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Un papel de lija

Hoy día es común que haya personas que, por distintas causas, nos sacan de quicio con frecuencia; y que hacen cosas que nos molestan repetidamente. La sola presencia de esas personas nos trastorna, y ellas acaban con nuestra paciencia en un segundo

  • AGUSTIN ALBORNOZ S.

01/10/2023 05:00 am

En el mundo conflictivo de hoy asiduamente se nos presentan múltiples problemas de diversa índole. Algunos cuyo origen no depende de nosotros, y aún así tendremos que aprender a lidiar con ellos. Otros en cuyas causas si tenemos un papel decisivo, lo reconozcamos o no. Lo cierto es que en cualquiera de los dos casos, nuestra respuesta a dichos problemas desde el momento en que se presentan, influirá mucho para bien o para mal en el resultado de las referidas situaciones. Y en el caso en que jugamos un papel importante en la raíz del problema, además añadiremos más problemas (a veces muy serios) cuando ni siquiera admitimos ese papel que estamos jugando.

En una ocasión leí un relato de Crissy Gambrill llamado Mi papel de lija, que habla sobre el hecho de que hay personas con las que nos cuesta mucho relacionarnos; a continuación transcribo un texto que basé en dicho relato:

Hoy día es común que haya personas que, por distintas causas, nos sacan de quicio con frecuencia; y que hacen cosas que nos molestan repetidamente. La sola presencia de esas personas nos trastorna, y ellas acaban con nuestra paciencia en un segundo. Siendo honestos eso nos ha ocurrido a todos hasta con personas muy cercanas.

Cuando reflexionamos al respecto, en especial cuando se trata de personas muy cercanas, quizás nos preguntemos si estaremos castigados por largo tiempo, porque nunca podremos llevarnos bien con esa persona. Aunque en ese instante creo que más útil sería preguntarnos: ¿será que esto está pasando porque necesito aprender algo profundo sobre mí mismo?

Una de las mejores cosas que nos puede ocurrir en ese instante, es que nos percatemos de que en realidad necesitamos esa desavenencia. ¿Por qué? Porque esas personas son como una especie de papel de lija para nosotros, ya que nos ayudan a ver (a veces a descubrir) nuestros errores, nuestro lado antipático, nuestro egoísmo. Hacen con nosotros lo que un papel de lija cuando se lo pasamos a una superficie áspera: lima las asperezas y al final termina puliendo dicha superficie.

Cabe aclarar que algo usual que hacemos cuando se nos presentan situaciones como la descrita es que, en vez de ver esa lija como nuestra, nos fijamos en los defectos de la otra persona que nos saca de quicio. Y esta actitud es una muy inconveniente y negativa, porque en vez de dejarnos “limar” y “pulir” para nuestro bien, terminamos por señalar y criticar (a veces con mucho rigor) las “asperezas” de la otra persona, lo que causará aún más problemas.

Es muy sensato de nuestra parte cuando aceptamos que a dicho papel de lija se lo ha puesto en nuestra vida para hacernos entender más a fondo a nuestro verdadero yo. Y de esa forma, al aceptarlo como “mi” papel de lija esta hará resaltar “mis” defectos, dando así una magnífica oportunidad de sustituirlos por cualidades positivas. En resumen esa lija nos acerca más a Dios, y de esa manera él puede sacarnos brillo y llenarnos de amor verdadero.



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