era una opción a través del suicidio y así lo decidió el maestro Sócrates, mientras que en el cristianismo, Dios decide la vida y la muerte, es dueño de la existencia

  • JULIO CÉSAR PINEDA

28/03/2024 05:05 am

Uno de los grandes problemas de la filosofía, es el tema de la muerte. Hoy no solo en lo ideológico, sino en lo práctico, en el campo de la medicina y en la ciencia, se debate sobre el derecho a la muerte deseada o al suicido asistido. En muchos países, las leyes aceptan la eutanasia. Siendo diplomático en Ginebra, en alguna oportunidad fuimos invitados con otros representantes de embajadas, a visitar un centro donde la eutanasia era permitida con todas las técnicas del buen morir, la muerte sin dolor. Allí, en esa institución, no había personas infelices que no amaran la vida o que estaban deprimidas y querían suicidarse. Eran seres y familias que voluntariamente, por múltiples razones, sin estar contra la vida y la prolongación de su existencia, escogían un final voluntario y protegidos por el derecho, con plena conciencia personal y familiar de lo que hacían. Se nos decía en esa oportunidad, que hay enfermedades y situaciones insoportables, especialmente en el área de la salud, donde prolongar la vida es estar muerto, lo cual para muchos es peor que la muerte real, como es el caso de los desahuciados.

El viejo filósofo Alemán, Martín Heidegger, repetía siempre a sus alumnos que: “El hombre es un ser para la muerte”. Así también lo consideraban los primeros filósofos, cuando afirmaban que la virtud más importante era la sabiduría y el ser humano tenía que aprender a vivir para la muerte. Consecuencia de que la muerte es inevitable y el problema no es dejar de existir, sino la angustia de no conocer el día asignado para quien muere y para sus dolientes. Así está reflejado en todo el pensamiento occidental.

La medicina en nuestro tiempo obliga a una formulación científica y ética sobre el fenómeno de la muerte, particularmente cuando se trata de enfermedades crónicas y degenerativas propias de la edad o producto del cancer o del sida, donde por ahora no hay respuesta para poderlas combatir y donde muchas veces, se hace insoportable la calidad de vida. En otra oportunidad, tocaremos el tema de la eutanasia y la necesidad de normas e instituciones. Ya en America Latina como es el caso de Colombia, existen legislaciones y jurisprudencia sobre este tema.

Estando en plena Semana Santa, nos preguntamos, más en el plano filosófico que teológico, si la muerte de Jesús de Nazaret no podría considerarse como un suicido divino, en razón de que el Nazareno por ser parte de la Trinidad Suprema, del único Dios Omnipotente, Omnipresente y que todo lo conoce; estaba consciente del papel que le tocaba como Mesías y fundador de una nueva religión, el destino final que lo conduciría a una dolorosa muerte con la crucifixión, más allá de la promesa cumplida de la resurrección.

En esta hipótesis, quién cumple el destino más trágico es Judas Iscariote, el discípulo a quien la Providencia le tenía asignado el papel de traidor, de inconsecuente y quien vendería por 30 monedas al Salvador del mundo. Además, tendría una muerte horrible y la maldición de todas las generaciones. Esta consideración no objeta la hermosa tradición cristiana y la cultural mundial que ha generado, cuando después de 2.000 años estamos recordando y reviviendo la Semana Santa, que siempre se inicia con el domingo de ramos y la visión humanizada de Dios, terminando con la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

En la filosofía, se podría hablar también del suicidio filosófico de Sócrates, donde el escritor Jenofonte nos permite leer el hecho histórico del juicio, condena y muerte del primer gran filosofo de Occidente en el año 399 a.c, con el terrible veneno Cicuta, frente a sus discípulos. Igualmente Sócrates como Jesús, acusado de corromper los hombres con nuevas doctrinas que desfiguraban la tradición, la costumbre y la religión de los antiguos. En ambos casos, murieron por la verdad y escogieron esas dolorosas muertes, el maestro de Platón y el hijo del Padre. Estas muertes anunciadas, se han considerado suicidios, uno teológico y el otro filosófico.

En Sócrates, además de jenofontes, quienes lo acusan son Añito y Melito e incluso Aristófanes, quien pretende ridiculizarlo en su obra de teatro Las Nubes. Pero sus más cercanos discípulos, como Platón y posteriormente Aristóteles, dignifica la vida y la obra, de quien se considera que Sócrates fue el origen y la causa de todo el pensamiento occidental, después de Heráclito y Parmenides. Con Jesús podemos leer en los evangelios, las injustificadas acusaciones de los religiosos y políticos, contra el hombre que venía a cambiar el orden social y espiritual. Fue imposible el gesto humanitario de Pilatos de tratar de salvarlo, para que escogieran al criminal Barrabás. Pero el pueblo manipulado por sus dirigentes, dejaron solo a quien predicaba el amor, el diálogo y la paz.

El Nazareno para nosotros los venezolanos, es el de San Pablo, acompañado de su madre dolorosa que, en la esquina de Miracielos los miércoles de dolor pasaba siempre en posesión y cuando hubo la peste española, en 1918, moría el pueblo. Era inútil la Terapéutica, abundaban el viático y la absolución. Continúa Andres Eloy Blanco que hubo un milagro, cuando los limones se convirtieron en cosecha de curación y allí, todos bebieron el ácido licor con las aguas claras del Catuche, en oración y oración. Así se conmemora en todo el mundo estos días de la muerte que fue vida, en el caso de Jesús, a quien siguen 2.400 millones de cristianos en el planeta.
 
En la Grecia Antigua, el fin de la vida era una opción a través del suicidio y así lo decidió el maestro Sócrates, mientras que en el cristianismo, Dios decide la vida y la muerte, es dueño de la existencia y se obliga al militante a morir de manera natural.

En las religiones monoteístas, se prohíbe la muerte voluntaria para terminar con el dolor y el sufrimiento. Pero en los libros sagrados de la TORA, el Evangelio y el Corán, pareciera que se acepta y se premia a quienes sabiendo que van a morir, lo hacen por su Dios y por su religión, porque es un martirio que dignifica la vida y la muerte. Es el terrible caso de los recientes atentados en Moscú y el icónico de las Torres Gemelas, en el 2001.

Seria interesante, en los programas de educación, poder afrontar el tema de la muerte dentro de una óptica global, donde el hombre es un ser biológico, psíquico y espiritual, producto de la evolución de las especies y marcados por la finitud e igualmente, por la temporalidad. Como decía el poeta Borges: “toda muerte es una existencia vivida y toda vida es una muerte anunciada”.

Es posible que El Dios de B.Spinoza, al margen de la polémica, permita la humanidad escuchar y seguir las enseñanzas de sus enviados especiales como; Buda, Sócrates, Jesús, Mahoma y tantos otros. En esta Semana Santa, es un tiempo para escucharlos, para leerlos y para poner nuestras vidas en la dirección tanto de la paz como de la felicidad 
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