Recién se cumplieron 82 años del Farhud (despojo violento), la hecatombe que sufrieron los judíos en Irak a manos de ultranacionalistas árabes aliados a los jerarcas nazis, quienes ya habían establecido fábricas de matanza en Europa. Los líderes árabes, incluido el Muftí de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini, instigaron la violencia antisemita en Bagdad, que acaeció el 1 y el 2 de junio de 1941, aprovechando el vacío de poder entre el fallido golpe del fascismo iraquí y la reanudación del control británico. Las víctimas fueron millares, pertenecientes a la milenaria comunidad judía: cientos fueron asesinados, miles resultaron brutalmente heridos; las sinagogas destrozadas; docenas de tiendas quemadas y hogares saqueados.

El Farhud fue consecuencia de años de permanente incitación antisemita y simboliza la destrucción de la comunidad judía iraquí de unos 2.600 años de antigüedad. En los años 30, Fritz Grobba, ejerció como embajador de Alemania en el Reino de Irak, amplió los lazos militares y culturales, y fue responsable de la amplia difusión de la propaganda nazi.

Tras el renacimiento de Israel, los países árabes mostraron que sus poblaciones judías ya no eran toleradas, a través de severas leyes, arrestos ilegítimos y más formas de acoso. Una década después del pogrom de Farhud, casi todos los judíos de Irak habían huido. Cerca de un millón de judíos fueron obligados a huir de los países árabes e islámicos. Unos 120.000 judíos iraquíes, tras renunciar a su ciudadanía y a sus bienes, fueron trasladados a Israel en la Operación Ezra y Nehemías (1951-1952). Al día de hoy, la presencia judía está prohibida en Irak.

La ira contra los judíos de Irak en 1941 fue parte de un programa de limpieza étnica para eliminar a las comunidades judías de la región. Edwin Black, estudioso del tema, afirmó: “País tras país, desde Marruecos hasta Irak, atacaron a unos 850.000 judíos, robándoles sus posesiones, sus hogares, sus negocios y su ciudadanía”.

Estos judíos expulsados fueron acogidos y absorbidos por el Estado judío. El mundo y las instituciones internacionales como la ONU han sido indiferentes a estos crímenes; no establecieron ayudas ni compensaciones para estos judíos robados, perseguidos y aniquilados. Se debe reconocer lo ocurrido y hacer justicia.

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