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Entre la resignación y el miedo

FÉLIX CORDERO PERAZA. El esfuerzo individual es ineficaz y fragmentario. Tenemos que remar todos a la vez a un mismo puerto, con objetivos claros y evaluables. La lucha es larga

  • FELIX CORDERO PERAZA

22/07/2018 05:00 am

Un sentimiento de estoicismo y resignación acompaña el comportamiento y la actitud de la gente ante la grave y caótica crisis económica que atraviesa la nación. Alrededor del 70% de las personas no alcanzan cubrir el costo de la canasta básica de alimentos. Una población con ingresos familiares paupérrimos. Caos en los servicios de luz, agua, aseo y transporte. Sin dinero para los gastos de educación y salud. Y una delincuencia que impunemente mantiene en jaque a las personas, bienes y patrimonios públicos. Como si esto fuera poco, huérfanos de un liderazgo asertivo que proponga soluciones y plantee alternativas que puedan estimular acciones colectivas de envergadura: convincentes, realistas y razonables. Un liderazgo opositor desacreditado y fracturado. Desmovilizado y desgarrado. 

Cuando impera la lucha individual
En síntesis, una población atrapada por una profunda crisis económica carente de cicerone y liderazgo. Ante la ausencia de dirigentes, la gente ha optado por quemarse las pestañas y hacer de tripas corazones. Luchar solo y bregar como en los coliseos romanos por la vida. Son dos tercios de los habitantes combatiendo a la adversidad a brazo partido. Peleando con un monstruo de cien cabezas: la hiperinflación. Sin tener un programa de lucha y una estrategia para combatirla. En la práctica, miles formas de hacerlo, millones de esfuerzos sobrehumanos. En el fondo, el espíritu del optimismo y la autoestima del ADN del venezolano. Confianza en sí mismo y certidumbre de los grandes. Esa brega por sobrevivir dejará para la historia una épica de sacrificio y mansedumbre, pocas veces visto en la historia del continente. Son gladiadores lidiando día a día por uno u otro alimento. 

¿Hasta cuándo durará esto? Es la pregunta iracunda de millones de personas. ¡No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista! Dice el proverbio popular. Algún día acabará. Esa es la expectativa; el anhelo. Puede más la prudencia que el desespero. La desmoralización corre como agua en río crecido. Y la impaciencia toma cuerpo en los caños y quebradas. Una sociedad en hondo desasosiego… en constante alarma. Nadie sabe qué va a pasar. La confusión y la duda reinan majestuosas. No se vislumbra ningún mesías… ningún caudillo. ¿Espera a uno de ellos la gente? Ante el fracaso del liderazgo político. Una constante histórica venezolana enseña que desde Bolívar, todos los caudillos de los siglos XIX y XX, fueron sustituidos por líderes de la misma corriente. Igual pasó con José Antonio Páez, los hermanos Monagas, Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez, entre otros. Por ahora, no se percibe a nadie… pero seguro que saldrá. Lo más probable es que salga de las FFAA. ¡No sé, digo yo! Unida, compacta… homogénea. Una sola línea de mando… Tal como centurión romano. 

Se impone el terror y el miedo
El descontento se manifiesta en las protestas diarias por causa de los bajos sueldos e ingresos, la crisis de los servicios públicos y la violación de los derechos humanos en calles, cárceles y prisiones. Pero son protestas de grupos sectoriales, sin acompañamiento de pueblo. Minúsculas y poco representativas. Esa es la verdad, aunque cueste decirlo. Pareciera que una fuerte honda de miedo y terror atrapara a los individuos. Pánico de salir agredido, herido o muerto. Horror a una casta militar agresiva y violenta que no tiene condescendencia cultural con los derechos humanos. Obviamente, esto no es un sentimiento espontáneo, obedece a una estrategia de guerra muy bien planificada. 

Sin horizonte de esperanza
Lo peor de todo es que no hay luz al final del túnel. Perspectiva de superar la crisis. Lo que observa la gente es un control total de los factores de poder por parte del gobierno. Poder omnímodo que se revela en la influencia que ejerce en todas las expresiones del quehacer social, político y económico de la nación. Solo compensada por tímidas e individuales expresiones de oposición aisladas e intranscendentes, que buscan espacios en las redes sociales. Mientras no se unifique la oposición, escojan un líder y representen una alternativa válida a la presente y caótica situación, no veremos un horizonte de esperanza y certidumbre… El esfuerzo individual es ineficaz y fragmentario. Tenemos que remar todos a la vez a un mismo puerto, con objetivos claros y evaluables. La lucha es larga. 

fcordero@eluniversal.com 

efecepe2010@gmail.com 

@efecepe2010
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