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Democracia agonística

La crisis democrática global se debe, entre otros factores, a una dinámica sociopolítica sumergida en una lógica de antagonismo radical que elimina la posibilidad de construir un proyecto común, no sólo a nivel nacional, sino global

  • DYLAN J. PEREIRA

10/02/2024 05:00 am

Concordamos ampliamente con el criterio de Chantal Mouffe — filósofa y politóloga belga, profesora emérita de la Universidad de Westminster en Londres — que “parecería que, en vez del fin de la historia, lo que estamos presenciando fuera en realidad el fin de la política.” Su magistral artículo “Democracia y Pluralismo Agonístico” refleja realidades incontrovertibles; decidimos enfocarnos en un aspecto en particular que consideramos ineludible para un momento de crisis democrática a nivel global, imperante en un contexto profundamente electoral como lo es el año 2024. Nos referimos precisamente al pluralismo agonístico.
 
Partiendo del hecho que “el conflicto en las sociedades democráticas no puede y no debería ser erradicado, puesto que la especificidad de la democracia moderna reside, precisamente, en el reconocimiento y la legitimación del conflicto.” (Mouffe, s.f., p.7), se tiene hoy la percepción que se está ingresado en una nueva etapa, donde, en términos de Mouffe se ha creado un nosotros y un ellos que se enmarca en una relación entre amigo y enemigo, que son percibidos mutuamente, como enemigos de identidad y una amenaza existencial. Particularmente el populismo recurre a esta metodología de comunicación política exacerbando un mensaje de identificación emocional.

La crisis democrática global se debe, entre otros factores, a una dinámica sociopolítica sumergida en una lógica de antagonismo radical que elimina la posibilidad de construir un proyecto común, no sólo a nivel nacional, sino global ante la eminencia de un contexto altamente globalizado y cooperar hacia una misma dirección orientada al bien común. En las sociedades democráticas “lo importante es que el conflicto no adopte la forma de un “antagonismo” (enfrentamiento entre enemigos) sino la forma de un “agonismo” (enfrentamiento entre adversarios).” (Mouffe, s.f., p.7) De esta forma podríamos trazar una ruta en la que todos los actores políticos se adhieran a los valores y principios democráticos. En un entorno global caldeado y amenazado por guerras y confrontaciones como el actual, es indispensable “domesticar las pasiones movilizándolas hacia propósitos democráticos.”

En aras de mirar hacia una democracia pluralista, donde los desacuerdos políticos “no solo son legítimos, sino que son también necesarios.” (Mouffe, s.f., p.9), debemos establecer una serie de instancias e instituciones, en su sentido amplio, que sean más cercanas y en cierta medida laxas para que las pasiones consigan una salida democrática. El espíritu de reforma se ha instaurado en el ideario colectivo ante una realidad golpeada por altos índices de desigualdad, crisis inflacionarias, polarización, y desafección política, particularmente en América Latina.

El sistema internacional no escapa a esta realidad multidimensional. La perpetuación de escenarios de conflictos como la Guerra en Ucrania tras la invasión rusa, los titánicos desafíos por alcanzar un alto al fuego en Gaza, el aumento de tensiones en el Mar Rojo, la inestabilidad enquistada en el África Occidental, así como los convulsos procesos políticos contemporáneos en América Latina, son señales claras de un sistema en algunos deficientes, en otros hipertrofiado, incapaz muchas veces de preservar la paz y seguridad internacionales; las fake news y la posverdad alimentan la desconfianza y apatía política, variables que retroalimentan este escenario. El multilateralismo se encuentra sumergido en una profunda crisis agravado por altas tasas de descontento y enfado social, justificado por un contexto social cada vez más vulnerable.

Para que los Estados y los sistemas políticos puedan proporcionar una salida política para la expresión del conflicto en el marco de un sistema democrático pluralista es urgente reformular el sistema de partidos predominantes, donde se ha enraizado la visión entre “nosotros los buenos” y “ellos los malos”, recientemente transformado en narrativas como “los de siempre” que enarbola Bukele en El Salvador, pese a su pasado profundamente ligado a la izquierda tradicional salvadoreña como el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) al que apoyó y en el que participó durante décadas.

Es urgente retomar el sentido y trascendencia de los pactos políticos, fruto de negociación y diálogo franco donde se establecen un marco de reglas claras, reglas del juego democrático y donde exista un total consenso en lo relativo precisamente a los principios democráticos que debe regir la dinámica, el juego y el conflicto político, donde se contemplen todos los sectores de la sociedad.

Finalmente nos atrevemos a decir, inspirados en el profesor Maximiliano Korstanje, profesor titular e investigador del Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo de Buenos Aires, que más allá de la democracia procedimental, vinculada a la forma de votación por la cual se imponen los gobernantes y por las cuales toman las decisiones políticas, en el contexto global actual se debe atender la democracia netamente estructural, “basada en las características ideales (participación, libertad, igualdad entre otras) que una sociedad debe cumplir para el buen convivir (lo socialmente esperable de la democracia).” (Korstanje, 2007, p.6)

Alain Touraine, afamado sociólogo francés, nos alertará que la democracia no es ni únicamente participativa ni exclusivamente liberal, que es ante todo arbitral, eso es lo que buscamos en cierta medida aquí. Las amenazas de nuestro tiempo atentan directamente contra la Política, y es nuestro deber retornar a ella.

Dylanjpereira01@gmail.com
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