Crisis de valores
ÁLVARO MONTENEGRO FOTTIQUE. Nos damos cuenta de que sin el valor de la justicia como norte de nuestra sociedad, jamás podremos avanzar como nación sino retroceder a la barbarie
Mucho se ha escrito últimamente sobre los valores que hacen falta para que un país progrese. La rama de la filosofía que estudia a los valores se llama axiología, y fue estudiada profusamente por sabios como el escocés David Hume, quien investigó sobre los principios de la moral y los ató a la utilidad y al bienestar público. Nietzsche criticó académicamente sus razonamientos, Schopenhauer se alejó de sus preceptos, y Kant ubicó la posibilidad de la ética en el sujeto mismo, con la condición de poseer autonomía dada por la libertad.
Sin tratar de hacer en estas cortas líneas un análisis profundo de los valores presentes en la sociedad actual, podemos observar que algunos valores tienen que ver con la ética, y otros con la moral, pero para los efectos de esta reflexión debemos admitir como premisa de partida, que los valores son unos puntos de apoyo anclados muy profundamente en la mente de los ciudadanos, y que le ayudan a regular su comportamiento individual.
El tema es apasionante, especialmente para nosotros los venezolanos de aquí y ahora, porque forma parte de la piedra angular de nuestra crisis existencial, de nuestra visión de sociedad, del lugar que ocupamos en el mundo. Los valores que hacen grande a cualquier país son la justicia, la honestidad, el respeto y la responsabilidad. En un país donde no hay justicia, la sociedad se resquebraja, la anarquía impera y la impunidad manda. Imposible avanzar como sociedad si no hay justicia, si no podemos ser iguales, tener los mismos derechos. De nada vale hablar de corrupción en Venezuela si el sistema judicial del país no castiga a los corruptos. Tomemos un ejemplo a título ilustrativo; el caso Odebrecht ha representado un escándalo tan grande en América Latina, que sus coletazos han originado la salida de dos presidentes de sus puestos: Dilma Rousseff de Brasil y Pedro Pablo Kuczynski del Perú. El expresidente de Brasil fue a prisión por ese asunto. El mismo caso también motivó el despido y encarcelamiento del vicepresidente de Ecuador Jorge Glas, y el juicio a numerosos ministros y funcionarios en 12 países. Sin embargo, a pesar de que el máximo ejecutivo de Odebrecht declaró haber repartido en Venezuela los sobornos más cuantiosos fuera de Brasil, ningún alto funcionario ha ido preso por este tema hasta ahora, y los ciudadanos no conocemos de investigaciones serias al respecto.
Si tomamos los ejemplos mucho más dramáticos que se encuentran en las estadísticas de los asesinatos ocurridos en Venezuela, en los cuales el asesino está libremente impune caminando por las calles continuando con sus matanzas, nos damos cuenta de que sin el valor de la justicia como norte de nuestra sociedad, jamás podremos avanzar como nación sino retroceder a la barbarie.
El origen de la corrupción nace en la discrecionalidad de los funcionarios públicos. Eso se nota en las alcabalas que pululan por todo el territorio nacional. No hay que ser un genio para darse cuenta de que si las alcabalas trajeran seguridad, Venezuela sería el país más seguro del mundo. Países que tienen mucho más seguridad que Venezuela no tienen ninguna alcabala. Un dicho popular anuncia que donde hay un permiso hay un “guiso”, por tanto ese cáncer de la corrupción hay que eliminarlo desde su raíz, que nace en la discrecionalidad del funcionario público.
En lo que respecta a los asesinatos, el valor del respeto a la vida humana debemos rescatarlo como prioridad máxima en Venezuela. No puede ser que vivamos como en las épocas del lejano oeste donde la vida de una persona no vale nada. Ladrones y asesinos hay en todos los países del mundo, pero solo aquellos que logran castigarlos como se merecen, viven con cierta tranquilidad ejemplarizante.
alvaromont@gmail.com
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