Es complicado
Un camino seguro y accesible para la sencillez, pasa por la recuperación de las formas. La vuelta a lo natural nos es imprescindible. Las formas dan sentido y finalidad. En especial las sociales
“La educación real consiste precisamente en poder entender más allá de los símbolos y de los mecanismos propios de la época en que nos ha tocado vivir: la educación consiste precisamente en la comprensión de una sencillez permanente presente en todas las sociedades, la vida es más que la carne, el cuerpo que es más que el vestido. El único objeto de la educación es hacernos ignorar los planes de educación. Sin educación estamos en peligro inminente grave de tomar a las personas cultas en serio.” (G. K. Chesterton)
Posiblemente lo que más abruma y dificulta la vida actual es su complejidad. Lejos de hacernos la vida más sencilla, la Tecnópolis nos la pone difícil. Llena de elementos artificiales, que son complicados de asimilar. Al tiempo que nos alejan de la experiencia de lo natural. Así los nuevos avances y posibilidades que se abren a la civilización, son muchas veces percibidos por el humano corriente, como amenazas. En nuestros contemporáneos existe como una sospecha, de que no todo es “tan bello como lo pintan”. Una actitud que suele ser la primera reacción que tenemos frente a lo novedoso o de avanzada.
Cuando esto se aplica a las ciencias de la vida y de la salud, adquiere mayor vigencia. Los nuevos métodos diagnósticos se perciben muchas veces como invasivos. Otras tantas veces como inalcanzables. Mucho más las nuevas terapias y tratamientos. Desde hace algún tiempo superan la barrera de lo inmune, para situarse en lo molecular. Llegándose a plantear hasta la posibilidad de curar o dar por superadas, condiciones o enfermedades que hasta hace poco se consideraban incurables. Posiblemente la gran muralla que todavía permanece sin flanquear, es el cáncer. Lo peor del cáncer junto a otras patologías crónicas, no es solo el sufrimiento y la desesperanza que causan. Tal vez lo más notable, es lo complicadas que son.
Lo complicado, lo complejo, nos paraliza. De alguna forma, nos deja sin capacidad de respuesta. Sobre todo de respuesta inmediata. Necesitamos memorizar formas y hasta algoritmos que de alguna manera nos permitan reaccionar frente a lo complejo. Con todo, los algoritmos se han convertido en determinantes e inductores de nuestra conducta. Especialmente al enfrentar situaciones que nos superan. La dificultad para mantener la atención y la inconstancia frente a lo arduo, pueden ser consecuencias de esa especie de sobresalto que genera en nosotros la complejidad. Vivimos perplejos y desorientados frente a una realidad que nos asume. En muchos casos, nos invade de forma violenta.
Un camino seguro y accesible para la sencillez, pasa por la recuperación de las formas. La vuelta a lo natural nos es imprescindible. Las formas dan sentido y finalidad. En especial las sociales. El camino de la urbanidad. Que tienen más de humano y de natural, que lo que estamos dispuestos a reconocer. El rito, la ceremonia, la rutina, que suelen ser análogos de la memoria y la tradición. Son de ayuda incalculable a la hora de enfrentar lo complejo. Lo sencillo puede ser nuevamente alcanzable, desde una posición de cordialidad y reconocimiento. Todo un reto para las élites atolondradas de la tecnópolis. Seguir marcando el ritmo de la cultura.
“La única manera de mantener la sencillez es fijar definitivamente una forma; es decir, convertir las cosas en ceremonia. Es una ceremonia establecida, por ejemplo, estrechar la mano, pero las clases lujosas tratan de hacerlo más variado y complicado sacudiendo las manos en el aire o hacia abajo o con dos, tres o cuatro dedos...”. (G. K. Chesterton)
José Antonio Gámez E.
jagamez@gmail.com
@vida.vibra
Posiblemente lo que más abruma y dificulta la vida actual es su complejidad. Lejos de hacernos la vida más sencilla, la Tecnópolis nos la pone difícil. Llena de elementos artificiales, que son complicados de asimilar. Al tiempo que nos alejan de la experiencia de lo natural. Así los nuevos avances y posibilidades que se abren a la civilización, son muchas veces percibidos por el humano corriente, como amenazas. En nuestros contemporáneos existe como una sospecha, de que no todo es “tan bello como lo pintan”. Una actitud que suele ser la primera reacción que tenemos frente a lo novedoso o de avanzada.
Cuando esto se aplica a las ciencias de la vida y de la salud, adquiere mayor vigencia. Los nuevos métodos diagnósticos se perciben muchas veces como invasivos. Otras tantas veces como inalcanzables. Mucho más las nuevas terapias y tratamientos. Desde hace algún tiempo superan la barrera de lo inmune, para situarse en lo molecular. Llegándose a plantear hasta la posibilidad de curar o dar por superadas, condiciones o enfermedades que hasta hace poco se consideraban incurables. Posiblemente la gran muralla que todavía permanece sin flanquear, es el cáncer. Lo peor del cáncer junto a otras patologías crónicas, no es solo el sufrimiento y la desesperanza que causan. Tal vez lo más notable, es lo complicadas que son.
Lo complicado, lo complejo, nos paraliza. De alguna forma, nos deja sin capacidad de respuesta. Sobre todo de respuesta inmediata. Necesitamos memorizar formas y hasta algoritmos que de alguna manera nos permitan reaccionar frente a lo complejo. Con todo, los algoritmos se han convertido en determinantes e inductores de nuestra conducta. Especialmente al enfrentar situaciones que nos superan. La dificultad para mantener la atención y la inconstancia frente a lo arduo, pueden ser consecuencias de esa especie de sobresalto que genera en nosotros la complejidad. Vivimos perplejos y desorientados frente a una realidad que nos asume. En muchos casos, nos invade de forma violenta.
Un camino seguro y accesible para la sencillez, pasa por la recuperación de las formas. La vuelta a lo natural nos es imprescindible. Las formas dan sentido y finalidad. En especial las sociales. El camino de la urbanidad. Que tienen más de humano y de natural, que lo que estamos dispuestos a reconocer. El rito, la ceremonia, la rutina, que suelen ser análogos de la memoria y la tradición. Son de ayuda incalculable a la hora de enfrentar lo complejo. Lo sencillo puede ser nuevamente alcanzable, desde una posición de cordialidad y reconocimiento. Todo un reto para las élites atolondradas de la tecnópolis. Seguir marcando el ritmo de la cultura.
“La única manera de mantener la sencillez es fijar definitivamente una forma; es decir, convertir las cosas en ceremonia. Es una ceremonia establecida, por ejemplo, estrechar la mano, pero las clases lujosas tratan de hacerlo más variado y complicado sacudiendo las manos en el aire o hacia abajo o con dos, tres o cuatro dedos...”. (G. K. Chesterton)
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