Fuerzas de la debilidad
Tendremos la oportunidad de oro de conocer a Dios de verdad, y la ayuda y fortaleza que él nos puede infundir, para aprender a afrontar y resolver las dificultades
Ante la adversidad y los problemas usualmente tomaremos una de estas actitudes: 1. Haremos el rol de víctimas (de la situación o de a quienes le echaremos la culpa de la misma), lo que al final nos llevará a un callejón de amargura sin salida; 2. Tendremos la oportunidad de oro de conocer a Dios de verdad, y la ayuda y fortaleza que él nos puede infundir, para aprender a afrontar y resolver las dificultades. De paso así nos prepararemos para las que puedan surgir en el futuro.
Enseguida un texto de Dick Innes (Daily Encounter) que ilustra el tema:
En su libro Confidence, Alan McGinnis habla de un estudio hecho por Víctor y Mildred Goertzel sobre los antecedentes familiares de 300 personas que alcanzaron grandes logros en la vida. Muchas de ellas son muy conocidas: Franklin D. Roosevelt, Helen Keller, Winston Churchill, Albert Schweitzer, Gandhi y Einstein.
Los resultados del estudio son una sorpresa y fuente de aliento para muchos. Algunos ejemplos: «Tres cuartas partes conocieron la pobreza en la niñez, vivieron en un hogar deshecho o tuvieron unos padres que los rechazaron o eran muy posesivos o autoritarios; 74 de los 85 novelistas y dramaturgos y 16 de los 20 poetas vieron de niños a sus padres enredados en tensos dramas psicológicos. Una cuarta parte tenían impedimentos físicos como ceguera, sordera o parálisis.» Todos tenían más debilidades e impedimentos que muchos a quienes les falta confianza por su escasa autoestima. Entonces, ¿por qué destacaron? Posiblemente porque al compensar su debilidad sobresalieron en otros sentidos.
Uno de los entrevistados explicó: «Lo que influyó en mí más que nada fue mi tartamudez. De no haber sido tartamudo, tal vez habría estudiado en Cambridge como mis hermanos, quizá me habría hecho catedrático y de vez en cuando habría publicado un aburrido libro sobre literatura francesa.» El que dijo esto y tartamudeó hasta el final de sus días fue W. Somerset Maugham, reflexionando sobre su vida a los 86 años. Para entonces había llegado a ser un escritor de renombre internacional con más de 20 libros publicados, 30 obras de teatro y numerosos ensayos y cuentos en su haber.
En mi familia también tuvimos problemas. Lo decisivo en mi caso fue un hondo sentido del llamamiento de Dios y mi fe y entrega a Jesucristo (así como mucho trabajo arduo y maduración). Tiemblo al pensar dónde habría terminado si no hubiera sido por mi fe y mi vida cristiana.
Lo que importa en la vida no es lo que tengamos o no tengamos, sino lo que hagamos con lo que tenemos y cómo afrontemos y resolvamos las dificultades.
Se ha dicho, y lo cito con frecuencia: «Aunque en algún momento haya sido víctima, si sigo siéndolo será por voluntad propia». Sea cual sea nuestro pasado, si a diario confiamos y encomendamos a Dios nuestra vida, tenemos esperanza ante el futuro. A nosotros mismos nos toca decidir qué vamos a hacer en el presente para ser lo que Dios quiere que seamos más adelante.
@viviendovalores
@agusal77
Enseguida un texto de Dick Innes (Daily Encounter) que ilustra el tema:
En su libro Confidence, Alan McGinnis habla de un estudio hecho por Víctor y Mildred Goertzel sobre los antecedentes familiares de 300 personas que alcanzaron grandes logros en la vida. Muchas de ellas son muy conocidas: Franklin D. Roosevelt, Helen Keller, Winston Churchill, Albert Schweitzer, Gandhi y Einstein.
Los resultados del estudio son una sorpresa y fuente de aliento para muchos. Algunos ejemplos: «Tres cuartas partes conocieron la pobreza en la niñez, vivieron en un hogar deshecho o tuvieron unos padres que los rechazaron o eran muy posesivos o autoritarios; 74 de los 85 novelistas y dramaturgos y 16 de los 20 poetas vieron de niños a sus padres enredados en tensos dramas psicológicos. Una cuarta parte tenían impedimentos físicos como ceguera, sordera o parálisis.» Todos tenían más debilidades e impedimentos que muchos a quienes les falta confianza por su escasa autoestima. Entonces, ¿por qué destacaron? Posiblemente porque al compensar su debilidad sobresalieron en otros sentidos.
Uno de los entrevistados explicó: «Lo que influyó en mí más que nada fue mi tartamudez. De no haber sido tartamudo, tal vez habría estudiado en Cambridge como mis hermanos, quizá me habría hecho catedrático y de vez en cuando habría publicado un aburrido libro sobre literatura francesa.» El que dijo esto y tartamudeó hasta el final de sus días fue W. Somerset Maugham, reflexionando sobre su vida a los 86 años. Para entonces había llegado a ser un escritor de renombre internacional con más de 20 libros publicados, 30 obras de teatro y numerosos ensayos y cuentos en su haber.
En mi familia también tuvimos problemas. Lo decisivo en mi caso fue un hondo sentido del llamamiento de Dios y mi fe y entrega a Jesucristo (así como mucho trabajo arduo y maduración). Tiemblo al pensar dónde habría terminado si no hubiera sido por mi fe y mi vida cristiana.
Lo que importa en la vida no es lo que tengamos o no tengamos, sino lo que hagamos con lo que tenemos y cómo afrontemos y resolvamos las dificultades.
Se ha dicho, y lo cito con frecuencia: «Aunque en algún momento haya sido víctima, si sigo siéndolo será por voluntad propia». Sea cual sea nuestro pasado, si a diario confiamos y encomendamos a Dios nuestra vida, tenemos esperanza ante el futuro. A nosotros mismos nos toca decidir qué vamos a hacer en el presente para ser lo que Dios quiere que seamos más adelante.
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