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Sueños parte esencial de vida

Solo los soñadores tienen la capacidad de trascender en un mundo a menudo demasiado pragmático y artificial. Los sueños son el refugio último de nuestra esencia más auténtica y el catalizador de nuestras más grandes realizaciones

  • ECCIO LEÓN R.

20/12/2023 05:00 am

La mayoría de personas fantaseamos con cumplir nuestros sueños a lo largo de la vida. Algunos son más inalcanzables y otros los tenemos más cerca de lo que creemos, pero todos se caracterizan por inspirarnos a pensar que nuestra existencia puede ser mejor. Los sueños son como un motor que nos hace avanzar y nos impulsa a continuar esforzándonos. Los sueños no cumplidos, esos anhelos y deseos que una vez albergamos con fervor, ¿a dónde van? ¿En qué recovecos de nuestra mente se esconden? Algunos sueños no cumplidos se transforman en sombras tenaces, persiguiéndonos con la implacabilidad de un inquisidor. Son entidades imperturbables que habitan en los recovecos de nuestra conciencia, recordándonos su presencia a cada momento. Estos sueños, latentes y perpetuamente inalcanzados, se metamorfosean en armas de doble filo que atormentan nuestra mente: los sueños se convierten en verdugos del alma, ejecutando un juicio constante sobre nuestras decisiones y caminos no tomados. En este proceso, lo que en su origen fue una fuente de inspiración y un horizonte de posibilidades, se transfigura en una pesadilla inquisitorial. Este cambio radical en la naturaleza de nuestros sueños no cumplidos, no es solo una transformación de percepción, sino una reflexión filosófica sobre la condición humana, los sueños y realidades, se revela una verdad más profunda sobre nuestra existencia. Estos sueños no cumplidos, con su carga de inquisición y tortura, nos invitan a una introspección más profunda. Nos obligan a confrontar nuestras limitaciones, nuestros miedos y, sobre todo, nuestra mortalidad. En última instancia, nos enseñan que el acto de soñar, aun cuando no se concrete en realidad, es un acto profundamente humano, un testimonio de nuestra capacidad infinita para imaginar, aspirar y, en última instancia, transformar.

Otros sueños, sin embargo, se visten de nostalgia y melancolía. Nos sumergimos en reflexiones sobre lo que pudo haber sido, imaginando realidades alternativas donde esos sueños se materializaron.

Los sueños persistentes, los que se niegan a desvanecerse. Estos sueños son como destellos de colores en un cielo gris, estos sueños no cumplidos se almacenan en un cajón mental, similar a esos cajones físicos que todos tenemos, llenos de objetos olvidados: pilas usadas, mandos a distancia de aparatos obsoletos, tornillos que guardamos por si acaso. De la misma manera, los sueños no cumplidos a menudo abarrotan nuestros pensamientos, dejando poco espacio para los nuevos sueños, aquellos que aún están por cumplirse.

Con el paso del tiempo, este cajón de los sueños se va llenando , hasta el punto de hacernos creer que no vale la pena soñar. Pero es crucial recordar que los sueños no cumplidos deben ser despedidos con cariño, amor y comprensión. Es necesario abrir ese cajón, enfrentar esos sueños sin miedo ni culpa, agradecerles por el bienestar que proporcionaron en su momento y luego dejarlos ir para hacer espacio a nuevos sueños.

Soñar es un acto sagrado, un baile entre lo finito de nuestra existencia y lo infinito de nuestras aspiraciones. En el sueño, encontramos un oasis de felicidad, un lugar donde la armonía del ser se entrelaza con el propósito más elevado de nuestra alma. Cada sueño es una estrella en el firmamento de nuestra vida, guiándonos a través de la oscuridad, de la duda y el desaliento.

Estos sueños, aún no realizados, son mucho más que meros deseos; son el combustible que alimenta la llama de nuestra existencia, impulsándonos hacia delante en nuestra incansable búsqueda de realización. En el misterioso tejido del tiempo y el destino, nuestros sueños se entretejen con hilos de posibilidad infinita. Cada sueño lleva en sí el potencial de transformarse en realidad, aunque su forma, color o esencia puedan permanecer ocultos a nuestra vista.

Mantener la esperanza en este proceso es más que un acto de fe; es un reconocimiento de la magia inherente al universo y a nuestra propia naturaleza. es reconocer que, dentro de nosotros, hay un poder que trasciende lo tangible y lo inmediato. Es una afirmación audaz de que, en el vasto lienzo de la vida, somos tanto pintores como el paisaje, capaces de crear mundos de belleza y significado con el pincel de nuestra voluntad y visión.

En fin, solo los soñadores tienen la capacidad de trascender en un mundo a menudo demasiado pragmático y artificial. Los sueños son el refugio último de nuestra esencia más auténtica y el catalizador de nuestras más grandes realizaciones. 

Eccio Leon R.
@el54r 
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