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No es real todo lo que lo parece

Los gobiernos autoritarios suelen manejarse bastante bien con su visión de legitimidad. El problema se presenta cuando quieren o necesitan parecer legítimos de acuerdo con los cánones democráticos, ante la comunidad internacional

  • DANIEL ASUAJE

27/03/2024 05:00 am

A principios del siglo pasado Henry Ford era el rey del mercado automotriz. Se enorgullecía de haber puesto los automóviles al alcance de los bolsillos de la mayoría estadounidense produciendo masivamente un solo modelo, lo que abarataba los costos. Pregonaba que todos podían elegir un FORD modelo T del color de su preferencia, siempre y cuando fuese negro. De modo similar el régimen pretende que los venezolanos elijamos a quien queramos como presidente, siempre y cuando sea quien ellos decidan que elijamos. H. Ford dominaba el mercado automotor de su época, pero su soberbia de querer imponer sus gustos le permitió a General Motors brindar lo que Ford no ofrecía a los consumidores quienes al fin y al cabo eran los dueños del dinero necesario para comprar automóviles. GM no solo creo varios modelos, sino que brindó a los compradores la posibilidad de elegir entre varios colores, aquel que mejor se ajustara a sus gustos. El resultado fue un crecimiento bestial de GM y la pérdida del dominio de FORD del mercado, puesto que nunca más logró alcanzar. La soberbia es mala consejera.

Al Ries y Jack Trout, los padres del paradigma del posicionamiento mercadotécnico, decían que el éxito en las ventas se parecía al enamoramiento pues consiste en crear entre los consumidores un gran encanto y luego no hacer nada que lo desdibuje. Mutatis mutandi ocurre lo mismo en política, pero los gobiernos autoritarios se caracterizan por hacer gala de una gran indiferencia, rayana en el desprecio, de las demandas, necesidades, gustos, preferencias y expectativas de los ciudadanos a quienes reducen a pueblo obediente. En el fondo de esta desconexión está la cuestión de la legitimidad, sus fuentes y su necesidad.

Para los gobiernos autoritarios, especialmente para los de corte marxista, la legitimad deviene por ser ellos los verdaderos representantes del pueblo, intérpretes de sus necesidades y los iluminados para brindarles lo que les conviene. Mientras que en las democracias reales la legitimidad dimana originariamente de un mandato otorgado en elecciones libres, los autócratas asumen que la tienen porque solo ellos pueden interpretar, saber lo que el pueblo quiere y también solo ellos pueden gobernar de la mejor manera para ese pueblo o nación. Que la gente no los haya elegido o que los rechace es un detalle menor. Chávez pregonaba que solo él podía gobernar a Venezuela. Nunca dijo cómo llegó a esa conclusión ni cómo fue escogido por siempre para ello.

Además de la legitimidad de origen, es importante que el gobierno se comporte con apego a las leyes, respete y haga respetar el estado de derecho. Esta legitimidad procedimental es crucial para asegurar que la gestión gubernamental no solo dimana de un mandato, sino que dicho mandato es ejecutado de acuerdo al correcto proceder establecido por las leyes. Para el autócrata él es la ley, por lo que siempre actúa con legitimidad.

Finalmente está la legitimidad de aprobación ciudadana. Los ciudadanos toman decisiones sobre si quienes gobiernan, y cómo gobiernan, son o no legítimos, si mantienen, ganan o pierden legitimidad como gobernantes. Esta legitimidad, o la falta de ella, muchas veces está en conflicto con las otras. Para los gobiernos autoritarios tampoco es relevante la legitimidad de aprobación ciudadana por lo que no es asunto virtuoso que su gestión sea aprobada. Para ellos muchas veces el pueblo no sabe lo que quiere o conviene por ignorancia y/o porque es manipulado por los medios de comunicación y “falsos” líderes y muchas veces no comprende lo que estos esforzados gobiernos hacen con tanto sacrificio y con frecuencia hay que darle al pueblo lo que hay que darle, a pesar de que no entienda tanto bien para ellos. En un gobierno democrático el conflicto entre legitimidades o de posiciones se resuelve debatiendo y logrando un consenso, en las autocracias se resuelve con la propaganda del único punto de vista permitido.

Los gobiernos autoritarios suelen manejarse bastante bien con su visión de legitimidad. El problema se presenta cuando quieren o necesitan parecer legítimos de acuerdo con los cánones democráticos, ante la comunidad internacional. Es muy parecido a las situaciones que confrontan quienes, en contra de su genética, por ejemplo, nacen machos, se rebelan, y desean ser vistos y tratados como hembras, pero igual después de los cuarenta deben ir obligatoriamente al urólogo y, a pesar de las apariencias muchas veces muy bien trabajadas, estas deben dejarse de lado para ser tratados médicamente como un varón cualquiera. Esta analogía no es un juicio de valor, solo pone de relieve el conflicto hegeliano entre esencia y apariencia. Los regímenes autoritarios confrontan casi siempre este tipo de problemas insalvables, en especial para el reconocimiento de su legitimidad. Julio César decía que la mujer del emperador no solo debía ser honesta sino también parecerlo. Con respecto a los gobiernos el asunto es no solo parecer democráticos, sino efectivamente serlo.

@AsuajeGuedez
asuajeguedezd@gmail.com
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