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Una denigrada labor: el periodismo

La desenfrenada mentira, unida en manipulaciones, deslices malintencionados y arbitrariedades generadas por esa malsana idea de que el reportero es un ser privilegiado, acrecentado por encima del resto de los mortales

  • RAFAEL DEL NARANCO

28/05/2023 05:07 am

La codicia personal es mala consejera para el periodismo, y el deseo del medio informativo de mantenerse contra viento y marea en la cresta de la ola noticiosa puede ser peor, y eso, de una forma u otra, está sucediendo con frecuencia en los sectores de la comunicación masiva, sobre cualquier parte del planeta y, siguiendo el mismo mal lastimero, similarmente en nuestro país caribeño.

La desenfrenada mentira, unida en manipulaciones, deslices malintencionados y arbitrariedades generadas por esa malsana idea de que el reportero es un ser privilegiado, acrecentado por encima del resto de los mortales.

El retrato no es una persona humana, no obstante, en esa esencia, emergen al unísono el bien y el mal en todas y cada una de sus características morales.

El editor-dueño se suele valer de su poder sobre la redacción para extorsionar en su trabajo, ganar con ello su malévolo negocio y crear informaciones tergiversadas en provecho propio. Nada nuevo bajo el cielo protector que nos envuelve la existencia diaria. Somos mitad espíritu, y la otra mitad légamo.

Uno no es un sabueso que husmea en el lodo del camino; no obstante, asume años en esta profesión de ramalazos y partos diarios, para sentir casi al instante una vibración extraña e insondable, cuando una reseña informativa “está coja”, es decir, cuenta con “vacíos” intencionados para dar otro rumbo a la investigación verdadera.

He admirado y lo sigo haciendo, entre otros esclarecidos informadores periodístico, la valía en su profesión – hay en ella considerables hombres y mujeres – de José Antonio Zarzalejos, director en dos momentos de su historia personal del vetusto diario madrileño ABC. Conocedor en penetrante hondonada de los intríngulis de una labor siempre al filo de la navaja, no obstante sigue siendo tan apasionante como bizarra.

Hacer información es fácil, lo peliagudo es explicarla y defenderla, cara al director responsable de la publicación, continuamente en el epicentro de una inquebrantable borrasca por llevar a puerto esas frágiles bobinas embetunadas en tinta, con noticias y pensamientos azarosos, unos apaciblemente sutiles, y hieráticos otros.

A Zarzalejos siempre le hemos contemplado puntual en sus planteamientos, no haciendo concesión alguna a la verdad responsable. En una conferencia ofrecida hace años en el Monasterio del Escorial en Madrid, dejó dicho:

“El director es el depositario de la confianza de la empresa editora para mantener la línea del periódico, y ser garante de los derechos y deberes de los redactores, de los protagonistas de la información y de los lectores”.

En otros párrafos resaltó: “El director nunca es más importante ni puede estar por encima de su propio periódico, porque el diario es un proyecto permanente y que le trasciende”.

De forma equivalente, igualmente expresó que un responsable de la dirección del diario, poseerá siempre credibilidad: “Si sabe, acepta y apuesta por rodearse de colaboradores brillantes, valiosos y eficaces, incluso más que él. Pero si este esquema no se lleva adelante, entonces el medio y la clase periodística adolecen de un enorme grado de credibilidad”.

Mi persona emergió entre periódicos y revistas. Llegué a ello con 15 años, y nunca las abandoné. He sido un amante fiel. Las redacciones han sido mi legítima aula para el conocimiento de la subsistencia, y en ella he absorbido la cuantía del valor de la libertad plena.

Lo había dicho anteriormente José María Aznar, ex presidente del Gobierno español, a una pregunta de la Asociación Mundial de Periódicos: “¿Qué significa para usted la Libertad de Prensa?”

El manifestó: “El pluralismo político e ideológico no puede existir sin prensa libre, porque carecería de cauces para su expresión y difusión entre las personas que finalmente tienen que tomar las decisiones últimas, los votantes”.

En nuestra América Latina - Colombia en primer plano - ha sido un punto terrible para eliminar periodistas. A partir de 1977 han sido asesinados 152 reporteros. Entre ellos recordamos a un amigo personal, Guillermo Cano, director del diario El Espectador.

Sucedió unos meses después de venir los dos a París, ciudad en la que habíamos participado con directores de medios de casi todo el mundo, a los actos que habían organizado en conjunto la Agencia France-Presse y Air France, a raíz de las jornadas del centenario de la primera.

Con tal motivo, hubo una recepción en el Palacio del Eliseo, sede de la Presidencia de la República, con la presencia del presidente Jacques Chirac.

Guillermo Cano fue cruelmente asesinado el 17 de diciembre 1986. Golpe de espanto, al ser una figura moral portentosa, defensor a ultranza de la democracia y la grandeza de sus valores.

Había hablado en diversos momentos sobre la moral que debería mantener en alto todo informador de un medio de comunicación. Y así se expresó:

“Cuando un periodista pierde su credibilidad, desaparece su prestigio y se destroza el respeto que la opinión pública pueda tener sobre sus opiniones y sus informaciones”.

Una veracidad más alta que una montaña rozando el cielo protector, y sendero ineludible hacia la dignidad de esta profesión cuya meta es el humanismo, y cuyo sendero nos llevará al labrantío de la verdad.

rnaranco@hotmail.com
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