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Hispanoamérica y Brasil: Diferencias y paradojas

Los procesos de institucionalización y cohesión territorial de las vastas tierras portuguesas en Brasil demorarían mucho más que las de aquellas dominada por los españoles

  • ALFREDO TORO HARDY

29/03/2023 05:04 am

La manera en que España y Portugal asumieron la conquista de sus territorios en América no pudo ser más diferente. Para los españoles la reconquista de su territorio frente a los moros y la conquista de América representaron un proceso continuo. El año de 1492 conecta a ambos fenómenos, dando fin a la primera de las dos empresas e iniciando la segunda. Ello adquiere profundo significado. Ningún otro país europeo sin el sentido de movilización militar y religioso que evidenció España a lo largo de ocho siglos, hubiese podido acometer la epopeya americana con tal determinación y energía.

En poco más de cincuenta años, España subyugó, cristianizó, urbanizó, pobló, encauzó económicamente, fundo universidades y brindó estructuras administrativas a un espacio físico y humano desmesurado. Un espacio cuya geografía estaba conformada por selvas tropicales inaccesibles, cordilleras intransitables y desiertos inclementes.

Durante esas primeras cinco décadas, en efecto, los conquistadores españoles derrotaron a civilizaciones y a pueblos indígenas inmensamente superiores en número y acostumbrados a la guerra. Ello incluyó a dos de los mayores imperios de la época, el Azteca y el Inca. Más allá de los excesos de violencia cometidos, los cuales son aún resentidos, se trató de una empresa sobrehumana.

Durante ese tiempo, y más allá también de la destrucción de códices y creencias ancestrales o de dar la espalda a los avances de aquellas civilizaciones tales como los conocimientos astronómicos mayas o la sofisticación de las redes de conectividad incas, los españoles materializaron lo que para ellos era importante: evangelizar a todo un continente. Esto, en si mismo, representó un esfuerzo superlativo que implicó el dominio de las lenguas y de las simbologías indígenas, como instrumento de enseñanza religiosa.

Acostumbrados a fundar ciudades, en el proceso de expansión de fronteras que caracterizó a su lucha contra los moros, los españoles trasladaron a América este impulso urbanístico. Durante el lapso de tiempo citado dieron origen a una amplia red de centros urbanos a todo lo largo y ancho de la geografía americana. Construidos bajo una visión estratégica, los mismos integraron a los espacios interiores y a estos, a la vez, con los puertos marítimos.

Poblar resultó una tarea paralela a la de urbanizar. Nuevas villas, pueblos y ciudades implicaban familias. Esto, a la vez, implicaba traer mujeres de España. Es creencia generalizada que la ausencia de mujeres españolas durante ese período impulsó el mestizaje. Ello es cierto, pero no del todo. Según el historiador español José Luís Martínez, mayor tratadista en este tema, un tercio de los arribos a tierras americanas durante el primer cuarto de siglo de la conquista se correspondió a mujeres. Aproximádamente, por tanto, una mitad de los conquistadores pudo casarse con españolas (Pasajeros a Indias, Madrid, Alianza Editorial, 1983).

A partir de 1545 comienza el desarrollo minero en gran escala en tierra americana. Esto puso en marcha una ambiciosa dinámica de interconexión económica y de construcción de infraestructuras. Los trabajadores de las minas necesitaban viviendas y alimentos, mientras el trabajo en estas requería de herramientas, utensilios y cuero en cantidad. Mulas y caballos eran necesarios para mover el oro y la plata a los puntos de exportación, lo cual a la vez requería de caminos y puertos. Haciendas y hatos ganaderos eran a la vez necesarios para proporcionar alimentos, bestias de carga y cueros. Y así sucesivamente en medio de una compleja imbricación de actividades.

En 1538 se funda la primera universidad de las Américas, la de Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo. Esta sería seguida en 1551 por las universidades de México y de San Marcos en Lima. A la vez, una sólida estructura administrativa fue instaurada durante dicho lapso. Desde España el Consejo de Indias tenía jurisdicción sobre sobre el conjunto de las tierras en América, mientras en esta última dos virreinatos, los de Nueva España y Perú, controlaban a las audiencias (entre ellas la de Santo Domingo y Santa Fe de Bogotá), las cuales a la vez lo hacían sobre gobernaciones y ciudades.

Nada remotamente parecido ocurrió durante los cincuenta y tantos años posteriores a la llegada de los portugueses a Brasil en 1500. El hecho de que Portugal hubiese reconquistado su propio territorio de los moros 243 años antes que los españoles el suyo, definió otra prioridad. Esta vino representada por la exploración y el comercio marítimos. Para 1510 los portugueses estaban fundando la ciudad de Goa en la India y, pocos años después, controlaban el comercio mundial de las especies desde sus fortificaciones en la actual Indonesia.

Portugal tenía, a no dudarlo, una vocación global y comercial desconocida para los españoles. Sin embargo, mientras estos últimos controlaban a plenitud sus posesiones, los portugueses tenían un dominio laxo de las suyas. No en balde, no tardarían en ser expulsados de gran parte de aquellas tierras lejanas por los holandeses.

Mientras todo aquello acontecía, el Brasil portugués languidecía en el abandono. Apenas si un puñado de factorías de exportación de productos primarios de distribuían en sus costas. Los pocos portugueses llegados a aquellas tierras, aprovechando la tradición indígena de incorporar a sus tribus a quienes desposasen a sus mujeres, se unían a tantas como podían entre las distintas tribus. Sus hijos, mucho más cercanos a la cultura de sus madres que a la de sus padres, hablaban en lengua Tupi.

Surgen de allí, en lo que es hoy Sao Paulo, los llamados Bandeirantes. Se trataba de un grupo humano rudo y primitivo que, precedido por sus banderas, se adentraba en nuevos territorios a la caza de indios. Ello, con el objetivo de venderlos como esclavos. Este proceso de penetración en los espacios interiores de la geografía brasileña los convertiría en pioneros hoy celebrados de la nacionalidad.

Los procesos de institucionalización y cohesión territorial de las vastas tierras portuguesas en Brasil demorarían mucho más que las de aquellas dominada por los españoles. Paradójicamente, al momento de acceder a sus respectivas independencias, la institucionalización y cohesión territorial del Brasil superaría con creces a las de las nuevas repúblicas hispanoamericanas. Ello, sin embargo, forma parte de otro capítulo histórico.

altohar@hotmail.com
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