Gerencia y educación empresarial
Para desarrollar un proceso educativo de alcance amplio en una organización, es indispensable que se genere una red humana, en donde cada uno reciba y transmita lo aprendido, tanto en la palabra como en la acción, las cuales sirvan de ejemplo y modelaje
La incertidumbre y la rapidez en la evolución de los acontecimientos, desde los niveles universales y globales hasta los locales, le plantean múltiples retos a las instituciones, que para poder superarlos deben generar los cambios necesarios que le permitan, además de cumplir con la exigencia de desarrollar un modelo de gestión con capacidad resolutiva, innovador, ágil y oportuno, poder también asumir la necesidad de promover un equipo humano con alto nivel de entrenamiento que tenga las competencias necesarias para responder a las variadas y difíciles demandas del momento, de ahí que un programa sistemático y sostenido de educación empresarial, también denominada organizacional o corporativa, enfocado al logro de los objetivos de la empresa, orientado no solo a la superación del nivel académico, sino también al mejoramiento del desempeño, lo cual es indispensable para garantizar una gestión exitosa. El proceso educacional debe tender hacia el universo de los trabajadores, de tal forma que se fomente una cultura de superación continua orientada hacia lo que algunos denominan una comunidad de aprendizaje, entendida esta como “un grupo de personas que aprende en común, utilizando herramientas similares en un mismo entorno”.
Para desarrollar un proceso educativo de alcance amplio en una organización, es indispensable que se genere una red humana, en donde cada uno reciba y transmita lo aprendido, tanto en la palabra como en la acción, las cuales sirvan de ejemplo y modelaje. En palabras de San Francisco de Asís: “Es en dar que recibimos”. La educación corporativa debe estimular también el desarrollo humano, el cual debe soportarse en una cultura organizacional generosa, que estimule el compartir del conocimiento. El poeta griego del siglo V a.C. Eurípides dejó como legado la siguiente frase “Para las almas generosas todas las tareas son nobles”. Las tareas de la cotidianidad deben constituir escenarios de educación continua, lo cual debe ser complementado con los programas académicos formales.
Étienne Charles Wenger, sociólogo suizo y Jean Lave, antropóloga estadounidense, en estudios de observación concluyeron que “la mayoría del aprendizaje no tiene lugar con el maestro, tiene lugar entre los aprendices”, por ejemplo, en instituciones de salud, específicamente de atención médica, el residente de primer año aprende del residente de segundo año y este a su vez, aprende del residente de tercer año, y finalmente todos aprenden de todos. Cuando en una organización se estimula que el conocimiento sea compartido, se genera una sinergia que tiene un efecto positivo en la cultura organizacional, el cual aunque no es cuantificable en forma inmediata, genera a mediano y largo plazo, un progreso sostenido que insensiblemente permea todos los ambientes y rincones de la institución.
Este proceso de enseñanza y aprendizaje horizontal entre pares, debe complementarse con la formación individualizada y con grupos pequeños, en la cual las personas de mayor experiencia y formación ejerzan un rol de tutor, así como también expertos externos a la organización pueden ser incorporados como docentes y facilitadores en las diferentes áreas.
La educación empresarial como parte de la cultura de la organización, conduce a una reinvención constante de su modelo de negocio, lo cual le va a permitir a la organización alcanzar un permanente proceso de adaptación en función de las necesidades de sus usuarios y de esta forma lograr mantener la capacidad de competir en forma proactiva. La educación empresarial debe constituir una política permanente de todas las organizaciones.
Bartolomé Finizola Celli
ascardio.coordinacion@gmail.com
Para desarrollar un proceso educativo de alcance amplio en una organización, es indispensable que se genere una red humana, en donde cada uno reciba y transmita lo aprendido, tanto en la palabra como en la acción, las cuales sirvan de ejemplo y modelaje. En palabras de San Francisco de Asís: “Es en dar que recibimos”. La educación corporativa debe estimular también el desarrollo humano, el cual debe soportarse en una cultura organizacional generosa, que estimule el compartir del conocimiento. El poeta griego del siglo V a.C. Eurípides dejó como legado la siguiente frase “Para las almas generosas todas las tareas son nobles”. Las tareas de la cotidianidad deben constituir escenarios de educación continua, lo cual debe ser complementado con los programas académicos formales.
Étienne Charles Wenger, sociólogo suizo y Jean Lave, antropóloga estadounidense, en estudios de observación concluyeron que “la mayoría del aprendizaje no tiene lugar con el maestro, tiene lugar entre los aprendices”, por ejemplo, en instituciones de salud, específicamente de atención médica, el residente de primer año aprende del residente de segundo año y este a su vez, aprende del residente de tercer año, y finalmente todos aprenden de todos. Cuando en una organización se estimula que el conocimiento sea compartido, se genera una sinergia que tiene un efecto positivo en la cultura organizacional, el cual aunque no es cuantificable en forma inmediata, genera a mediano y largo plazo, un progreso sostenido que insensiblemente permea todos los ambientes y rincones de la institución.
Este proceso de enseñanza y aprendizaje horizontal entre pares, debe complementarse con la formación individualizada y con grupos pequeños, en la cual las personas de mayor experiencia y formación ejerzan un rol de tutor, así como también expertos externos a la organización pueden ser incorporados como docentes y facilitadores en las diferentes áreas.
La educación empresarial como parte de la cultura de la organización, conduce a una reinvención constante de su modelo de negocio, lo cual le va a permitir a la organización alcanzar un permanente proceso de adaptación en función de las necesidades de sus usuarios y de esta forma lograr mantener la capacidad de competir en forma proactiva. La educación empresarial debe constituir una política permanente de todas las organizaciones.
Bartolomé Finizola Celli
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