Iglesia, democracia y comunismo
Al final de todas las dificultades, se consolidaba la idea de la necesidad de la democracia como el mejor sistema que garantiza las libertades y los derechos ciudadanos e individuales
Al evaluar en este tiempo la acción de regímenes autoritarios contra la Iglesia Católica en cuanto a la defensa de la misma de los valores espirituales asociados a la dignidad del hombre, y observando en todo su dramatismo lo que está ocurriendo en Nicaragua en contra de la misma, no debemos sino repudiarlo por elemental respeto al ser humano, a la libertad religiosa y a los derechos irrenunciables de los pueblos.
Al recordar nuestra propia historia y los acontecimientos que determinaron la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, surge entre todos los factores que influyeron en la misma, además de la acción de los estudiantes, los profesionales, los empresarios, los partidos y los militares, la significativa influencia doctrinal y pastoral de la Iglesia Católica, solidaria ante las angustias nacionales y la necesidad de recuperar la democracia en Venezuela.
Al recordar nuestra propia historia y los acontecimientos que determinaron la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, surge entre todos los factores que influyeron en la misma, además de la acción de los estudiantes, los profesionales, los empresarios, los partidos y los militares, la significativa influencia doctrinal y pastoral de la Iglesia Católica, solidaria ante las angustias nacionales y la necesidad de recuperar la democracia en Venezuela.
Entre los diversos hechos que influyeron en el cambio político, se encuentra la postura ejemplar del doctor y monseñor Rafael Arias Blanco, entonces Arzobispo de Caracas.
Su afirmativa conducta pública y privada, así como la de otros prelados, contribuyó de manera decisiva a la conciencia nacional y a la denuncia de todo lo que implicó aquel régimen dictatorial, así como también, la acción del comunismo internacional que, bajo otro signo ideológico, atentaba contra los derechos del hombre.
En tal sentido, Monseñor Arias Blanco, el 24 de octubre de 1958, dictó una carta pastoral denominada: “El comunismo despoja al hombre de su libertad y de su dignidad como ser racional”.
Advertía entre sus reflexiones, diversos aspectos que implican en definitiva el contenido de la democracia; rechazaba la utilización del hombre al considerarlo como una: “simple rueda, o pieza insignificante, en la maquinaria del Estado”; advertía cómo en los regímenes totalitarios se impedía el ejercicio del derecho de asociación; “del derecho de sufragio y carece de prensa libre”; “del derecho de pensar por cuenta propia”, y en definitiva, “del derecho de cambiar de sitio, residencia, y de trabajo”.
El documento pastoral indicaba que en el propio XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, realizado el 23 de febrero de 1956, el propio Primer Secretario del Partido hizo referencia a los horrores del gobierno de Stalin quien ejerció: “la represión en masa”, no solamente contra los enemigos del leninismo sino contra sus propios afectos.
El concepto de: “enemigo del pueblo” que el propio Stalin instauró, fue una continua excusa para acusar y castigar a personas y grupos, y el mismo, tal como lo advertía el Arzobispo Arias Blanco: “se adujo con frecuencia como única prueba contra todo aquel que no estuviera de acuerdo, por cualquier motivo, con el sucesor de Lenin en el poder”.
La destrucción de la fe cristiana y la actuación de la Iglesia Católica en defensa de la fe y la verdad, fue otro de asuntos resaltantes de la célebre pastoral.
El valor de este documento evidencia cómo no solamente se señalaban los errores y las faltas de los sistemas totalitarios comunistas sino también lo que implica la democracia, en un momento en el cual la opinión y el sentimiento de los venezolanos condenaba los excesos de la dictadura y la necesidad de establecer nuevamente en el país un sistema de libertades y derechos que permitieran la expresión de la voluntad nacional.
Al poco tiempo de esta y otras manifestaciones políticas de diversos sectores ciudadanos y militares, la dictadura llegó a su fin, y se abrió en el país un nuevo proceso político el cual el propio partido comunista venezolano respaldó luego de haber luchado como lo hizo contra la dictadura de Pérez Jiménez, y, posteriormente, al concurrir con otras fuerzas democráticas a la estabilización inicial del gobierno, reconociendo, el 10 de diciembre de 1958, la necesidad de: “respetar y defender la voluntad del pueblo expresada en los comicios, cualquiera que esta fuese y quienquiera que fuese el candidato electo” (Manifiesto del P.C.V.), todo ello a favor de la recuperación de la democracia y del surgimiento de un régimen institucionalista que permitiera a Venezuela otra realidad.
Al final de todas las dificultades, se consolidaba la idea de la necesidad de la democracia como el mejor sistema que garantiza las libertades y los derechos ciudadanos e individuales y la posibilidad, tal y como lo expresaba la histórica pastoral de Monseñor Arias Blanco, de cambiar y mejorar el destino del país.
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