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Bolaño, entre paréntesis

Muchos no saben que Bolaño, más que un narrador, se consideraba un poeta y los poemas descriptivos (en verso y en prosa) reunidos en La Universidad Desconocida, escritos a partir de su llegada a España en 1977, nos muestran el otro lado del artista

  • RICARDO GIL OTAIZA

04/06/2023 05:03 am

Mi generación literaria es espléndida, tiene entre los suyos a figuras prominentes, a hombres y mujeres que han hecho de su obra emblema de toda una época: un espacio para la cultura y, además, punto de encuentro y vaso comunicante intergeneracional. A propósito de esto, se cumplen este 15 de julio veinte años de la partida del escritor chileno Roberto Bolaño (Santiago de Chile 1953- Barcelona 2023), y parece que fue ayer por la conmoción y el quiebre que tal suceso trajo consigo, por el desconcierto entre sus lectores, por el cese de una carrera que no siempre fue exitosa como cabría suponerse, y que se fraguó en la brasa ardiente de la pasión obsesiva por las letras, de la más infame de la indiferencias y, finalmente, de una fama que lo halló sentenciado a muerte.

Irrumpió Bolaño en nuestro mundo libresco y lo hizo con fuerza y estilo propio, innovó la narrativa en lengua española, abrió boquetes y exaltó aspectos en los que nadie había reparado y mucho menos atrevido a profundizar, amalgamó lo mejor de la tradición latinoamericana y europea, insertó en sus impecables artefactos literarios múltiples aristas que los hicieron memorables: lo detectivesco, lo filosófico, lo poético, la decadencia como hecho epocal, la extraña fusión entre la orilla y el epicentro urbano, lo realista y lo ficcional, el retrato de sí mismo y la fiereza de un entorno díscolo y perverso, la reflexión ontológica del mal y de la muerte, el sexo como tabla de salvación personal y grupal, la mirada fría y a la vez apasionada de la vida que bulle, pero que al mismo tiempo se escapa por la tangente y a la que hay que arrancarle hasta el último hálito, so pena del fracaso existencial, y de lo humano.

En Bolaño es el hecho literario en su más pura literalidad el eje aglutinador de una propuesta desclasada e imposible de encapsular en el inasible canon, que golpea y a la vez huye hacia adelante, que recompone y conjunta los jirones dejados por estetas anteriores, quienes no se atrevieron (quizá por miedo) a dar el salto, a entregar sin resquemores de ningún tipo lo que en Bolaño fue esencia: una autenticidad rayana en suicidio, un desnudarse sin mirar atrás, un trajinar la lengua casi hasta el máximo de sus posibilidades, una mirada prospectiva que se erige aún hoy en vaticinio, en deslumbre de la razón, en arquetipo de lo literariamente correcto, en mensaje encriptado a quienes en su presente (el ayer) o en su posteridad (el presente) se apresuren a desentrañarlo.

Conocí a Bolaño cuando su obra ya clásica, Los detectives salvajes (1998), oceánica por donde se la mire, nos cayó encima como un poderoso aluvión, y no lo digo sólo por los premios que alcanzó con este libro (el Herralde de Anagrama y el Rómulo Gallegos, lo que implicó su definitiva consagración), sino por lo que significó para nosotros (autores y lectores): un mazazo, un llamado de atención, un abrupto reconocer que la literatura se reinventa en sus posibilidades estéticas, y que dependerá de nuestra atenta mirada el que podamos acceder a nuevos territorios y a elevadas cimas de realización artística.

Ah, de sopetón y como por arte de magia, nos llegó toda la carga de títulos anteriores y posteriores del autor (en cuento, novela y ensayo), que nos mostró parte de su vasto recorrido: La literatura nazi en América, Llamadas telefónicas, Putas asesinas, El gaucho insufrible, Estrella distante, Amuleto, Monsieur Pain, Nocturno de Chile y Amberes. Luego de su muerte se editaron: Entre paréntesis, 2666 (su obra más ambiciosa), El secreto del mal y La Universidad Desconocida. Terminé de releer éste último y lo disfruté como en el 2007: en él se nos muestra Bolaño en su más íngrima interioridad, expresa en poesía cuestiones que nunca hizo en sus novelas. Si bien este volumen conjunta algunas piezas incluidas en otros libros, y muchas otras inéditas, la totalidad es en sí una obra redonda y sin fisuras que el autor atesoró hasta su muerte.

Muchos no saben que Bolaño, más que un narrador, se consideraba un poeta y los poemas descriptivos (en verso y en prosa) reunidos en La Universidad Desconocida, escritos a partir de su llegada a España en 1977, nos muestran el otro lado del artista, y en ellos hallamos los sueños de juventud, las ilusiones de alcanzar la gloria, sus vicisitudes, sus temores cercanos al nuevo siglo de dejar a su hijo Lautaro en la inopia en vista de su larga enfermedad hepática. Resulta conmovedor leer algunos textos dedicados al niño (para entonces con dos años); le dice en Dos poemas para Lautaro: “Lee a los viejos poetas / y cuida sus libros / Es uno de los pocos consejos que te puede dar tu padre.” Al final agrega: “Resistid queridos libritos / Atravesad los días como caballeros medievales / Y cuidad de mi hijo / En los años venideros.”

Ahora releo Entre paréntesis, sus artículos de opinión, y resulta magnífico el complemento de este tomo a su obra narrativa, porque es, como lo dice el editor, un compendio a modo de biografía fragmentaria. Leer sus ensayos es conocer el Bolaño pensador incisivo y agudo, al que no le tiembla la pluma, pero también el ser humano, el lector de Borges y de Neruda, pero también de sus contemporáneos, el crítico literario, el buceador contumaz en las profundidades de la palabra impresa, que le apasionó desde su temprana juventud y a la que legó una Obra. Así, con mayúscula.

rigilo99@gmail.com
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