La influencia
Todo parece reducirse a lograr llamar la atención. Aquello por lo que llamamos la atención, no cuenta. Lo verdaderamente importante es lograr notoriedad. A cualquier precio. Colocarse en la posición de poder influir
“Las investigaciones sugieren que la influencia se obtiene básicamente a través de dos caminos: el dominio y el prestigio. Cuando establecemos nuestro dominio, influimos en los demás porque nos ven fuertes, poderosos y autoritarios. Cuando ganamos prestigio, influimos porque los demás nos respetan y admiran.” (Adan Grant)
Tener influencia es de las cosas más deseadas por nuestros contemporáneos. Especialmente por aquellos conocidos, como nativos digitales. Parece no existir mejor oficio que el de influencer. Claro esto se refiere a una posición muy específica, que pueden lograr los que dominan las redes sociales y tienen cientos de miles, o millones, de seguidores. Es un punto notable de la era digital en que vivimos. Todo parece reducirse a lograr llamar la atención. Aquello por lo que llamamos la atención, no cuenta. Lo verdaderamente importante es lograr notoriedad. A cualquier precio. Colocarse en la posición de poder influir.
Sin darnos cuenta y como paradoja a una época de gente frágil y quebradiza, le hemos dado una preponderancia casi indiscutida al poder puro y duro. Una forma muy sutil de justificar la violencia. No de forma explícita, ni física. Pero la violencia tiene muchas variedades. Tal vez las más solapadas son las más efectivas. Es la violencia de las palabras. Si a ella sumamos la de las imágenes, podemos lograr un dúo hegemónico difícil de enfrentar. Es bastante frecuente que nos encontremos con pocos recursos cognitivos y emocionales, para contrarrestrar la acción de ese monstruo de la comunicación violenta. La violencia de los sentidos.
Otra forma de alcanzar Influencia, requiere un trabajo más arduo. Transitar el esforzado camino de la autoridad. La autoridad es una de esas nociones venidas a menos, desde hace tiempo. De hecho con frecuencia se le confunde con la de poder. Son pocos los que conservan la claridad de mente, para no confundir poder y autoridad. Casi sin darnos cuenta la cultura de la imagen, convierte todo en un problema de volumen. No solo de decibeles, también de megas o gigas. Es decir de cantidad en cualquiera de sus modalidades. Al final lo que cuenta es la cifra.
Sin embargo, no podemos negar que el que procura influir, se expone. De alguna forma tiene que dar de sí. Aunque no tenga consistencia lo que entrega. Debe entregar, hacer entregas. Publicar o editar. Si estuviéramos en igualdad de condiciones, esa exposición podría ser un flanco para contrarrestar la violencia. Pero no es el caso. Por lo menos, no el más frecuente. Aquí los donantes pueden ser confundidos con simples emisores. Los receptores, somos todos los demás. Una lógica donde la influencia puede ser equívoca. Muchas veces con demasiados sentidos, para poder ser descifrada.
“De hecho, existe una estrecha conexión entre tesón y donación. En mis investigaciones he descubierto que debido a su dedicación a los demás, los donantes están dispuestos a trabajar más tiempo y más duro que los receptores y los equilibradores. Incluso cuando el entrenamiento ya no resulta agradable, los donantes siguen esforzándose porque se sienten responsables de su equipo.” (Adan Grant)
José Antonio Gámez E.
jagamez@gmail.com
@vida.vibra
Tener influencia es de las cosas más deseadas por nuestros contemporáneos. Especialmente por aquellos conocidos, como nativos digitales. Parece no existir mejor oficio que el de influencer. Claro esto se refiere a una posición muy específica, que pueden lograr los que dominan las redes sociales y tienen cientos de miles, o millones, de seguidores. Es un punto notable de la era digital en que vivimos. Todo parece reducirse a lograr llamar la atención. Aquello por lo que llamamos la atención, no cuenta. Lo verdaderamente importante es lograr notoriedad. A cualquier precio. Colocarse en la posición de poder influir.
Sin darnos cuenta y como paradoja a una época de gente frágil y quebradiza, le hemos dado una preponderancia casi indiscutida al poder puro y duro. Una forma muy sutil de justificar la violencia. No de forma explícita, ni física. Pero la violencia tiene muchas variedades. Tal vez las más solapadas son las más efectivas. Es la violencia de las palabras. Si a ella sumamos la de las imágenes, podemos lograr un dúo hegemónico difícil de enfrentar. Es bastante frecuente que nos encontremos con pocos recursos cognitivos y emocionales, para contrarrestrar la acción de ese monstruo de la comunicación violenta. La violencia de los sentidos.
Otra forma de alcanzar Influencia, requiere un trabajo más arduo. Transitar el esforzado camino de la autoridad. La autoridad es una de esas nociones venidas a menos, desde hace tiempo. De hecho con frecuencia se le confunde con la de poder. Son pocos los que conservan la claridad de mente, para no confundir poder y autoridad. Casi sin darnos cuenta la cultura de la imagen, convierte todo en un problema de volumen. No solo de decibeles, también de megas o gigas. Es decir de cantidad en cualquiera de sus modalidades. Al final lo que cuenta es la cifra.
Sin embargo, no podemos negar que el que procura influir, se expone. De alguna forma tiene que dar de sí. Aunque no tenga consistencia lo que entrega. Debe entregar, hacer entregas. Publicar o editar. Si estuviéramos en igualdad de condiciones, esa exposición podría ser un flanco para contrarrestar la violencia. Pero no es el caso. Por lo menos, no el más frecuente. Aquí los donantes pueden ser confundidos con simples emisores. Los receptores, somos todos los demás. Una lógica donde la influencia puede ser equívoca. Muchas veces con demasiados sentidos, para poder ser descifrada.
“De hecho, existe una estrecha conexión entre tesón y donación. En mis investigaciones he descubierto que debido a su dedicación a los demás, los donantes están dispuestos a trabajar más tiempo y más duro que los receptores y los equilibradores. Incluso cuando el entrenamiento ya no resulta agradable, los donantes siguen esforzándose porque se sienten responsables de su equipo.” (Adan Grant)
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