La estulticia, una amenaza infinita
Tanto y tan marcado es el efecto de la conducta imbécil que pone en juego vidas, sociedades enteras y hasta estados constituidos y con afán de superarse de los grandes males, las trapisondas y errores de la imbecilidad como gobernantes
Desde hace muchos años la Sociedad Americana de Psicología (APA por sus siglas en inglés), concluyó de manera determinante el que la “estupidez no es una patología psicológica”; sin embargo, no dudaron los expertos en ubicarla en un estándar de “condición de vida” con impacto en los aspectos psíquicos y sociales. Estupidez, estulticia, estolidez, o cualquiera de los tantos sinónimos que le asigna la Academia Española de la Lengua, tanto por sus usos como por su extensión ha despertado interés en todas las ramas del saber, al grado que el mismísimo Albert Einstein llegó a afirmar: “Hay dos cosas infinitas: El Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
El filósofo y escritor español José Antonio Marina, autor del libro “Pequeño tratado de los grandes vicios”, respondió a una interrogante durante una entrevista: “El beber, fumar, ser mujeriego son pequeños vicios. Los grandes se enmarcan, se exhiben y despiertan admiración: El afán por el poder; por ejemplo” y termina sentenciando: “la estupidez es nuestra gran amenaza y hay mucha”.
El filósofo y escritor español José Antonio Marina, autor del libro “Pequeño tratado de los grandes vicios”, respondió a una interrogante durante una entrevista: “El beber, fumar, ser mujeriego son pequeños vicios. Los grandes se enmarcan, se exhiben y despiertan admiración: El afán por el poder; por ejemplo” y termina sentenciando: “la estupidez es nuestra gran amenaza y hay mucha”.
De ambos conceptos rescatamos el carácter infinito y su consecuente amenaza para la humanidad de la estulticia, y sus efectos devastadores en la integración familiar; mucho más resaltante es el impacto que deja en las instituciones, en el socavamiento de las bases y los principios de responsabilidad social que alimenta a las democracias y con ello un verdadero riesgo para el Estado en un todo como fenómeno social concreto.
El hecho a debatir es el comportamiento de los estólidos en sus desenvolvimientos cotidianos; es un programa psicológico asumido e internalizado, por lo tanto, constantemente hacen uso de la proyección como herramienta para trasladar a otros sus taras, defectos, mezquindades y miserias humanas, con tanta insistencia que tal vez se convencen asimismo de las narrativas construidas, y sin importar cual inverosímil resultare están convencidos de que hay un universo de crédulos a quienes es fácil convencer de sus maquinaciones enfermizas, a la par que prosiguen con las conductas a las cuales les es difícil renunciar, porque han sido asimiladas como hábitos y hacen parte de sus personalidades; es decir, luego de proyectar en el otro sus miserias, se creen con la libertad de hacer sus negociados y triquiñuelas con desparpajo, al tiempo que acusan a sus víctimas de “mala fe” o “calumnias” cuando el común se hace eco de las acciones delictivas en las que incurren.
En la imbecilidad no existen límites de rangos, nivel académico o proyección social. En la antigüedad se le atribuía esa condición a personas con discapacidades físicas o psicológicas, hoy día se sabe que la mayor discapacidad que hace universal y tan peligrosa a la estulticia, es de carácter moral. Visto desde ese ángulo asiste razón al filósofo español Marina en considerarla como la peor de las amenazas entre los grandes vicios que aquejan a la raza humana. La universalización de los medios de comunicación, el acceso a las redes de manera masiva en todos los grupos poblacionales -hoy día no es extraño que aborígenes en los más apartados lugares del planeta, se exhiban con equipos telefónicos de alta gama, -es difícil ocultar realidades, aunque por conveniencia haya multitud de “espíritus sencillos” o “crédulos” que dupliquen las narrativas, con el fin último de adular a quien construye escenarios perversos de distracción en las realidades.
La “democratización” entonces del acceso a la información –nunca de manera oficial, -permite crear puentes de difusión que finalmente se hace imposible de frenar; así, del mismo modo en que la calumnia se hace historia, la verdad en algún momento se hace evidente; es más, en la mayoría de los casos es el mismo imbécil quien facilita los procesos al hacer a sus colaboradores víctimas de sus desafueros, por aquello que las “mañas” no se limitan en el tiempo, espacio y persona, y quienes en un momento fueron multiplicadores de la falacia pasan a ocupar el lugar de quien fue su víctima. El problema radica en que la estulticia no sabe cuando detenerse, más al no tener respuesta del destinatario de sus acciones canalla, se ensaña, se desespera y hasta se aproxima al borde del paroxismo; extralimita los márgenes de la legalidad y el estado de Derecho; de todas maneras siempre culpará a su víctima cuando obtenga de esta la respuesta adecuada.
Tanto y tan marcado es el efecto de la conducta imbécil que pone en juego vidas, sociedades enteras y hasta estados constituidos y con afán de superarse de los grandes males, las trapisondas y errores de la imbecilidad como gobernantes. Suramérica hoy día es un polvorín, la ignominia sembrada por afán de poder comienza a parir los adefesios engendrados desde las altas esferas del poder; sin embargo, nadie aprende de la experiencia del otro; nadie recuerda la conversión de la expresión de “malandros” en “buenandros” al considerar tal calificación como un cliché, una segregación y etiqueta impropia a quienes habían sido y seguían siendo un drama para la sociedad; a tal efecto, se hacía necesario “empoderar” “visibilizar” la cara oculta de una sociedad en decadencia. Esa sociedad en decadencia, hoy reta a los poderes de los estados, se abroga el derecho a definir cuáles deben ser las penas o sanciones a recibir por sus delitos; y hasta las condiciones para su aplicación.
Por otra parte, la estulticia impulsa y hace atractiva la impunidad, el irrespeto por el otro, la descalificación de la meritocracia y la observancia del conocimiento como una tara o un defecto. Aquella frase “la ignorancia es audaz y atrevida”, está hoy día más vigente que nunca; los estados sin separación de poderes conducen a l deterioro de la calidad de vida, destruye los sistemas de salud y educación y con ello el futuro en todas sus dimensiones.
Pedroarcila13@gmail.com
Siguenos en
Telegram,
Instagram,
Facebook y
Twitter
para recibir en directo todas nuestras actualizaciones