Las vestimentas
RABINO ISAAC COHEN. Usar la vestimenta adecuada refleja la intención del cumplimiento de los preceptos, lo contrario es una manera de expresar el rechazo al camino de la Torá
La historia bíblica relata. Explican nuestros sabios que Jacob, el Patriarca, que por excelencia simboliza a la verdad, fue capaz de engañar a su padre diciéndole: “Soy Esaú, tu primogénito”, sólo después de que Rebeca, su madre, lo vistiera con las ropas de su hermano (Génesis, 27:19).
Vemos en este ejemplo el grado de influencia que puede tener la vestimenta. Si nuestra manera de vestir es la adecuada, la ropa se transforma entonces en un recuerdo constante de los valores a los cuales debemos seguir siendo fieles.
La importancia de nuestros atuendos. Por eso, debemos siempre estar conscientes de la importancia de la ropa que utilizamos y de la trascendencia que ésta puede llegar a tener.
Una vestimenta inadecuada puede tener un efecto perjudicial a quien la lleva. Esta vestimenta refleja entonces una escala de valores negativa que puede distanciarnos cada vez más de los principios de la Torá (la Ley del Creador).
Sin embargo, la ropa y los adornos que la mujer lleva con espíritu de modestia y recato se transforman en objetos de santidad que transmiten pureza al alma.
Enseñan nuestros sabios que el cumplimiento de un precepto conlleva al otro, y que una transgresión conlleva a la siguiente.
Usar la vestimenta adecuada refleja la intención del cumplimiento de los preceptos, lo contrario es una manera de expresar el rechazo al camino de la Torá.
Una vestimenta discreta y refinada elevará a la persona a un mayor nivel de espiritualidad y humildad.
El paradigma. Se trata de un paradigma de doble dirección, o bien “interactivo” de acuerdo al moderno lenguaje de la informática: la persona de alma pura viste de manera discreta y elegante, y la vestimenta discreta y elegante a su vez hace a su alma pura. Es decir, que la manera de vestirse se transforma en un hábito que conduce a la persona por el camino de la perfección espiritual, y nos revela al mismo tiempo nuestra voluntad de encaminarse hacia esa dirección.
Los beneficios. Se dice acerca de una mujer discreta y recatada que “su vestidura es de brocado de hilo de oro” (Salmos 45:14), es decir como la ropa que utilizaba el Sumo Sacerdote del Templo. El mensaje es claro: la ropa que utiliza la santifica y la protege del mal, y el recato le otorga una gracia particular que la enaltece.
Si no vistiese del modo adecuado, ¿qué peligros no correría? De la misma manera que el Talit (manto ritual) recuerda al hombre que es servidor de Dios, la ropa recatada le recuerda a la mujer cuál ha de ser su conducta en la vida y en la sociedad moderna.
Otro ejemplo bíblico. Cuenta la Biblia que cuando a la reina Ester le tocó el turno de presentarse ante el rey Asuero pusieron a su disposición los atavíos necesarios, y “...ella no pidió más de lo que le había aconsejado Hegué, eunuco del rey, guardián de las mujeres. Y Ester obtuvo favor a los ojos de todos los que la miraban” (Ester 2:15).
Explican nuestros sabios que Hegué, el eunuco, fue inspirado por Dios para escoger las ropas que pusieran de realce la pureza del alma de Ester, y ella tuvo la discreción y el decoro de aceptarlas. “Y el rey amó a Ester más que a todas las demás mujeres...” (Ester 2:17).
Conclusión. Las virtudes de una reina y de cualquier persona que cautivan la admiración y el respeto de sus semejantes no son el boato, ni la ostentación, sino la modestia y el recato.
Y no olvidemos que Dios nos ha hecho a Su imagen y semejanza, y por lo tanto, todos somos merecedores de una corona. Está en nosotros el poder alcanzarla, y luego llevarla con dignidad a lo largo de nuestra vida. El atuendo modesto y pulcro refleja el espíritu de una persona de conducta clara y sin dobleces.
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