Del habla esperpéntica
El idioma es un gran valor nacional. La profusión de errores ortográficos es asociada por estudios científicos con la oligofrenia o debilidad mental
“Et nunc et semper” se había tratado peor en Venezuela el idioma castellano, que ahora: Nunca jamás. Y esto es harto lamentable porque es nuestro idioma y además porque es elegantísimo. Freud –uno de los dos sabios más prominentes del siglo XX– al congratular al señor López B. por la “correctísima” versión al español de sus obras completas, escribió:
“Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal ‘Don Quijote’ en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana”.
Tal belleza es ajada en Venezuela por todos los sectores e incluso los más selectos, como por ejemplo el universitario y en algunas ocasiones hasta la Academia de la Lengua venezolana. Para el mejoramiento del español deberían las escuelas de Derecho abrir cursos para los universitarios en general y hasta para sus alumnos, y sin excluir a algunos de los profesores, en especial a los que impusieron el horrible terminacho “garantista” y hasta lo incrustaron en el Código Orgánico Procesal Penal (COPP). Se hace más libre a una persona si se le enseña a hablar y escribir mejor. No es sólo un adorno. La palabra es el nuncio de las ideas del hombre y por ello de su alma.
Afean el idioma con el dequeísmo y el queísmo: Digo de que; Creo de que; pienso de que; me doy de cuenta. Y estoy seguro que; me acordé que y, así, un largo etcétera. Y palabrejas como aperturar y accesar. Hasta algunos penalistas consuman un españolicidio con “abalear” (lo correcto es balear), “discapacitado” (por incapacitado), “victimizar”, mujer ¡abusada! (por violada), “riela” y “derecho” ¡en minúscula! Los imitadores dicen que no los “soportan” (tienen razón) porque nos les dan apoyo económico (el to support inglés). Y embutieron los términos “la chica”, “le llama” (vicio del leísmo), “acá” (hace mucho no se oye el más correcto “aquí”, por mucho más conciso). “Vienen a la fiesta” (cuando es que “van” a la fiesta que habrá en sitio diferente al ocupado por quien invita); cursilerías como “diseño curricular” e incorrecciones como “bizarro” por estrambótico”.
Al narrar deporte, como en el recién finalizado Clásico Mundial de Béisbol por Directv o curiosamente ahora llamado “Simple”, un muy buen narrador criollo repetía que los equipos están “peliando” e incurren en el horrísono “el pitcher caminó a fulano”; y la afectación hace que por ejemplo algunos hablaran de “Osovaldo Guillena”, “Omara Vizquela” y hoy de “Miguela Cabrera” y “Salvadora Péreza”. Remato citándolos al querer decir “habló con él” y decían “habló cona ela”. La imitación es favorecida por el mismísimo Diccionario de la Real Academia, que con demagogia admitió “beicon” (por tocineta) y hasta ¡“over booking”! Antes de que los mascachicle acaben con nuestro noble idioma, hay que recordarles que “monkey see, monkey do”…
El pésimo uso del idioma no es un tema menor. Eso propicia una desnaturalización (¿qué cosa más natural que hablar?) y propicia la paulatina intervención de gentes y hasta potencias extranjeras con disimulados apetitos mercenarios, lo cual es mucho más factible en países de grandes riquezas como Venezuela. La Historia enseña que países enteros han desaparecido absorbidos por otros y que la dominación principia por deformar el idioma: por eso hay que cuidarlo y preservar sus inmensos valores para evitar la incrustación de otro país en el así paulatinamente desnacionalizado, para imponer valores, usos foráneos, ocupar de modo paulatino e irrumpir eventualmente para consumar despojos. Acaso ya “Estamos tarde” –como de modo esperpéntico ya dicen algunos criollos imitadores del “Be late”– o “Estoy tarde” para conjurar este masivo y avanzado “desguace” (desguazar) de lo idiomático. También los nacionales al conversar sueltan cada vez más el “so” en vez de los apropiados “entonces” y “así que”. Encima, menudean los “guao” por imitación de la coloquial voz inglesa “wow!” (coloquial) o más entusiasta “woow!” (y si se desea ser aún más expresivo se le agregan letras “o” u oes) o la menos entusiasta “wow”: y a uno le parece estar en una perrera…
Cuánta razón tuvo el ilustrísimo intelectual venezolano Rufino Blanco Fombona al sentencia que “Venezuela es un país de imitadores”…
Ahora los criollos “y las criollas” –como en este siglo suele decirse aquí en absurda y fastidiosa cantinela muy a la moda vigente– abolieron el verbo “oír”, por lo que nunca oyen, y lo sustituyeron por el verbo “escuchar”; pero como “escuchar” es oír con atención o, según el Diccionario de la Academia, “prestar atención a lo que se oye”, y los criollos, aparte de sus reconocidas y grandes virtudes (como su generosidad para ayudar inmigrantes que en legión llegaban y muchos siguen llegando), son distraídos y a menudo no se dan cuenta cabal de las cosas, tenemos que aquí ni oyen ni escuchan…
Acerca de este vicio idiomático, Lázaro Carreter, gran filólogo y por seis años director de la Real Academia Española, expresó: “un sujeto que se declaraba ‘nalfabeto’, repitió ‘Fina, ¿me escuchas?’; La neutralización de oír/ escuchar forma ya parte del ‘nalfabetismo’ nacional. (…) Escuchar se emplea masivamente por oír. Tan irreflexiva sinonimia no necesita ayuda para triunfar, por su vulgaridad, (…) Escuchar/oír es mi mayor desengaño, no he podido con la conjura de infinitos radiofonistas, destructores del distintivo entre ambos verbos, de la nota ‘con atención’ que aporta escuchar (…) incompetentes medios sonoros siguen confundiendo obstinadamente los usos de escuchar y oír; están haciendo pasar el idioma de la papilla al albañal”.
La Real Academia Española censura a los americanos en eso de confundir tales verbos: “Menos justificable es el empleo de escuchar en lugar de oír, para referirse simplemente a la acción de percibir un sonido a través del oído, sin que exista intencionalidad previa por parte del sujeto; pero es uso que también existe en autores de prestigio, especialmente americanos (…)”.
Ojalá se haga caso a Carreter (y a los otros muchos “eruditos”, como aquí algunos alelados llaman, no sin punta de ironía, a quienes dominan el idioma y cuando corrigen) y no se oigan más aquí los horrendos “escuchar la corneta”, “escuchar el timbre”, “¿me escuchas?” y otras zarandajas por el estilo.
En realidad de verdad, el hablar y escribir de manera adecuada, adorna y fortalece la personalidad porque ello está consubstanciado con la dignidad. Si ya el vestirse con impropiedad rayana en la payasada es ridículo, ¿cuán podrá serlo alguien al expresarse con rotundos vicios del lenguaje? La Academia se hace cada día más complaciente y acepta palabras a las que antes les daba un muy diferente significado: por ejemplo “reversar” (del “to reverse”) que antes traducía “vomitar” y ahora “tornar o volver”... Menudean los disparates como, en lugar de “lista”, “listado” (¿se referirán a un tigre de bengala?) y hasta los letrados o abogados e incluso ¡magistrados! usan “riela” para referirse a que algo –como un documento– cursa en un expediente y muchas veces añaden el folio respectivo. Sin embargo, “rielar” quiere decir “brillar con luz trémula”. Hasta al Libertador lo calumnian atribuyéndole un ideal “libertario”, que no significa libertad sino la anarquía que Simón Bolívar abominó…
La buena lectura asidua es indispensable condición para mejorar el caudal lingüístico y la expresión oral y escrita. Sin embargo, el menosprecio por tan valiosas prendas de la personalidad causó notorio empobrecimiento idiomático, hasta en quienes se les supone el haber estudiado y leído mucho cuando estudiantes y en ejercicio de su profesión: Potísimos ejemplos son numerosos médicos e incluso algunos abogados, a quienes a veces quédales muy holgado aquello de “letrados”…
Muchos médicos afean el idioma. Principiaron por escribir en sus récipes garabatos muchas veces ilegibles (secuelas de aquellos vertiginosos apuntes en la universidad) y así fue durante mucho tiempo; pero muchos de ellos ahora –y desde hace años– también descargan bastantes errores ortográficos y, por ejemplo, son cómplices de la masa (y como decía Ortega y Gassett, “masa” no referida de modo exclusivo al proletariado) en eso de haber prescindido de los debidos acentos, en lo cual también falla crasamente la clase social más favorecida y empingorotada. Tan horrísono vicio es muy de lamentar, no sólo porque afecta a esos profesionales –y a muchos que no entienden sus récipes, lo cual es muy peligroso y hasta podría comprometer su responsabilidad penal en caso de consecuentes lesiones o muertes– sino porque otrora su buena pluma y hasta su presencia en la literatura venezolana fue notable y aún hoy.
En el evidente envilecimiento de nuestro bello idioma, está la malsana y añeja curiosidad de muchos jóvenes –y otros que no lo son tánto– por la jerga hamponil que aquí, en contravía del apropiado uso idiomático y significado del término, llaman “calé”: con orgullo digno de mejor causa hablan de “fuca” (corta arma de fuego) y “encanado” (preso). Muy a la moda vigente está en Caracas el que la mayoría prescindió de ¡todos! los signos ortográficos cuando, con casi demencial e irreflexiva precipitación y a carrera tendida, escribe por WhatsApp. Conste que hablo incluso de profesionales. Esto ya es el colmo de la chifladura porque ahora sí es apodíctica verdad que los escriturajos de turno no se entienden… Los signos ortográficos son marcas que, no siendo números ni letras, se ponen en lo escrito para contribuir a que se lea e interprete con la debida corrección. Hay signos de puntuación que marcan las pausas y la debida entonación con que han de leerse los enunciados, para facilitar su comprensión al evitar posibles ambigüedades. Y hay también signos auxiliares.
Encima de oscurecer así el mejor entendimiento de los enunciados cursantes en textos escritos (u orales) y muy especialmente por WhatsApp, que según me parece evidente es el medio de comunicación más usado por los venezolanos, semejante deficiencia idiomática denuncia un atraso mental. Atraso mental que no es idea u opinión mía (lo cual no tendría importancia puesto que no soy psicólogo ni psiquiatra) sino de acreditados estudios científicos:
“Christophe Clavé: caída del coeficiente intelectual de la población mundial.
El autor de Los caminos de la estrategia (Les voies de la strategie) y además profesor de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París, Christophe Clavé, residente en Lausana, Suiza, escribió tiempo atrás un artículo que intituló: “El déficit del coeficiente intelectual de la población”. Por su importancia y por constituir una alerta a toda la humanidad, es importante difundirlo ampliamente, a (SIC) objeto de que se tome conciencia de un problema serio que nos afecta. Se refiere a la decadencia intelectual que se advierte en la población mundial. "El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo... 5 Es la vuelta del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medida por las pruebas disminuye en los países más desarrollados. Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje. En efecto, varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no solo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo. La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre al presente, limitado en el momento: incapaz de proyecciones en el tiempo. La simplificación de los tutoriales, la desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos de "golpes mortales" a la precisión y variedad de la expresión. Solo un ejemplo: eliminar la palabra "señorita" (ahora obsoleta) no solo significa renunciar a la estética de una palabra, sino también fomentar involuntariamente la idea de que entre una niña y una mujer no hay fases intermedias. Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidades de elaborar un pensamiento. Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras. Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento. La historia es rica en ejemplos y muchos libros (Georges Orwell-1984; Ray Bradury-Fahrenheit 451) han contado cómo todos los regímenes totalitarios han obstaculizado siempre el pensamiento, mediante una reducción del número y el sentido de las palabras. Si no existen pensamientos, no existen pensamientos críticos. Y no hay pensamiento sin palabras. ¿Cómo se puede construir un pensamiento hipotético-deductivo sin condicional? ¿Cómo se puede considerar el futuro sin una conjugación en futuro? ¿Cómo es posible capturar una tormenta, una sucesión de elementos en el tiempo, ya sean pasados o futuros, y su duración relativa, sin una lengua que distingue entre lo que podría haber sido, lo que fue, lo que es, lo que podría ser, y lo que será después de lo que podría haber sucedido, si realmente sucedió? Queridos padres y maestros: demos a hablar, leer y escribir a nuestros hijos, a nuestros estudiantes. Enseñar y practicar el idioma en sus formas más diferentes. Especialmente si es complicado. Porque en ese esfuerzo está la libertad. Quienes afirman la necesidad de simplificar la ortografía, descontar el idioma de sus "fallas", abolir los géneros, los tiempos, los matices, todo lo que crea complejidad, son los verdaderos artífices del empobrecimiento de la mente humana. No hay libertad sin necesidad. No hay belleza sin el pensamiento de la belleza". http://www.cultivosdequilmes.com/2021/01/christophe-clave-decrece-el-coeficiente.html y André y su tesis de que el Coeficiente intelectual ha bajado en el mundo” (resaltados míos).
Desde otra vertiente, es sobremanera importante el tema del lenguaje internacional y el muy distinguido filólogo venezolano, Alexis Márquez Rodríguez, escribió una interesantísima columna al respecto el 2 de marzo de 1997 en El Nacional:
“Un amable lector nos plantea el tema del lenguaje de la cibernética, que nos ha ido invadiendo lingüísticamente, amén en otros campos de la vida cotidiana. El (SIC) se refiere particularmente al uso de la sigla E-mail, con que se identifica generalmente el llamado correo electrónico. Y propone que se diga de esta manera, en lugar de la sigla inglesa, abreviatura de “Electronic mail”. El tema es sumamente interesante y aunque varias veces nos hemos referido a él en esta columna, gustosamente lo hacemos una vez más. Es muy viejo el planteamiento del problema de los extranjerismos en nuestro idioma. Hace bastante tiempo se escribió y se habló mucho en España acerca de la invasión de vocablos extranjeros, especialmente de procedencia inglesa y francesa. Y un ilustre venezolano, Rafael María Baralt, primer hispanoamericano que ingresó a la Real Academia Española en calidad de Miembro de Número, fue uno de los principales abanderados en la lucha contra la importación de vocablos franceses, cuya pelea se plasmó en su famoso “Diccionario de galicismos”, publicado en 1855, y que hoy no sólo se lee como una antigualla, sino además como ejemplo de una pelea inútil , pues todas las palabras y expresiones que allí condena el célebre maracucho, hoy aparecen triunfantes en las páginas del DRAE.
Otro gran venezolano, Andrés Bello, también se ocupó del asunto, con criterio mucho más moderno y dinámico que Baralt. Bello fue quizás el primero en puntualizar con toda claridad cuándo debemos importar vocablos extranjeros, y cuándo son repudiables.
Hoy, desde luego, la situación creada por la creciente interrelación entre países de lenguas diferentes es mucho más compleja que en el pasado. Al incremento de esa interrelación, inevitable, además de necesaria, por razones políticas, económicas, culturales y de toda índole, se ha sumado la cibernética, inmensa e impresionante red que hoy cubre íntegramente el globo terráqueo, con un poder de penetración absolutamente incontrolable. Lo cual ha traído muchas consecuencias negativas, al lado de otras de signo positivo. No hay duda de que el famoso INTERNET, con sus derivaciones, especialmente el llamado “correo electrónico”, marca inevitablemente un cambio total en la sociedad contemporánea, cada vez más empujada hacia la globalización y el desdibujamiento de muchos tipos de fronteras. ¿Es esto bueno o malo? Tiene de, las dos cosas, pero creemos que no es ése el planteamiento correcto del asunto. La cibernética es una realidad inevitable, y lo que hay es que, en tanto que problema, de manera tal que haga menos daños que beneficios (…)” (la columna o artículo tiene mucha más e interesante extensión en su famosa y magnífica columna semanal “Con la Lengua”).
Sobre tan muy valiosa enseñanza del maestro en el idioma, profesor Márquez Rodríguez, no cabe añadir ni quitar una sola palabra. Lo único es consignar mi preferencia por no hablar en plural, como “nos plantea”; “nos ha ido invadiendo”; “nos hemos referido”, Etc., porque oscurece y por ejemplo parece (porque eso es lo que se afirma con ese plural) que con la expresión “nos hemos referido” se informa que son varias personas las que así se han referido, cuando en realidad es una sola persona la que se refirió a eso, como fue el caso del gran lingüista Márquez Rodríguez y aunque su muy acreditada opinión vale siempre por muchas personas. Por eso, por la total claridad, es que lo correcto es hablar en persona, en singular, para que no haya equívocos en que sí fue sólo esa persona la que emitió un determinado criterio. La importancia y hasta obligatoriedad de este hablar en primera persona (conste que con mi crítica no me refiero al gran escritor Márquez Rodríguez) –aunque a algunos melindrosos, y aun para afectar una falsa modestia, les parezca petulante– se pone más de relieve cuando se trata de polémicas, y especialmente si son tesis académicas y mucho más si son universitarias tesis doctorales, en las cuales es del todo inexcusable el no hablar de manera frontal y a rostro descubierto.
Para hilvanar con el asunto objeto de este artículo, es justo el aclarar que en España tampoco es que gocen de un habla muy elegante y basta una simple ojeada a la magnífica obra de Fernando Carreter –quien, como clarifiqué con anterioridad, presidió en España por una década la Real Academia de la Lengua– para constatar la postración en que también se halla el castellano en ese país y sabemos que igual en Suramérica; pero “mal de muchos, consuelo de tontos”…
Empero, lo peor en términos de la degradación del idioma, es la coprolalia. Hace años bastantes personas, incluídas mujeres, emplean groserías de toda índole, proferidas por doquier y en voz alta aun en sitios públicos como restaurantes formales. Y mucho peor aún en medios de comunicación, como la TV, donde a veces saltan personas a decir groserías y hasta algunos altos funcionarios o personeros del Gobierno. Pésimo ejemplo es esa pésima conducta para los niños, que a veces y al conjuro de la imitación las repiten. Gravísimo perjuicio se causa con tan deplorable conducta a la colectividad y máxime a los más jóvenes, porque la educación –buena o mala– funciona sobre la base de modelos.
Todo ello implica tosquedad, descortesía e irrespeto. Y pervierte la elegancia de la lengua castellana, así como el decoro nacional y la dignidad en general.
aaf.yorga@gmail.com
“Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal ‘Don Quijote’ en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana”.
Tal belleza es ajada en Venezuela por todos los sectores e incluso los más selectos, como por ejemplo el universitario y en algunas ocasiones hasta la Academia de la Lengua venezolana. Para el mejoramiento del español deberían las escuelas de Derecho abrir cursos para los universitarios en general y hasta para sus alumnos, y sin excluir a algunos de los profesores, en especial a los que impusieron el horrible terminacho “garantista” y hasta lo incrustaron en el Código Orgánico Procesal Penal (COPP). Se hace más libre a una persona si se le enseña a hablar y escribir mejor. No es sólo un adorno. La palabra es el nuncio de las ideas del hombre y por ello de su alma.
Afean el idioma con el dequeísmo y el queísmo: Digo de que; Creo de que; pienso de que; me doy de cuenta. Y estoy seguro que; me acordé que y, así, un largo etcétera. Y palabrejas como aperturar y accesar. Hasta algunos penalistas consuman un españolicidio con “abalear” (lo correcto es balear), “discapacitado” (por incapacitado), “victimizar”, mujer ¡abusada! (por violada), “riela” y “derecho” ¡en minúscula! Los imitadores dicen que no los “soportan” (tienen razón) porque nos les dan apoyo económico (el to support inglés). Y embutieron los términos “la chica”, “le llama” (vicio del leísmo), “acá” (hace mucho no se oye el más correcto “aquí”, por mucho más conciso). “Vienen a la fiesta” (cuando es que “van” a la fiesta que habrá en sitio diferente al ocupado por quien invita); cursilerías como “diseño curricular” e incorrecciones como “bizarro” por estrambótico”.
Al narrar deporte, como en el recién finalizado Clásico Mundial de Béisbol por Directv o curiosamente ahora llamado “Simple”, un muy buen narrador criollo repetía que los equipos están “peliando” e incurren en el horrísono “el pitcher caminó a fulano”; y la afectación hace que por ejemplo algunos hablaran de “Osovaldo Guillena”, “Omara Vizquela” y hoy de “Miguela Cabrera” y “Salvadora Péreza”. Remato citándolos al querer decir “habló con él” y decían “habló cona ela”. La imitación es favorecida por el mismísimo Diccionario de la Real Academia, que con demagogia admitió “beicon” (por tocineta) y hasta ¡“over booking”! Antes de que los mascachicle acaben con nuestro noble idioma, hay que recordarles que “monkey see, monkey do”…
El pésimo uso del idioma no es un tema menor. Eso propicia una desnaturalización (¿qué cosa más natural que hablar?) y propicia la paulatina intervención de gentes y hasta potencias extranjeras con disimulados apetitos mercenarios, lo cual es mucho más factible en países de grandes riquezas como Venezuela. La Historia enseña que países enteros han desaparecido absorbidos por otros y que la dominación principia por deformar el idioma: por eso hay que cuidarlo y preservar sus inmensos valores para evitar la incrustación de otro país en el así paulatinamente desnacionalizado, para imponer valores, usos foráneos, ocupar de modo paulatino e irrumpir eventualmente para consumar despojos. Acaso ya “Estamos tarde” –como de modo esperpéntico ya dicen algunos criollos imitadores del “Be late”– o “Estoy tarde” para conjurar este masivo y avanzado “desguace” (desguazar) de lo idiomático. También los nacionales al conversar sueltan cada vez más el “so” en vez de los apropiados “entonces” y “así que”. Encima, menudean los “guao” por imitación de la coloquial voz inglesa “wow!” (coloquial) o más entusiasta “woow!” (y si se desea ser aún más expresivo se le agregan letras “o” u oes) o la menos entusiasta “wow”: y a uno le parece estar en una perrera…
Cuánta razón tuvo el ilustrísimo intelectual venezolano Rufino Blanco Fombona al sentencia que “Venezuela es un país de imitadores”…
Ahora los criollos “y las criollas” –como en este siglo suele decirse aquí en absurda y fastidiosa cantinela muy a la moda vigente– abolieron el verbo “oír”, por lo que nunca oyen, y lo sustituyeron por el verbo “escuchar”; pero como “escuchar” es oír con atención o, según el Diccionario de la Academia, “prestar atención a lo que se oye”, y los criollos, aparte de sus reconocidas y grandes virtudes (como su generosidad para ayudar inmigrantes que en legión llegaban y muchos siguen llegando), son distraídos y a menudo no se dan cuenta cabal de las cosas, tenemos que aquí ni oyen ni escuchan…
Acerca de este vicio idiomático, Lázaro Carreter, gran filólogo y por seis años director de la Real Academia Española, expresó: “un sujeto que se declaraba ‘nalfabeto’, repitió ‘Fina, ¿me escuchas?’; La neutralización de oír/ escuchar forma ya parte del ‘nalfabetismo’ nacional. (…) Escuchar se emplea masivamente por oír. Tan irreflexiva sinonimia no necesita ayuda para triunfar, por su vulgaridad, (…) Escuchar/oír es mi mayor desengaño, no he podido con la conjura de infinitos radiofonistas, destructores del distintivo entre ambos verbos, de la nota ‘con atención’ que aporta escuchar (…) incompetentes medios sonoros siguen confundiendo obstinadamente los usos de escuchar y oír; están haciendo pasar el idioma de la papilla al albañal”.
La Real Academia Española censura a los americanos en eso de confundir tales verbos: “Menos justificable es el empleo de escuchar en lugar de oír, para referirse simplemente a la acción de percibir un sonido a través del oído, sin que exista intencionalidad previa por parte del sujeto; pero es uso que también existe en autores de prestigio, especialmente americanos (…)”.
Ojalá se haga caso a Carreter (y a los otros muchos “eruditos”, como aquí algunos alelados llaman, no sin punta de ironía, a quienes dominan el idioma y cuando corrigen) y no se oigan más aquí los horrendos “escuchar la corneta”, “escuchar el timbre”, “¿me escuchas?” y otras zarandajas por el estilo.
En realidad de verdad, el hablar y escribir de manera adecuada, adorna y fortalece la personalidad porque ello está consubstanciado con la dignidad. Si ya el vestirse con impropiedad rayana en la payasada es ridículo, ¿cuán podrá serlo alguien al expresarse con rotundos vicios del lenguaje? La Academia se hace cada día más complaciente y acepta palabras a las que antes les daba un muy diferente significado: por ejemplo “reversar” (del “to reverse”) que antes traducía “vomitar” y ahora “tornar o volver”... Menudean los disparates como, en lugar de “lista”, “listado” (¿se referirán a un tigre de bengala?) y hasta los letrados o abogados e incluso ¡magistrados! usan “riela” para referirse a que algo –como un documento– cursa en un expediente y muchas veces añaden el folio respectivo. Sin embargo, “rielar” quiere decir “brillar con luz trémula”. Hasta al Libertador lo calumnian atribuyéndole un ideal “libertario”, que no significa libertad sino la anarquía que Simón Bolívar abominó…
La buena lectura asidua es indispensable condición para mejorar el caudal lingüístico y la expresión oral y escrita. Sin embargo, el menosprecio por tan valiosas prendas de la personalidad causó notorio empobrecimiento idiomático, hasta en quienes se les supone el haber estudiado y leído mucho cuando estudiantes y en ejercicio de su profesión: Potísimos ejemplos son numerosos médicos e incluso algunos abogados, a quienes a veces quédales muy holgado aquello de “letrados”…
Muchos médicos afean el idioma. Principiaron por escribir en sus récipes garabatos muchas veces ilegibles (secuelas de aquellos vertiginosos apuntes en la universidad) y así fue durante mucho tiempo; pero muchos de ellos ahora –y desde hace años– también descargan bastantes errores ortográficos y, por ejemplo, son cómplices de la masa (y como decía Ortega y Gassett, “masa” no referida de modo exclusivo al proletariado) en eso de haber prescindido de los debidos acentos, en lo cual también falla crasamente la clase social más favorecida y empingorotada. Tan horrísono vicio es muy de lamentar, no sólo porque afecta a esos profesionales –y a muchos que no entienden sus récipes, lo cual es muy peligroso y hasta podría comprometer su responsabilidad penal en caso de consecuentes lesiones o muertes– sino porque otrora su buena pluma y hasta su presencia en la literatura venezolana fue notable y aún hoy.
En el evidente envilecimiento de nuestro bello idioma, está la malsana y añeja curiosidad de muchos jóvenes –y otros que no lo son tánto– por la jerga hamponil que aquí, en contravía del apropiado uso idiomático y significado del término, llaman “calé”: con orgullo digno de mejor causa hablan de “fuca” (corta arma de fuego) y “encanado” (preso). Muy a la moda vigente está en Caracas el que la mayoría prescindió de ¡todos! los signos ortográficos cuando, con casi demencial e irreflexiva precipitación y a carrera tendida, escribe por WhatsApp. Conste que hablo incluso de profesionales. Esto ya es el colmo de la chifladura porque ahora sí es apodíctica verdad que los escriturajos de turno no se entienden… Los signos ortográficos son marcas que, no siendo números ni letras, se ponen en lo escrito para contribuir a que se lea e interprete con la debida corrección. Hay signos de puntuación que marcan las pausas y la debida entonación con que han de leerse los enunciados, para facilitar su comprensión al evitar posibles ambigüedades. Y hay también signos auxiliares.
Encima de oscurecer así el mejor entendimiento de los enunciados cursantes en textos escritos (u orales) y muy especialmente por WhatsApp, que según me parece evidente es el medio de comunicación más usado por los venezolanos, semejante deficiencia idiomática denuncia un atraso mental. Atraso mental que no es idea u opinión mía (lo cual no tendría importancia puesto que no soy psicólogo ni psiquiatra) sino de acreditados estudios científicos:
“Christophe Clavé: caída del coeficiente intelectual de la población mundial.
El autor de Los caminos de la estrategia (Les voies de la strategie) y además profesor de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio de París, Christophe Clavé, residente en Lausana, Suiza, escribió tiempo atrás un artículo que intituló: “El déficit del coeficiente intelectual de la población”. Por su importancia y por constituir una alerta a toda la humanidad, es importante difundirlo ampliamente, a (SIC) objeto de que se tome conciencia de un problema serio que nos afecta. Se refiere a la decadencia intelectual que se advierte en la población mundial. "El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que desde la posguerra hasta finales de los años 90 siempre había aumentado, en los últimos veinte años está disminuyendo... 5 Es la vuelta del efecto Flynn. Parece que el nivel de inteligencia medida por las pruebas disminuye en los países más desarrollados. Muchas pueden ser las causas de este fenómeno. Una de ellas podría ser el empobrecimiento del lenguaje. En efecto, varios estudios demuestran la disminución del conocimiento léxico y el empobrecimiento de la lengua: no solo se trata de la reducción del vocabulario utilizado, sino también de las sutilezas lingüísticas que permiten elaborar y formular un pensamiento complejo. La desaparición gradual de los tiempos (subjuntivo, imperfecto, formas compuestas del futuro, participio pasado) da lugar a un pensamiento casi siempre al presente, limitado en el momento: incapaz de proyecciones en el tiempo. La simplificación de los tutoriales, la desaparición de mayúsculas y la puntuación son ejemplos de "golpes mortales" a la precisión y variedad de la expresión. Solo un ejemplo: eliminar la palabra "señorita" (ahora obsoleta) no solo significa renunciar a la estética de una palabra, sino también fomentar involuntariamente la idea de que entre una niña y una mujer no hay fases intermedias. Menos palabras y menos verbos conjugados implican menos capacidad para expresar las emociones y menos posibilidades de elaborar un pensamiento. Los estudios han demostrado que parte de la violencia en la esfera pública y privada proviene directamente de la incapacidad de describir sus emociones a través de las palabras. Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible. Cuanto más pobre es el lenguaje, más desaparece el pensamiento. La historia es rica en ejemplos y muchos libros (Georges Orwell-1984; Ray Bradury-Fahrenheit 451) han contado cómo todos los regímenes totalitarios han obstaculizado siempre el pensamiento, mediante una reducción del número y el sentido de las palabras. Si no existen pensamientos, no existen pensamientos críticos. Y no hay pensamiento sin palabras. ¿Cómo se puede construir un pensamiento hipotético-deductivo sin condicional? ¿Cómo se puede considerar el futuro sin una conjugación en futuro? ¿Cómo es posible capturar una tormenta, una sucesión de elementos en el tiempo, ya sean pasados o futuros, y su duración relativa, sin una lengua que distingue entre lo que podría haber sido, lo que fue, lo que es, lo que podría ser, y lo que será después de lo que podría haber sucedido, si realmente sucedió? Queridos padres y maestros: demos a hablar, leer y escribir a nuestros hijos, a nuestros estudiantes. Enseñar y practicar el idioma en sus formas más diferentes. Especialmente si es complicado. Porque en ese esfuerzo está la libertad. Quienes afirman la necesidad de simplificar la ortografía, descontar el idioma de sus "fallas", abolir los géneros, los tiempos, los matices, todo lo que crea complejidad, son los verdaderos artífices del empobrecimiento de la mente humana. No hay libertad sin necesidad. No hay belleza sin el pensamiento de la belleza". http://www.cultivosdequilmes.com/2021/01/christophe-clave-decrece-el-coeficiente.html y André y su tesis de que el Coeficiente intelectual ha bajado en el mundo” (resaltados míos).
Desde otra vertiente, es sobremanera importante el tema del lenguaje internacional y el muy distinguido filólogo venezolano, Alexis Márquez Rodríguez, escribió una interesantísima columna al respecto el 2 de marzo de 1997 en El Nacional:
“Un amable lector nos plantea el tema del lenguaje de la cibernética, que nos ha ido invadiendo lingüísticamente, amén en otros campos de la vida cotidiana. El (SIC) se refiere particularmente al uso de la sigla E-mail, con que se identifica generalmente el llamado correo electrónico. Y propone que se diga de esta manera, en lugar de la sigla inglesa, abreviatura de “Electronic mail”. El tema es sumamente interesante y aunque varias veces nos hemos referido a él en esta columna, gustosamente lo hacemos una vez más. Es muy viejo el planteamiento del problema de los extranjerismos en nuestro idioma. Hace bastante tiempo se escribió y se habló mucho en España acerca de la invasión de vocablos extranjeros, especialmente de procedencia inglesa y francesa. Y un ilustre venezolano, Rafael María Baralt, primer hispanoamericano que ingresó a la Real Academia Española en calidad de Miembro de Número, fue uno de los principales abanderados en la lucha contra la importación de vocablos franceses, cuya pelea se plasmó en su famoso “Diccionario de galicismos”, publicado en 1855, y que hoy no sólo se lee como una antigualla, sino además como ejemplo de una pelea inútil , pues todas las palabras y expresiones que allí condena el célebre maracucho, hoy aparecen triunfantes en las páginas del DRAE.
Otro gran venezolano, Andrés Bello, también se ocupó del asunto, con criterio mucho más moderno y dinámico que Baralt. Bello fue quizás el primero en puntualizar con toda claridad cuándo debemos importar vocablos extranjeros, y cuándo son repudiables.
Hoy, desde luego, la situación creada por la creciente interrelación entre países de lenguas diferentes es mucho más compleja que en el pasado. Al incremento de esa interrelación, inevitable, además de necesaria, por razones políticas, económicas, culturales y de toda índole, se ha sumado la cibernética, inmensa e impresionante red que hoy cubre íntegramente el globo terráqueo, con un poder de penetración absolutamente incontrolable. Lo cual ha traído muchas consecuencias negativas, al lado de otras de signo positivo. No hay duda de que el famoso INTERNET, con sus derivaciones, especialmente el llamado “correo electrónico”, marca inevitablemente un cambio total en la sociedad contemporánea, cada vez más empujada hacia la globalización y el desdibujamiento de muchos tipos de fronteras. ¿Es esto bueno o malo? Tiene de, las dos cosas, pero creemos que no es ése el planteamiento correcto del asunto. La cibernética es una realidad inevitable, y lo que hay es que, en tanto que problema, de manera tal que haga menos daños que beneficios (…)” (la columna o artículo tiene mucha más e interesante extensión en su famosa y magnífica columna semanal “Con la Lengua”).
Sobre tan muy valiosa enseñanza del maestro en el idioma, profesor Márquez Rodríguez, no cabe añadir ni quitar una sola palabra. Lo único es consignar mi preferencia por no hablar en plural, como “nos plantea”; “nos ha ido invadiendo”; “nos hemos referido”, Etc., porque oscurece y por ejemplo parece (porque eso es lo que se afirma con ese plural) que con la expresión “nos hemos referido” se informa que son varias personas las que así se han referido, cuando en realidad es una sola persona la que se refirió a eso, como fue el caso del gran lingüista Márquez Rodríguez y aunque su muy acreditada opinión vale siempre por muchas personas. Por eso, por la total claridad, es que lo correcto es hablar en persona, en singular, para que no haya equívocos en que sí fue sólo esa persona la que emitió un determinado criterio. La importancia y hasta obligatoriedad de este hablar en primera persona (conste que con mi crítica no me refiero al gran escritor Márquez Rodríguez) –aunque a algunos melindrosos, y aun para afectar una falsa modestia, les parezca petulante– se pone más de relieve cuando se trata de polémicas, y especialmente si son tesis académicas y mucho más si son universitarias tesis doctorales, en las cuales es del todo inexcusable el no hablar de manera frontal y a rostro descubierto.
Para hilvanar con el asunto objeto de este artículo, es justo el aclarar que en España tampoco es que gocen de un habla muy elegante y basta una simple ojeada a la magnífica obra de Fernando Carreter –quien, como clarifiqué con anterioridad, presidió en España por una década la Real Academia de la Lengua– para constatar la postración en que también se halla el castellano en ese país y sabemos que igual en Suramérica; pero “mal de muchos, consuelo de tontos”…
Empero, lo peor en términos de la degradación del idioma, es la coprolalia. Hace años bastantes personas, incluídas mujeres, emplean groserías de toda índole, proferidas por doquier y en voz alta aun en sitios públicos como restaurantes formales. Y mucho peor aún en medios de comunicación, como la TV, donde a veces saltan personas a decir groserías y hasta algunos altos funcionarios o personeros del Gobierno. Pésimo ejemplo es esa pésima conducta para los niños, que a veces y al conjuro de la imitación las repiten. Gravísimo perjuicio se causa con tan deplorable conducta a la colectividad y máxime a los más jóvenes, porque la educación –buena o mala– funciona sobre la base de modelos.
Todo ello implica tosquedad, descortesía e irrespeto. Y pervierte la elegancia de la lengua castellana, así como el decoro nacional y la dignidad en general.
aaf.yorga@gmail.com
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