Gerencia en tiempos de confusión
A medida que la persona confundida tenga mayor jerarquía y proyección, se produce mayor daño, porque ejerce influencia en más personas, quienes a su vez replicarán la confusión, con un efecto multiplicador
Según el diccionario etimológico castellano, la palabra confusión viene del latín confusio, que significa desorden y revoltijo, con un pensamiento y acción incapaz de discernir, como consecuencia de la pérdida de juicio crítico que le permita decidir entre diferentes opciones. La disminución de la capacidad de discernimiento trae como consecuencia más emocionalidad que racionalidad, lo cual profundiza el estado de confusión y se corre el riesgo de caer en una espiral sin salida. En estos momentos la confusión es una característica que complica aún más los escenarios actuales, con incertidumbre, volatilidad, complejidad, ambigüedad y fragilidad, todo lo cual conduce a un estado caótico, que genera ansiedad colectiva.
Son múltiples las causas de la confusión, no solo en el proceso de gerencia, sino también en la cotidianidad aparentemente trivial, entre las cuales podemos citar algunas: no diferenciar las causas de las consecuencias, tener un locus de control externo exagerado, realizar análisis acomodaticios subestimando principios y valores fundamentales, salirse de enfoques sistémicos generales y sustituirlos por análisis puntuales condicionados fundamentalmente por conveniencias individuales, no llamar a las cosas por su verdadero nombre, no definir criterios básicos de aceptación general, ser más emocional que racional, no medir las consecuencias de las acciones, no tener propósitos de vida, no definir los roles en forma clara, no establecer metas precisas, no tener indicadores adecuados de evaluación de la gestión, subestimar o sobrestimar algunos factores, no cumplir su deber, no entender el contexto de cada cosa con el conjunto, guardar silencio cómplice, incumplimiento sistemático de las normas vigentes, irrespeto en las relaciones interpersonales, no aprender de la historia y repetir los errores, no analizar las interconexiones de los hechos con la visión que “todo depende de todo y cada cosa de la que depende no es independiente” en palabras del filósofo Shantideva, falta de coherencia entre el verbo y la acción con la correspondiente pérdida de confianza, pedirle a la institución u organización que haga lo que debe hacer el individuo y pensar que si el barco se hunde a mi camarote no le pasará nada (efecto camarote).
Son múltiples las causas de la confusión, no solo en el proceso de gerencia, sino también en la cotidianidad aparentemente trivial, entre las cuales podemos citar algunas: no diferenciar las causas de las consecuencias, tener un locus de control externo exagerado, realizar análisis acomodaticios subestimando principios y valores fundamentales, salirse de enfoques sistémicos generales y sustituirlos por análisis puntuales condicionados fundamentalmente por conveniencias individuales, no llamar a las cosas por su verdadero nombre, no definir criterios básicos de aceptación general, ser más emocional que racional, no medir las consecuencias de las acciones, no tener propósitos de vida, no definir los roles en forma clara, no establecer metas precisas, no tener indicadores adecuados de evaluación de la gestión, subestimar o sobrestimar algunos factores, no cumplir su deber, no entender el contexto de cada cosa con el conjunto, guardar silencio cómplice, incumplimiento sistemático de las normas vigentes, irrespeto en las relaciones interpersonales, no aprender de la historia y repetir los errores, no analizar las interconexiones de los hechos con la visión que “todo depende de todo y cada cosa de la que depende no es independiente” en palabras del filósofo Shantideva, falta de coherencia entre el verbo y la acción con la correspondiente pérdida de confianza, pedirle a la institución u organización que haga lo que debe hacer el individuo y pensar que si el barco se hunde a mi camarote no le pasará nada (efecto camarote).
Ante las múltiples causas mencionadas, es necesario establecer estrategias que permitan evitar la confusión o salir de la misma, de ahí que es fundamental “hacer una pausa para contemplarse a sí mismo, sin la fruición cotidiana, examinar el pasado, rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa, y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades”, como lo expresó el escritor uruguayo Mario Benedetti.
Es posible evitar la confusión si se cumplen algunas recomendaciones, entre las cuales se pueden citar las siguientes: Tener propósito de vida; actuar en forma coherente con sus principios y valores fundamentales, los cuales deben servir de marco referencial; definir reglas claras; entender el contexto de lo observado y su vinculación e interdependencia con múltiples hechos; aprender a gestionar en forma racional y adecuada las emociones propias y ajenas; desarrollar un locus de control interno que permita asumir sus propias responsabilidades y obligaciones, evitar análisis amoldados en función de conveniencias personales; promover un clima de confianza institucional que promueva a la verdad como base de negociación.
A medida que la persona confundida tenga mayor jerarquía y proyección, se produce mayor daño, porque ejerce influencia en más personas, quienes a su vez replicarán la confusión, con un efecto multiplicador.
Bartolomé Finizola Celli
ascardio.coordinacion@gmail.com
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