Condenado al olvido
Me agradan los ejemplos históricos porque sirven de nexo con la actualidad. Son enseñanzas que nos quedan del pasado para facilitar una lectura del presente. Lamentablemente sigue siendo usual el querer borrar un mal recuerdo
La locución latina “damnatio memoriae” significa “condena de la memoria”. El término fue oficialmente acuñado por Christoph Schreiter durante el siglo XVII, pero era una práctica usual en la antigua Roma; en donde se procedía a la eliminación de todo lo que hiciera referencia a aquella persona condenada al olvido. Incluso, más de un Emperador sufrió el castigo, pasando a derrumbarse estatuas suyas para que no fuera recordado por la posteridad.
Pese a esto, de la mano de ciertos historiadores se registran suficientes pruebas de la existencia de algunos condenados. Quizá, entre los más famosos tenemos a Nerón, un infame Emperador que llegaría a nosotros en gran parte gracias a Suetonio. Además, a diferencia del anterior mencionado, también existen otros que pudieron haber sido condenados simplemente por pugnas políticas. Es el caso del último emperador de la dinastía Flavia, Dominciano, sobre quien el Senado haría recaer la infamia, a pesar de que nos conste que fue un buen administrador del imperio.
Uno de los motivos por el cual fue condenado Nerón a semejante escarnio fue producto de sus excesos. La Domus Aurea (en español, “Casa de Oro”) fue un maravilloso palacio de más de 50 hectáreas que se construiría el Emperador, en Roma. Una ciudad dentro de la ciudad; y, para tener una idea de su gran tamaño, podemos decir que fue más grande (algunos geólogos afirman que incluso el doble) de lo que hoy es el Vaticano. Conteniendo, incluso, un lago artificial, justo en donde luego yacería el Anfiteatro Flavio (El Coliseo).
Según Suetonio, Nerón al ver concluida su obra (que tomó tan solo 4 años) dijo: “Por fin comenzaré a vivir como un humano”. Y así lo hizo, pero solo por unos cuantos meses, ya que luego caería en desgracia, para terminar suicidándose en el año 68 d.C. Con su muerte llegaría un Damnatio Memoriae, y todas las obras del ex Emperador procederían a demolerse. Trajano se encargó específicamente de la Domus, construyendo sobre ellas unas termas de uso público para devolver “al pueblo lo que era del pueblo”; ya que la Casa de Oro había sido erigida sobre unos terrenos públicos, de uso residencial, previamente abrazados por un terrible incendio en el año 64.
A pesar de ello, la historia da giros inesperados. En el siglo XVI un joven estaba recorriendo Roma al caer en un hueco encontrándose el enterrado Palacio de Nerón. Este hecho llevaría a que varios siglos después se procediera a excavar la zona y se encontrara en “buen estado” la domus neroniana. Hoy en día las termas de Trajano no existen, las mismas fueron destruidas con el paso inclemente del tiempo. Sin embargo, sirvieron para “proteger” la casa de Nerón, y así garantizar su conservación a lo largo de los siglos. Por ende, la anécdota de esta historia resulta paradójica. El fin último de un Damnatio Memoriae era acabar con el nombre de una persona. Para ello lo usual era destruir o, peor aún, construirle encima. Pero, como cualquier paradoja, los hechos condujeron a contracciones, y hoy en día vive Nerón, en el recuerdo de su Domus.
Me agradan los ejemplos históricos porque sirven de nexo con la actualidad. Son enseñanzas que nos quedan del pasado para facilitar una lectura del presente. Lamentablemente sigue siendo usual el querer borrar un mal recuerdo. El olvido se ha institucionalizado de muchas formas y hoy -en un mundo supuestamente más sabio- es ley en aquellos países que buscan desesperados sanar sus heridas pasadas.
En la China actual la práctica sigue en uso, y se emplea con total normalidad. Pasó hace unos meses con Qin Gang, ex Ministro de Relaciones Exteriores, quien fue destituido, luego de un mes ausente, sin mayor explicación. Pero la decisión no fue sólo la de sacarlo del escenario político, sino de borrar la memoria de todo lo que había hecho. Ya no se consiguen sus intervenciones oficiales en la página de la Cancillería, ni hay data de su larga gestión. Gang, fue condenado al olvido. Y ni siquiera se explicó el motivo.
@NelsonTRangel
www.netrangel.com
nelsontrangel@gmail.com
Pese a esto, de la mano de ciertos historiadores se registran suficientes pruebas de la existencia de algunos condenados. Quizá, entre los más famosos tenemos a Nerón, un infame Emperador que llegaría a nosotros en gran parte gracias a Suetonio. Además, a diferencia del anterior mencionado, también existen otros que pudieron haber sido condenados simplemente por pugnas políticas. Es el caso del último emperador de la dinastía Flavia, Dominciano, sobre quien el Senado haría recaer la infamia, a pesar de que nos conste que fue un buen administrador del imperio.
Uno de los motivos por el cual fue condenado Nerón a semejante escarnio fue producto de sus excesos. La Domus Aurea (en español, “Casa de Oro”) fue un maravilloso palacio de más de 50 hectáreas que se construiría el Emperador, en Roma. Una ciudad dentro de la ciudad; y, para tener una idea de su gran tamaño, podemos decir que fue más grande (algunos geólogos afirman que incluso el doble) de lo que hoy es el Vaticano. Conteniendo, incluso, un lago artificial, justo en donde luego yacería el Anfiteatro Flavio (El Coliseo).
Según Suetonio, Nerón al ver concluida su obra (que tomó tan solo 4 años) dijo: “Por fin comenzaré a vivir como un humano”. Y así lo hizo, pero solo por unos cuantos meses, ya que luego caería en desgracia, para terminar suicidándose en el año 68 d.C. Con su muerte llegaría un Damnatio Memoriae, y todas las obras del ex Emperador procederían a demolerse. Trajano se encargó específicamente de la Domus, construyendo sobre ellas unas termas de uso público para devolver “al pueblo lo que era del pueblo”; ya que la Casa de Oro había sido erigida sobre unos terrenos públicos, de uso residencial, previamente abrazados por un terrible incendio en el año 64.
A pesar de ello, la historia da giros inesperados. En el siglo XVI un joven estaba recorriendo Roma al caer en un hueco encontrándose el enterrado Palacio de Nerón. Este hecho llevaría a que varios siglos después se procediera a excavar la zona y se encontrara en “buen estado” la domus neroniana. Hoy en día las termas de Trajano no existen, las mismas fueron destruidas con el paso inclemente del tiempo. Sin embargo, sirvieron para “proteger” la casa de Nerón, y así garantizar su conservación a lo largo de los siglos. Por ende, la anécdota de esta historia resulta paradójica. El fin último de un Damnatio Memoriae era acabar con el nombre de una persona. Para ello lo usual era destruir o, peor aún, construirle encima. Pero, como cualquier paradoja, los hechos condujeron a contracciones, y hoy en día vive Nerón, en el recuerdo de su Domus.
Me agradan los ejemplos históricos porque sirven de nexo con la actualidad. Son enseñanzas que nos quedan del pasado para facilitar una lectura del presente. Lamentablemente sigue siendo usual el querer borrar un mal recuerdo. El olvido se ha institucionalizado de muchas formas y hoy -en un mundo supuestamente más sabio- es ley en aquellos países que buscan desesperados sanar sus heridas pasadas.
En la China actual la práctica sigue en uso, y se emplea con total normalidad. Pasó hace unos meses con Qin Gang, ex Ministro de Relaciones Exteriores, quien fue destituido, luego de un mes ausente, sin mayor explicación. Pero la decisión no fue sólo la de sacarlo del escenario político, sino de borrar la memoria de todo lo que había hecho. Ya no se consiguen sus intervenciones oficiales en la página de la Cancillería, ni hay data de su larga gestión. Gang, fue condenado al olvido. Y ni siquiera se explicó el motivo.
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