Permacrisis e inestabilidad global
La convergencia de la era post pandemia, con la guerra en Ucrania y la crisis climática ha desembocado en lo que el presidente francés Emmanuel Macron ha denominado “el fin de la abundancia” catalizado por brotes inflacionarios en todo el globo
La permacrisis, elegida palabra del 2022, lastra sus efectos hacia el 2023 con contundencia. Existen grandes fracturas geopolíticas, sociales y económicas reforzadas por una marcada inoperatividad de los sistemas políticos en cuestiones fundamentales como la seguridad nacional e internacional, acceso a los bienes básicos, así como la estabilidad social y política. La democracia es la gran damnificada; el instituto V-Dem advierte que el nivel de democracia del que ha gozado la ciudadanía global en 2022 “ha bajado a los niveles de 1989”, antes de la caída del Muro de Berlín.
La convergencia de la era post pandemia, con la guerra en Ucrania y la crisis climática ha desembocado en lo que el presidente francés Emmanuel Macron ha denominado “el fin de la abundancia” catalizado por brotes inflacionarios en todo el globo, con comportamientos anómalos en la Zona Euro y Estados Unidos, aunque también con escenarios dramáticos en economías emergentes como Turquía, que irá este fin de semana las urnas electorales, con índices inflacionarios cercanos al 85%, y el letargo de la mayor parte de las economías latinoamericanas.
El riesgo de una gran “Crisis de deuda” amenaza a los países más vulnerables macroeconómicamente, sobre todo si las temerarias previsiones de recesión de las grandes economías se confirman; hay señales claras, según eupinions 49% de la población de la UE señala el aumento del coste de vida como su principal preocupación
La sensación de agotamiento y fragilidad toma paulatinamente el control de las sociedades. La cooperación internacional se ha congelado ante una fragmentación geoeconómica de corte realista basada en instrumentos de coerción y lo que denominamos “atomización estratégica” de las grandes superpotencias. El fantasma de la guerra recorre una vez más las calles de Europa, e incluso el paradigma de integración global como lo es la Unión Europea, un proyecto esencialmente de paz apuesta por la formación de un ejército comunitario y refuerzo de sus capacidades armamentísticas.
La doctrina militar nuclear de no proliferación pende de un hilo; la destrucción mutua asegurada tiene diversos puntos calientes a seguir de cerca; la tentación atómica se hace presente en la guerra en Ucrania, con amenazas consecutivas por parte del Kremlin de usar “armas estratégicas disuasivas” en caso de verse en una situación desesperada en el campo de batalla ante una posible contraofensiva ucraniana efectiva; el acuerdo nuclear iraní sigue en un punto muerto; así mismo, China insiste en su presión política, diplomática, económica y militar sobre Taiwán.
La profunda crisis climática, sigue encaminada hacia un aumento de las temperaturas de 2,5ºC para 2100, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, cuyos efectos amenazan con tornarse irreversibles, y perpetuar la mayor crisis alimentaria de la humanidad; Según Naciones Unidas, hay unos 345 millones de personas de 82 países en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo, unos 200 millones más que antes de la pandemia, agudizado por la guerra en Ucrania y las consecuencias del cambio climático
Otro factor fundamental, que se acelera en este entorno global de profunda inestabilidad y convulsión es la migración. De los ocho mil millones de personas en el planeta, un billón están en situación de movilidad, principalmente interna, pero también internacional. Hoy en día, el 50% de los migrantes internacionales son mujeres. No todos poseen la condición de refugiados, conforme a la Convención de Ginebra, sino que fueron desplazados debido a crisis y conflictos o por factores del entorno. Rescatar el valor de los migrantes es vital.
Según los diversos instrumentos internacionales, “toda persona tiene derecho a buscar y disfrutar de asilo en otros países frente a la persecución”. DUDH, art. 14(1) La Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y el Protocolo de 1967 sobre el Estatuto de los Refugiados cubren tres temas principales: La definición básica de refugiado, junto con los términos para el cese y la exclusión del estatuto de refugiado; El estatus legal de los refugiados en su país de asilo, sus derechos y obligaciones, incluido el derecho a ser protegidos contra el retorno forzoso o la devolución a un territorio donde su vida o libertad estarían amenazadas; las obligaciones de los Estados, incluida la cooperación con el ACNUR en el ejercicio de sus funciones y la facilitación de su deber de supervisar la aplicación de la Convención.
El tema migratorio se interrelaciona no solo con las dificultades de los países de origen de los migrantes sino con los recelos y preocupaciones de los países receptores, principalmente Estados Unidos y Europa. En lo que va de año, más de 50 000 personas han realizado un peligroso viaje a través del mar Mediterráneo, para llegar a la Unión Europea. Este año, ya han muerto más 700 personas en ese trayecto según el director de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU. La Guardia Costera italiana ya ha rescatado a más de 30 000 personas este año.
El drama migratorio también se extiende al otro lado del Atlántico; a falta de cifras oficiales, ONGs calculan miles los migrantes que esperan en el lado mexicano de los más de 3.000 kilómetros de frontera con Estados Unidos. Es necesario reafirmar la obligación de la protección de los derechos humanos. La cooperación internacional sigue siendo clave para abordar la cuestión migratoria; parece prudente y necesaria la nueva visión que se intenta implementar en las agendas de Washington y Bruselas, de revertir el fenómeno migratorio apoyando el desarrollo de capacidades en los países de origen, mejorando la calidad de vida en estas naciones, invirtiendo en educación, proyectos de desarrollo local, entre otras estrategias.
Es urgente que regiones como América Latina hagan un ejercicio de introspección, y se busque la voluntad política general continental de mejorar significativamente las condiciones económicas sociales y políticas locales, apuntando hacia un modelo de desarrollo plural, inclusivo y sostenible que repercutirá eminentemente en una reducción de estos flujos migratorios tan dramáticos y complejos.
Dylanjpereira01@gmail.com
La convergencia de la era post pandemia, con la guerra en Ucrania y la crisis climática ha desembocado en lo que el presidente francés Emmanuel Macron ha denominado “el fin de la abundancia” catalizado por brotes inflacionarios en todo el globo, con comportamientos anómalos en la Zona Euro y Estados Unidos, aunque también con escenarios dramáticos en economías emergentes como Turquía, que irá este fin de semana las urnas electorales, con índices inflacionarios cercanos al 85%, y el letargo de la mayor parte de las economías latinoamericanas.
El riesgo de una gran “Crisis de deuda” amenaza a los países más vulnerables macroeconómicamente, sobre todo si las temerarias previsiones de recesión de las grandes economías se confirman; hay señales claras, según eupinions 49% de la población de la UE señala el aumento del coste de vida como su principal preocupación
La sensación de agotamiento y fragilidad toma paulatinamente el control de las sociedades. La cooperación internacional se ha congelado ante una fragmentación geoeconómica de corte realista basada en instrumentos de coerción y lo que denominamos “atomización estratégica” de las grandes superpotencias. El fantasma de la guerra recorre una vez más las calles de Europa, e incluso el paradigma de integración global como lo es la Unión Europea, un proyecto esencialmente de paz apuesta por la formación de un ejército comunitario y refuerzo de sus capacidades armamentísticas.
La doctrina militar nuclear de no proliferación pende de un hilo; la destrucción mutua asegurada tiene diversos puntos calientes a seguir de cerca; la tentación atómica se hace presente en la guerra en Ucrania, con amenazas consecutivas por parte del Kremlin de usar “armas estratégicas disuasivas” en caso de verse en una situación desesperada en el campo de batalla ante una posible contraofensiva ucraniana efectiva; el acuerdo nuclear iraní sigue en un punto muerto; así mismo, China insiste en su presión política, diplomática, económica y militar sobre Taiwán.
La profunda crisis climática, sigue encaminada hacia un aumento de las temperaturas de 2,5ºC para 2100, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, cuyos efectos amenazan con tornarse irreversibles, y perpetuar la mayor crisis alimentaria de la humanidad; Según Naciones Unidas, hay unos 345 millones de personas de 82 países en situación de inseguridad alimentaria aguda o de alto riesgo, unos 200 millones más que antes de la pandemia, agudizado por la guerra en Ucrania y las consecuencias del cambio climático
Otro factor fundamental, que se acelera en este entorno global de profunda inestabilidad y convulsión es la migración. De los ocho mil millones de personas en el planeta, un billón están en situación de movilidad, principalmente interna, pero también internacional. Hoy en día, el 50% de los migrantes internacionales son mujeres. No todos poseen la condición de refugiados, conforme a la Convención de Ginebra, sino que fueron desplazados debido a crisis y conflictos o por factores del entorno. Rescatar el valor de los migrantes es vital.
Según los diversos instrumentos internacionales, “toda persona tiene derecho a buscar y disfrutar de asilo en otros países frente a la persecución”. DUDH, art. 14(1) La Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados y el Protocolo de 1967 sobre el Estatuto de los Refugiados cubren tres temas principales: La definición básica de refugiado, junto con los términos para el cese y la exclusión del estatuto de refugiado; El estatus legal de los refugiados en su país de asilo, sus derechos y obligaciones, incluido el derecho a ser protegidos contra el retorno forzoso o la devolución a un territorio donde su vida o libertad estarían amenazadas; las obligaciones de los Estados, incluida la cooperación con el ACNUR en el ejercicio de sus funciones y la facilitación de su deber de supervisar la aplicación de la Convención.
El tema migratorio se interrelaciona no solo con las dificultades de los países de origen de los migrantes sino con los recelos y preocupaciones de los países receptores, principalmente Estados Unidos y Europa. En lo que va de año, más de 50 000 personas han realizado un peligroso viaje a través del mar Mediterráneo, para llegar a la Unión Europea. Este año, ya han muerto más 700 personas en ese trayecto según el director de la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU. La Guardia Costera italiana ya ha rescatado a más de 30 000 personas este año.
El drama migratorio también se extiende al otro lado del Atlántico; a falta de cifras oficiales, ONGs calculan miles los migrantes que esperan en el lado mexicano de los más de 3.000 kilómetros de frontera con Estados Unidos. Es necesario reafirmar la obligación de la protección de los derechos humanos. La cooperación internacional sigue siendo clave para abordar la cuestión migratoria; parece prudente y necesaria la nueva visión que se intenta implementar en las agendas de Washington y Bruselas, de revertir el fenómeno migratorio apoyando el desarrollo de capacidades en los países de origen, mejorando la calidad de vida en estas naciones, invirtiendo en educación, proyectos de desarrollo local, entre otras estrategias.
Es urgente que regiones como América Latina hagan un ejercicio de introspección, y se busque la voluntad política general continental de mejorar significativamente las condiciones económicas sociales y políticas locales, apuntando hacia un modelo de desarrollo plural, inclusivo y sostenible que repercutirá eminentemente en una reducción de estos flujos migratorios tan dramáticos y complejos.
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