Estímulos, refuerzos y consecuencias
Las redes sociales y los falsos liderazgos de “estrellas” del starsystem, conducen a la repetición de conductas que socavan la inteligencia y el buen proceder
Vivimos días turbulentos. Nunca antes nos debatimos de forma tan cruel entre un futuro sustentable y el exterminio mismo de las buenas prácticas y la sobrevivencia del planeta todo. En lo próximo, el desarrollo truncado y la amenazada de las oportunidades, requieren de mayor esfuerzo y más entereza para superar la trampa que tenemos enfrente.
La lucha por el control del planeta ha institucionalizado la mentira, la inmoralidad y la muerte en una confrontación entre la terquedad hegemónica y la opción de la multipolaridad, donde el consenso y equidad eviten los desmanes del poder sin control y las aberraciones del pensamiento único, que, para males superiores, termina por desconocer al otro y negar su existencia y sus derechos.
Todas estas conductas han alcanzado a lo nacional, bien sea vía impacto de las decisiones criminales contra el país para aprovecharse de sus recursos por un lado, o por el camino criminal del saqueo y el robo de los recursos, por el otro.
Esa doble moral que pretende justificar ambas actitudes criminales, y vivir de ellas, ha dejado un profundo daño moral y ético en la sociedad, más allá del perjuicio económico y social que ya subsiste por la situación.
Para aquellos que necesitan cometer abiertamente sus felonías y fechorías, se requiere mantener a la sociedad distraída, dislocada de la realidad, disociado de lo que ocurre realmente y su trasfondo, para que con una actitud inerte para no critique, no lo analice y menos aún actúe por cambiar esa realidad.
Estas acciones generan conductas deleznables que se repiten cacofónicamente para paisajizarlas y pretender normalizar lo que nos destruye como conjunto social, pero que permite a esos pocos bribones sus acciones contra todos. Esto oculto en el disimulo trágico del refuerzo intenso de malos hábitos que estimulan la destrucción del país sin medir las consecuencias.
En Venezuela se experimenta con mucha fuerza la pérdida de la moral pública. La corrupción campea abiertamente en todos los espacios de la vida social, si no de hecho sí en el discurso. La reiteración del mensaje de robo y la corrupción posiciona como positiva la conducta, por lo que la perdida de la moral y la ética en el manejo de los recursos de otros se convierte en una constante. Cobra fuerza aquella frase nefasta “no me des sino ponme donde haiga”, que pervierte y deja consecuencias tan impredecibles como imperdonables.
Las redes sociales y los falsos liderazgos de “estrellas” del starsystem, conducen a la repetición de conductas que socavan la inteligencia y el buen proceder. Estos influenciadores de la sociedad permean con drogas, licor y procacidad las relaciones sociales y las pervierten. La reiteración de este mensaje impulsa el abandono del estudio, la copia de modelos negativos, el inmediatismo que frustra el esfuerzo, el ego que imita la mentira para sentirse parte de algo a lo que no se pertenece, y todo esto conduce al fin del trabajo para la construcción sustentable.
Otra ventana para la distracción de la masa es el reggaetón y la hipersexualización de la juventud, que gracias a la repetición sistemática de letras y conductas impone y estimula el embarazo a temprana edad, el consumo de drogas, la violencia y el Onlyfans, una desviación discursiva del emprendimiento que expone el intercambio de sexo por dinero, acción relacionada al concepto de la prostitución.
Las cadenas de televisión por internet también imponen antivalores en sus contenidos que son ampliamente comentados. Las series que pretender socializar las mafias, narcos, muertes y prostitución, generando una colombianización de hecho de los valores pero desde lo peor de ese país. Igualmente pasa con Disney con su programación sexodiversa para una comunidad infantil que no está preparada moral, psicológica ni biológicamente para recibir tales contenidos, en un hecho de manipulación, alienación, coacción y presión social sin parangón alguna. Apagarlos parece la mejor alternativa.
La corrupción, y es bueno repetirlo porque es uno de los mayores males que tenemos como sociedad, dentro y fuera del país, no solo desdibuja la falta de esfuerzo e impone la perdida de la ética en funciones públicas, sino que termina por criminalizar la honradez.
Todos estos mensajes y su reiteración activa y programada conducen a la sociedad al abismo, una masa de zombis que impensantes deambulan por la vida autodestruyéndose al emular a sus referentes e influenciadores negativos.
Así, como consecuencia, se impone el irrespeto, la falta de reconocimiento del otro, los falsos derechos del capricho de algunos sobre los derechos reales de la mayoría, lo que pronto generará un quiebre social con enjambres de grupos violentos y alienados que terminarán por fracturar las relaciones sociales hasta destruirlas por completo, premiando así a la idiotez, entre otros males.
Hacer algo en contrasentido de esta demoniaca realidad es una obligación. Hay que comenzar por apagar las redes sociales y canales de televisión, no escuchar la radio y encender la lectura, impulsar el estudio, trabajar con ganas y analizar, que nadie se ha muerto por pensar.
Analiza, piensa y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social
@leozuritave
leozurita.ve@gmail.com
La lucha por el control del planeta ha institucionalizado la mentira, la inmoralidad y la muerte en una confrontación entre la terquedad hegemónica y la opción de la multipolaridad, donde el consenso y equidad eviten los desmanes del poder sin control y las aberraciones del pensamiento único, que, para males superiores, termina por desconocer al otro y negar su existencia y sus derechos.
Todas estas conductas han alcanzado a lo nacional, bien sea vía impacto de las decisiones criminales contra el país para aprovecharse de sus recursos por un lado, o por el camino criminal del saqueo y el robo de los recursos, por el otro.
Esa doble moral que pretende justificar ambas actitudes criminales, y vivir de ellas, ha dejado un profundo daño moral y ético en la sociedad, más allá del perjuicio económico y social que ya subsiste por la situación.
Para aquellos que necesitan cometer abiertamente sus felonías y fechorías, se requiere mantener a la sociedad distraída, dislocada de la realidad, disociado de lo que ocurre realmente y su trasfondo, para que con una actitud inerte para no critique, no lo analice y menos aún actúe por cambiar esa realidad.
Estas acciones generan conductas deleznables que se repiten cacofónicamente para paisajizarlas y pretender normalizar lo que nos destruye como conjunto social, pero que permite a esos pocos bribones sus acciones contra todos. Esto oculto en el disimulo trágico del refuerzo intenso de malos hábitos que estimulan la destrucción del país sin medir las consecuencias.
En Venezuela se experimenta con mucha fuerza la pérdida de la moral pública. La corrupción campea abiertamente en todos los espacios de la vida social, si no de hecho sí en el discurso. La reiteración del mensaje de robo y la corrupción posiciona como positiva la conducta, por lo que la perdida de la moral y la ética en el manejo de los recursos de otros se convierte en una constante. Cobra fuerza aquella frase nefasta “no me des sino ponme donde haiga”, que pervierte y deja consecuencias tan impredecibles como imperdonables.
Las redes sociales y los falsos liderazgos de “estrellas” del starsystem, conducen a la repetición de conductas que socavan la inteligencia y el buen proceder. Estos influenciadores de la sociedad permean con drogas, licor y procacidad las relaciones sociales y las pervierten. La reiteración de este mensaje impulsa el abandono del estudio, la copia de modelos negativos, el inmediatismo que frustra el esfuerzo, el ego que imita la mentira para sentirse parte de algo a lo que no se pertenece, y todo esto conduce al fin del trabajo para la construcción sustentable.
Otra ventana para la distracción de la masa es el reggaetón y la hipersexualización de la juventud, que gracias a la repetición sistemática de letras y conductas impone y estimula el embarazo a temprana edad, el consumo de drogas, la violencia y el Onlyfans, una desviación discursiva del emprendimiento que expone el intercambio de sexo por dinero, acción relacionada al concepto de la prostitución.
Las cadenas de televisión por internet también imponen antivalores en sus contenidos que son ampliamente comentados. Las series que pretender socializar las mafias, narcos, muertes y prostitución, generando una colombianización de hecho de los valores pero desde lo peor de ese país. Igualmente pasa con Disney con su programación sexodiversa para una comunidad infantil que no está preparada moral, psicológica ni biológicamente para recibir tales contenidos, en un hecho de manipulación, alienación, coacción y presión social sin parangón alguna. Apagarlos parece la mejor alternativa.
La corrupción, y es bueno repetirlo porque es uno de los mayores males que tenemos como sociedad, dentro y fuera del país, no solo desdibuja la falta de esfuerzo e impone la perdida de la ética en funciones públicas, sino que termina por criminalizar la honradez.
Todos estos mensajes y su reiteración activa y programada conducen a la sociedad al abismo, una masa de zombis que impensantes deambulan por la vida autodestruyéndose al emular a sus referentes e influenciadores negativos.
Así, como consecuencia, se impone el irrespeto, la falta de reconocimiento del otro, los falsos derechos del capricho de algunos sobre los derechos reales de la mayoría, lo que pronto generará un quiebre social con enjambres de grupos violentos y alienados que terminarán por fracturar las relaciones sociales hasta destruirlas por completo, premiando así a la idiotez, entre otros males.
Hacer algo en contrasentido de esta demoniaca realidad es una obligación. Hay que comenzar por apagar las redes sociales y canales de televisión, no escuchar la radio y encender la lectura, impulsar el estudio, trabajar con ganas y analizar, que nadie se ha muerto por pensar.
Analiza, piensa y crea.
Leonardo Zurita
Comunicador Social
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