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Crónica de una revolución anunciada

JIMENO HERNÁNDEZ. El libro “Cómo llegó Cipriano Castro al Poder”, escrito por el General Antonio Paredes, fue una obra literaria prohibida en Venezuela durante algo más de cuatro décadas

  • JIMENO JOSÉ HERNÁNDEZ DROULERS

15/08/2018 05:00 am

El libro “Cómo llegó Cipriano Castro al poder”, escrito por el general Antonio Paredes, fue una obra literaria prohibida en Venezuela durante algo más de cuatro décadas. Este fue escrito en el año 1906, mientras el autor se encontraba en el exilio en la isla de Trinidad, después de pasar más de cinco años preso en el Castillo de San Carlos de la Barra en el Lago de Maracaibo, aunque su primera edición fue publicada por la Tipografía Garrido en 1954. 

Las páginas redactadas por el general Paredes, quien terminaría convirtiéndose en el más acérrimo enemigo del Cabito de los Andes, constituyen hoy en día una valiosa pieza para construir un testimonio contemporáneo de las andanzas del general Cipriano Castro, los preparativos de su empresa bélica contra el gobierno de Ignacio Andrade, la invasión por tierras colombianas del 23 de mayo de 1899, y el estado confuso y anárquico que se vivía en Venezuela durante aquellos días.

Cuenta el general Antonio Paredes que el general Cipriano Castro, viendo cómo se sofocaba la revolución del “Grito de Queipa”, liderada por José Manuel “El Mocho” Hernández tras las elecciones de 1897, optó por pedirle al Presidente de la República un favor a cambio de darle su ayuda en aras de brindar estabilidad al ya tambaleante gobierno del general Ignacio Andrade. 

Después de la muerte de Crespo, Castro había estado preparándose para aprovechar la primera oportunidad propicia a sus proyectos, y, cuando la revolución de Guerra fracasó, fue a Caracas a buscar que Andrade le diera el predominio de la Sección Táchira para él y sus amigos, mostrándose partidario decidido de la reforma y ofreciendo sostenerlo si lo complacía; pero como Andrade no accediera a lo que propuso, aunque aparentemente se separó de él en buenos términos, se había vuelto a la hacienda que tenía en Colombia, bien informado del aislamiento y debilidad del Gobierno, sin ocultar que iba con el propósito de alzarse

En Caracas y La Guaira, con sobrada imprudencia, comunicó su designio a varias personas, quienes hicieron poco caso a sus bravatas, creyéndolas desahogo del despecho por no haber alcanzado lo que solicitaba del Gobierno; y tanto por esta razón como porque Andrade ya no contaba sino con muy escasos partidarios sinceros, nadie advirtió a éste en tiempo oportuno de lo que pasaba, y cuando al fin vino a saberlo y ordenó que se le redujera a prisión, ya Castro se había internado en Colombia. Fracasado el propósito de prenderlo, Andrade se olvidó de él y de sus amenazas, y no dictó una sola medida de precaución para el caso de que quisiera cumplirlas: todos sus cuidados los tenía concentrados por entonces en vigilar al hernandismo, sin resolverse tampoco a tomar una determinación que pudiera librarlo del peligro que implicaba la actitud de este último. 

El resultado fue que Castro se alzó como lo había prometido; sin encontrar obstáculo alguno; y como transcurrían los días y la facción que acaudillaba en lugar de ser reprimida iba tomando mayores proporciones, Andrade resolvió enviar allá cinco mil hombres al mando del general Antonio Fernández

Además de narrar lo que sucedía con el alzamiento de Castro, el auge de quienes apoyaban a “El Mocho” Hernández y solicitaban que se le liberara de su injusto presidio en La Rotunda por considerarlo candidato ganador de los comicios fraudulentos que llevaron a Andrade a la Casa Amarilla, Antonio Paredes habla sobre lo que hizo tras enterarse del nombramiento del general Antonio Fernández como líder de las fuerzas enviadas a acabar con la invasión andina

Cuando supe el nombramiento fui a ver a Andrade y le dije, en presencia de varias personas, que Fernández era absolutamente incapaz para mandar al número de tropas que se le destinaban, y que en mi concepto el Gobierno no obtendría el objeto que se proponía si la expedición iba con tal Jefe; a lo que él contestó: “No tenga usted cuidado, usted verá que dentro de pocos días tendremos aquí la noticia de la captura de Castro”, y yo repliqué: “Permítame repetirle que no lo creo y decirle que abrigo esperanza de que cuando hayan fracasado ese y los demás viejos que usted mande al Táchira, hará usted que vayamos los muchachos. 

Con esas palabras me despedí. Acababa de ver que Andrade seguía envalentonado y lleno de confianza en el porvenir, o por lo menos que así lo aparentaba; mas yo discurría de manera diferente. Es verdad que aquel al fin se había resuelto a obrar, pero a mi juicio el esfuerzo resultaría inútil por la mala elección que había hecho. 

En cuanto al motivo de su opinión sobre González, su consejo al presidente Andrade y la seguridad en que su expedición no obtendría resultados para sofocar la revolución de Cipriano Castro, éste dice: Yo conocía a Fernández y sabía que apenas podía mandar bien quinientos hombres. ¿Qué iría a hacer con cinco mil? 

Concluye diciendo sobre este tema el autor “Cómo llegó Cipriano Castro al Poder” que: Como se lo había insinuado a Andrade, yo había deseado que se me confiara el mando a la expedición del Táchira; me parecía que con mi buena voluntad y mi decisión lo habría hecho menos mal que otros; pero ya no había que pensar en eso; tenía que aguardar otra oportunidad para poder influir en sus decisiones. 

Su turno llegaría al momento de ser nombrado jefe del Castillo de Puerto Cabello, pero ya poco podía hacer Paredes para defender lo que ya estaba perdido. 

@jjmhd
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