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Enojarse es una elección

Hoy día es común que la gente se enoje, a veces por cosas banales. Es fácil enojarse con otras personas, sobre todo en un mundo injusto como en el que vivimos

  • AGUSTIN ALBORNOZ S.

17/03/2024 05:00 am

En definitiva no es nada aconsejable tomar decisiones mientras uno está bajo la influencia de emociones o sentimientos, en especial cuanto más importantes sean esas decisiones; tampoco comportarse dejándose llevar por impulsos, sin pensar, máxime en situaciones que sean delicadas.

Hoy día es común que la gente se enoje, a veces por cosas banales. Es fácil enojarse con otras personas, sobre todo en un mundo injusto como en el que vivimos. Pero resulta que la ira es una elección. Cuando nos enfurecemos, elegimos enfurecernos. A veces decimos: Fulano me hace enojar tanto, pero en realidad eso no va a ocurrir sin nuestro permiso. Porque siempre podemos escoger no enojarnos ante lo que sea que nos ocurra. Requiere de mucho valor controlarse, y es de inteligentes percatarse de que el enojo no cambiará nada, peor aún que al final es nocivo para nuestra felicidad y salud. Por tanto deberíamos buscar detener el mal hábito (tan común hoy día) de tratar de cambiar las cosas que no podemos cambiar.

Cuando nos enojamos cometemos muchos errores, algunos muy graves; hacemos cosas que en ese instante pensamos que están bien, como tomarnos la justicia por nuestras manos, y actuar con violencia.

Por otro lado hay algo en lo que usualmente no pensamos: que la ira debilita al ser humano. De hecho lo coloca en desventaja frente a diversas situaciones de la vida. El relato que sigue lo ilustra:

Cuando Simbad (nombre del protagonista de un cuento tradicional árabe originario del Medio Oriente) y sus marinos desembarcaron en una isla tropical, vieron en la cima de los árboles cocos con los cuales calmar la sed y el hambre. Estos estaban muy lejos del alcance de ellos. Sin embargo notaron entre el follaje la presencia de monos que parlaban entre sí. Simbad y sus hombres empezaron a arrojarles piedras y ramas, lo cual despertó tal furia entre los simios que estos a su vez decidieron replicar lanzándoles cocos a ellos, que era justo lo que querían aquellos. Los monos furiosos trabajaron en ese momento para ellos.
Este sencillo ejemplo es una buena ilustración de que si nos dejamos arrastrar por la ira, podemos llegar a ser como juguetes en las manos de otras personas, hasta de aquellos con los que tenemos problemas…justo con los que menos queremos que eso nos pase.

Para terminar un poema ilustrativo del tema:

Cuando pierdo la paciencia
pierdo también la razón.
Jamás puedo estar contento
de algo hecho con rencor.

Siempre que he hablado con ira,
con el rostro enrojecido,
he soltado una palabra
de la cual me he arrepentido.

Estando airado nunca hice
buena ni prudente acción
sino algo para luego
tener que pedir perdón.

Si analizo mi pasado,
lo perdido y lo ganado,
no recuerdo nada bueno
que la furia me haya dado.

Trato pues de ser paciente,
lo he aprendido con los años.
Nunca quiero actuar ni hablar
si el enojo está latente.

La experiencia me ha enseñado
que si pierdo los estribos
no hago nada aconsejable
ni que tenga buen sentido.

@viviendovalores

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