Los cuatro años de Petro
Su óptima relación con Estados Unidos y su giro al campo del reformismo y la búsqueda de la pacificación de Venezuela indican por dónde está el camino a transitar
Por mandato de la Constitución de Colombia, el período presidencial dura cuatro años y no hay reelección. Esto significa que el ejercicio de gobierno es muy corto en materia temporal. Así se observa con el presidente Gustavo Petro quien se ha presentado con un paquete de reformas en un contexto legislativo que no lo sigue. Por ello la coalición partidista formada estos meses con paciencia y negociaciones en el “cuarto oscuro” no han dado resultados. Se trata de una intoxicación temprana causada por un apuro que no se entiende a veces.
En verdad, la nueva administración neogranadina ha abierto varios frentes a la vez, lo que acelera el mandato presidencial dando la impresión que se está agotando la novedad de un gobierno diferente con gente distinta a quienes habían estado en el poder por tantos años. La reforma fiscal, la reforma social y la reforma educativa son procesos que han movido a la política colombiana. Esto se dado conjuntamente con sendas iniciativas políticas en donde resaltan la búsqueda de la paz total con la guerrilla y los paramilitares y una mediación a favor de un entendimiento del régimen y de la oposición en el caso de Venezuela.
Todas estas iniciativas significan una sobrecarga a un sistema político marcado históricamente por el estilo que Juan Linz describió con inteligencia como una “democracia de caballeros”, en donde todo se arreglaba entre los líderes de los partidos tradicionales y con el apoyo de los llamados “caciques”. Esa pirámide de poder ya no existe, al menos en su tipología tradicional y el panorama político colombiano es hoy más complejo. El presidente Petro no tiene para sí un conglomerado de esa naturaleza. Su fuerza viene del vacío político de una Colombia que se apagó y que por muchos años trató de detener las ansias de cambio en el país.
Es por ello que se nota una fragilidad gubernamental y legislativa, fragilidad que puede ser controlada si se va poco a poco en el ejercicio de la política. Apurarse y observar todos los días cuanto tiempo queda para finalizar los cuatro años de esa carrera puede llevar a un agotamiento temprano del gobierno. Hay que recordar que, si bien es cierto que la victoria del Pacto Histórico es en si mismo un hito en la historia de Colombia, la vieja política no ha desparecido, ni la violencia rural.
En cuanto al plano internacional, todo parece indicar que el presidente Petro aspira a tener un rol activo en el plano mundial. Su óptima relación con Estados Unidos y su giro al campo del reformismo y la búsqueda de la pacificación de Venezuela indican por dónde está el camino a transitar. No es fácil emprender este viaje con un mundo tan dislocado.
Quedan entonces tres opciones para el gobierno de Petro. O sigue recalentando el sistema político colombiano, o se repliega o se radicaliza y pasa a presentarse sin tapujos en los escenarios internos y externos. Lo que si es cierto es que no debe agotarse tan rápidamente. ¡Son tan solo cuatro años!!!
romecan53@hotmail.com
En verdad, la nueva administración neogranadina ha abierto varios frentes a la vez, lo que acelera el mandato presidencial dando la impresión que se está agotando la novedad de un gobierno diferente con gente distinta a quienes habían estado en el poder por tantos años. La reforma fiscal, la reforma social y la reforma educativa son procesos que han movido a la política colombiana. Esto se dado conjuntamente con sendas iniciativas políticas en donde resaltan la búsqueda de la paz total con la guerrilla y los paramilitares y una mediación a favor de un entendimiento del régimen y de la oposición en el caso de Venezuela.
Todas estas iniciativas significan una sobrecarga a un sistema político marcado históricamente por el estilo que Juan Linz describió con inteligencia como una “democracia de caballeros”, en donde todo se arreglaba entre los líderes de los partidos tradicionales y con el apoyo de los llamados “caciques”. Esa pirámide de poder ya no existe, al menos en su tipología tradicional y el panorama político colombiano es hoy más complejo. El presidente Petro no tiene para sí un conglomerado de esa naturaleza. Su fuerza viene del vacío político de una Colombia que se apagó y que por muchos años trató de detener las ansias de cambio en el país.
Es por ello que se nota una fragilidad gubernamental y legislativa, fragilidad que puede ser controlada si se va poco a poco en el ejercicio de la política. Apurarse y observar todos los días cuanto tiempo queda para finalizar los cuatro años de esa carrera puede llevar a un agotamiento temprano del gobierno. Hay que recordar que, si bien es cierto que la victoria del Pacto Histórico es en si mismo un hito en la historia de Colombia, la vieja política no ha desparecido, ni la violencia rural.
En cuanto al plano internacional, todo parece indicar que el presidente Petro aspira a tener un rol activo en el plano mundial. Su óptima relación con Estados Unidos y su giro al campo del reformismo y la búsqueda de la pacificación de Venezuela indican por dónde está el camino a transitar. No es fácil emprender este viaje con un mundo tan dislocado.
Quedan entonces tres opciones para el gobierno de Petro. O sigue recalentando el sistema político colombiano, o se repliega o se radicaliza y pasa a presentarse sin tapujos en los escenarios internos y externos. Lo que si es cierto es que no debe agotarse tan rápidamente. ¡Son tan solo cuatro años!!!
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