Hay cosas que ya no puedo dejar en el tintero, no sé si son las canas.

Me refiero a la reciprocidad en las relaciones entre los países, un concepto que apreciamos desde las épocas bíblicas.

Desde el siglo XVII estamos escuchando del principio de “cortesía internacional", que dio origen a la doctrina de la reciprocidad recogida finalmente en la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas.

Hoy, con la debilidad de los entes multilaterales y la pérdida de credibilidad de los que la han dirigido, la reciprocidad se convierte en un saludo a la bandera.

Hay que vetar de la ONU a los países donde las mujeres no tienen derechos, donde se castiga a los homosexuales, a los países que no permitan libertad religiosa.

Que Rusia y China sean miembros permanentes del Consejo de Seguridad es bochornoso, como lo es también que Cuba, Nicaragua, Corea del Norte e Irán participen en Naciones Unidas. ¿Qué reciprocidad podemos esperar de Estados forajidos?

La ONU hoy es una especie de club donde no existe ningún parámetro de moralidad para admitir ni controlar a sus miembros. Allí se sientan en una misma mesa demócratas, tiranos y terroristas. La reciprocidad no es importante.

Si realmente se aplicara la reciprocidad como debe ser, no deberíamos aceptar que nacionales de países donde no hay libertad religiosa se residencien en otros en los que sí pueden practicar su fe.

No es posible por ejemplo que en China los turistas no puedan acceder a revisar sus correos y tengan bloqueadas plataformas como Google, y que tampoco puedan emitir opiniones de lo que ven, pero los chinos cruzan la frontera y hacen lo que se les viene en gana, eso hay que revisarlo.

No es aceptable el maltrato al que someten a los turistas que llegan a ciertos países donde los accesos migratorios en los aeropuertos son denigrantes, y los turistas solo rezan porque el funcionario de turno esté de buen humor; sin embargo, cuando sus nacionales viajan a otros países son recibidos con alfombra roja y sin tantas preguntas, también eso requiere de una debida reciprocidad y una mirada en la lupa. Así mismo, si un país le exige a otro visado para ingresar, habrá que exigir reciprocidad y los lapsos de espera para ser atendidos en los consulados y el trato a los usuarios debe de ser similar, más bien idéntico.

Igualmente las mujeres que viajan a ciertos países árabes son obligadas a vestirse de una manera, sin embargo, las mujeres de esos países pueden perfectamente hacer “topless”, en una playa del Mediterráneo o del Caribe, eso también amerita reciprocidad.

Por cada mezquita que hay en Occidente hay que exigir a los países de Medio Oriente que tienen que permitir sinagogas, iglesias o templos budistas, por ejemplo.

No puede ser que todos tengamos que hacer un esfuerzo para hablar inglés, pero quienes lo hablan no intenten entender a los demás.

Llegó el momento de aplicar estrictamente el principio de la reciprocidad, ese ojo por ojo de la diplomacia; y cuidado, esa es la única manera que podamos forzar el renacer de la igualdad entre naciones.
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