No hay humo sin candela
Quien intente obviar los signos, quien niegue el momento que vive una nación que se decidió a recomponer estrategias y afinar el rumbo, no está en consonancia con la realidad que se respira en un ambiente de reorganización
En tiempos de indecisión, cuando la duda y la desconfianza es el común denominador en las conductas de los miembros de una sociedad, cualquier propuesta, o signo de un mapa de ruta colocado en la palestra es recibida con escepticismo; tal condición se convierte en una herramienta para quienes prefieren mantener la situación tal y como está, unos por conveniencia en un conformismo reprochable y escatológico, sin ambiciones de superación y que sin hacer esfuerzo reciben mendrugos de la mesa de quienes usufructúan los bienes de toda una nación. Otro grupo son quienes se ubican en el lado del colaboracionismo, por lo general seres humanos sin personalidad, que entran en la calificación del “lameperrismo”, van detrás de aquello que sueñan tener y se conforman con solo el olor, para mantener la esperanza de que algún día tendrán acceso a aquellos mendrugos; sin embargo, están convencidos que el resto de quienes transitan su misma acera, van tras los mismos objetivos a los que su miopía reduce como posibilidades ciertas.
Otro panorama (no menos perverso), lo constituyen los juzgadores externos, profetas de desastres y cronistas de desgracias, cuyo aporte es la degradación de cualquier intento (por mínimo o mediano que resulte) para encontrar salidas o al menos sentar bases para construir un camino: Estos pregoneros de las calamidades no tienen nunca una oferta creíble, una propuesta coherente y factible en medio de una situación de tribulación, critican las técnicas que usan los bomberos para mitigar el fuego, pero no son capaces de concurrir al incendio, limitándose a denostar a quien al menos hace un intento, fundamentando sus críticas en las imágenes que se les envían por los distintos medios audiovisuales. En este último caso se cumple la premisa de que: “los críticos se lamentan; los hacedores construyen”.
La semana que concluye ha dejado un panorama de desorientación. Para el común de los venezolanos aún no hay claridad sobre los sucesos; no obstante, se ha producido un sismo que saca del letargo a un país adormecido, mueve los “chinchorros” de los “enchinchorrados” y pone en alerta máxima porque al fin algo está pasando: no hay claridad en la jugada, pero la excarcelación (que no liberación plena) de algunos ciudadanos secuestrados por un sistema, que penaliza la disidencia, no es una causa de celebración dado que nunca debieron estar tras las rejas, pero es un alivio a la conciencia nacional, así como a los rehenes y sus familias; los aspavientos de algunos voceros del gobierno luego de firmar un plan de trabajo con sus adversarios, resulta similar a un gallinero escandalizado tras la primera postura de la gallina novicia. Más, algo está despertando, algo está pasando y eso es bueno en una nación donde hacía rato no pasaba nada.
Lo curioso del caso es la premura con la que se debocan los opinadores de oficio; aun no tienen la información exacta de los hechos, ni entienden por dónde se puede abrir el cauce del río, pero son expeditos en buscar los aspectos negativos y sembrar abrojos que enturbien las visión; aunque no limpien el parabrisas, tampoco deberían lanzar desechos humanos para impedir de la visión de quienes están agudizando la vista para para entender el momento, mientras se transita en un terreno con ambiente borrascoso.
Mañana domingo 22 de octubre se ejecuta un ejercicio de soberanía ciudadana, con profundo contenido civilista; una muestra de voluntad que hace renacer la convicción de que solo el mundo civil y organizado, bajo estándares democráticos es capaz de construir naciones; para lo cual, la fuerza debe ser supeditada a defender la integridad territorial y la seguridad de los procesos. Sin lugar a dudas en pocas horas estará dibujado el perfil de un nuevo liderazgo, un núcleo fortificado y sólido que tendrá como virtud aglutinar las fuerzas que pugnan por edificar una opción real y con líneas de acción definidas, mapeando estrategias y acciones hacia la consecución de objetivos que sean comunes a la mayoría de los venezolanos dentro del país, al tiempo que un faro de compromiso para la diáspora que peregrina en tierras extrañas, y que en sus sueños se revela el anhelo por el regreso a una patria distinta a la que debieron dejar sin más planes que sobrevivir.
En nuestra naturaleza está el ser optimista, y por constitución familiar somos un país de fe, una nación de creyentes (y también de crédulos), que ha sido la base de nuestras fortalezas y al tiempo que nuestras desdichas. Los días por venir tienen la visual y la sospecha de que aun en los peores de los casos, el fin de año vendrá con alivio a la dramática situación económica; hay quienes piensen que serán recursos para la expoliación y también quienes se “estrujen” las manos en espera de sus oportunidades; más, el mundo está observando de cerca, y quienes tienen el control de los poderes públicos saben que no pueden seguir tentando a su suerte; por otra parte aquellos que se prestaron para actos inconfesables contra su misma nación, deberán sentir el peso del desprecio de una república entera. Los vientos anuncian mejoría del clima, pero el humo avisa el origen de la llama, más no hacia donde derivará. Quien intente obviar los signos, quien niegue el momento que vive una nación que se decidió a recomponer estrategias y afinar el rumbo, no está en consonancia con la realidad que se respira en un ambiente de reorganización. Las hormigas quienes recogen el alimento para el invierno, han comprendido que cuadruplican en número a los saltamontes que las esclavizan; algo está pasando, es un pronóstico de cambio. No hay humo sin candela.
Pedroarcila13@gmail.com
Otro panorama (no menos perverso), lo constituyen los juzgadores externos, profetas de desastres y cronistas de desgracias, cuyo aporte es la degradación de cualquier intento (por mínimo o mediano que resulte) para encontrar salidas o al menos sentar bases para construir un camino: Estos pregoneros de las calamidades no tienen nunca una oferta creíble, una propuesta coherente y factible en medio de una situación de tribulación, critican las técnicas que usan los bomberos para mitigar el fuego, pero no son capaces de concurrir al incendio, limitándose a denostar a quien al menos hace un intento, fundamentando sus críticas en las imágenes que se les envían por los distintos medios audiovisuales. En este último caso se cumple la premisa de que: “los críticos se lamentan; los hacedores construyen”.
La semana que concluye ha dejado un panorama de desorientación. Para el común de los venezolanos aún no hay claridad sobre los sucesos; no obstante, se ha producido un sismo que saca del letargo a un país adormecido, mueve los “chinchorros” de los “enchinchorrados” y pone en alerta máxima porque al fin algo está pasando: no hay claridad en la jugada, pero la excarcelación (que no liberación plena) de algunos ciudadanos secuestrados por un sistema, que penaliza la disidencia, no es una causa de celebración dado que nunca debieron estar tras las rejas, pero es un alivio a la conciencia nacional, así como a los rehenes y sus familias; los aspavientos de algunos voceros del gobierno luego de firmar un plan de trabajo con sus adversarios, resulta similar a un gallinero escandalizado tras la primera postura de la gallina novicia. Más, algo está despertando, algo está pasando y eso es bueno en una nación donde hacía rato no pasaba nada.
Lo curioso del caso es la premura con la que se debocan los opinadores de oficio; aun no tienen la información exacta de los hechos, ni entienden por dónde se puede abrir el cauce del río, pero son expeditos en buscar los aspectos negativos y sembrar abrojos que enturbien las visión; aunque no limpien el parabrisas, tampoco deberían lanzar desechos humanos para impedir de la visión de quienes están agudizando la vista para para entender el momento, mientras se transita en un terreno con ambiente borrascoso.
Mañana domingo 22 de octubre se ejecuta un ejercicio de soberanía ciudadana, con profundo contenido civilista; una muestra de voluntad que hace renacer la convicción de que solo el mundo civil y organizado, bajo estándares democráticos es capaz de construir naciones; para lo cual, la fuerza debe ser supeditada a defender la integridad territorial y la seguridad de los procesos. Sin lugar a dudas en pocas horas estará dibujado el perfil de un nuevo liderazgo, un núcleo fortificado y sólido que tendrá como virtud aglutinar las fuerzas que pugnan por edificar una opción real y con líneas de acción definidas, mapeando estrategias y acciones hacia la consecución de objetivos que sean comunes a la mayoría de los venezolanos dentro del país, al tiempo que un faro de compromiso para la diáspora que peregrina en tierras extrañas, y que en sus sueños se revela el anhelo por el regreso a una patria distinta a la que debieron dejar sin más planes que sobrevivir.
En nuestra naturaleza está el ser optimista, y por constitución familiar somos un país de fe, una nación de creyentes (y también de crédulos), que ha sido la base de nuestras fortalezas y al tiempo que nuestras desdichas. Los días por venir tienen la visual y la sospecha de que aun en los peores de los casos, el fin de año vendrá con alivio a la dramática situación económica; hay quienes piensen que serán recursos para la expoliación y también quienes se “estrujen” las manos en espera de sus oportunidades; más, el mundo está observando de cerca, y quienes tienen el control de los poderes públicos saben que no pueden seguir tentando a su suerte; por otra parte aquellos que se prestaron para actos inconfesables contra su misma nación, deberán sentir el peso del desprecio de una república entera. Los vientos anuncian mejoría del clima, pero el humo avisa el origen de la llama, más no hacia donde derivará. Quien intente obviar los signos, quien niegue el momento que vive una nación que se decidió a recomponer estrategias y afinar el rumbo, no está en consonancia con la realidad que se respira en un ambiente de reorganización. Las hormigas quienes recogen el alimento para el invierno, han comprendido que cuadruplican en número a los saltamontes que las esclavizan; algo está pasando, es un pronóstico de cambio. No hay humo sin candela.
Pedroarcila13@gmail.com
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