Caracas y la resistencia indígena
Tristemente terminó así la llamada resistencia indígena, en la sumisión a la semiesclavitud de las Encomiendas, al costo de miles de muertes de indígenas, por las armas, el hambre y las enfermedades contagiosas
La conquista del Valle de Caracas en el siglo XVI, que culminó con la fundación de Santiago de León de Caracas el 25 de julio de 1567, por Diego de Losada, fue en realidad una especie de Guerra Civil indo hispana, en la que combatieron españoles muchas veces apoyados por indígenas, contra las tribus que se rebelaron, con sus múltiples caciques, contra la invasión de los europeos. EL centro costero de la actual Venezuela se encontraba poblado por la llamada “Nación Caribe”, grupos tribales que eran migrantes provenientes de culturas Barrancoide y de Arauquines del Orinoco, quienes se desplazaron hacia las regiones centrales del territorio, para ocupar las fértiles franjas lacustres de Tacarigua (Valencia) y proyectarse hacia los altos valles, montañas y costa Litoral Central, todo ello durante el denominado período Neo-indio, entre los siglos III y VIII D.C. es decir, que unos 700 años antes de la llegada de los españoles, ya los grupos caribes dominaban estos territorios y poblaciones, organizados en comunidades aldeanas cacicales, con dominio inicial de la agricultura, artesanía e intercambios comerciales, con manifestaciones culturales de variada complejidad ,como la expresión gráfica en petroglifos y ritos ceremoniales. Pero ciertamente, estos avances hacia el neolítico precolombino no daban aún suficientes estructuras tecnológicas, institucionales ni mentales para enfrentar estratégicamente la invasión de la modernidad violenta de la conquista española.
Estas comunidades indígenas operaron con una visión táctica elemental, mientras los españoles, por su parte, dotados de armas modernas (caballos, perros cebados, armaduras, arcabuces, espadas, lanzas e indios aliados) apuntaron estratégicamente hacia las minas de oro y al control de la mano de obra indígena. Observamos que la extrema violencia de Guaicaipuro y sus guerreros Teques al asesinar a los sirvientes, españoles y niños en las minas de oro en el campamento del no menos cruel Rodríguez Suárez, expresaban en realidad una ferocidad impotente y desorientada de un grupo minoritario de la población Caribe de Caracas. Pues en realidad, los sectores tribales más importantes eran los Toromaimas, Meregotos y Mariches, a los que Losada derrotó en cada combate, apoyándose en sus recursos modernos y la colaboración de grupos indígenas, guías y espías, que le permitieron operar con éxito, tanto en la llamada “batalla de San Pedro” cuando desbarató a los Teques y Tarmas en 1567, como también en el combate de “Maracapana” en 1568, cuando derrotó el asalto indígena a Caracas, donde Guaicaipuro no se presentó, dejando solos a sus vecinos tribales. Mientras que algunos jefes, como Tiuna y Paramaconi, fueron los verdaderos héroes de aquel momento final de la llamada resistencia indígena, así vemos que Guaicaipuro ni siquiera es mencionado en las relaciones posteriores del Gobernador Juan de Pimentel.
El ejército de Losada había salido del Tocuyo desde enero de 1567, y fue aprovisionado en Valencia, contando con unos 20 hombres de caballería, cincuenta arcabuceros y ochenta rodeleros (infantería de espada y lanza con escudos), además con unos 800 indios y esclavos africanos de servicio, 200 bestias de carga y gran cantidad de ganados. Para la segunda mitad del año 1567 llegaron a Caracas, desde la Margarita apoyos del capitán Juan de Salas, con bastimentos, quince soldados españoles y cincuenta indios guaiqueríes, dándole fuerza adicional a la nueva ciudad. Muchos de estos indios eran también guerreros y contribuyeron militarmente a la conquista, como el caso del indio y criado del conquistador Francisco Maldonado, quien liquidó al valiente Tiuna con una flecha que le atravesó el corazón.
En 1568 Losada ordenó a Francisco Infante y Sancho del Villar partir con una columna de 80 hombres a capturar al Cacique Guaicaipuro, llegando a su propio Bohío, en la aldea de Suruapo, gracias a la colaboración de los guías indígenas. Ello nos revela que las tropas de Guaicaipuro estaban ya desbaratadas desde la batalla de San Pedro en 1567, como también es importante el hecho de que el predominio de gritos y lamentos venían de mujeres y niños, que señalaba la posible escasez de hombres de armas, que permitió la fácil entrada al recinto donde Guaicaipuro y un grupo de guerreros se escondían.
Las evidencias documentales del sometimiento a encomienda del grupo tribal más cercano a Guaicaipuro, como nos lo demuestra la información que reposa en el Archivo General de Indias de Sevilla, la que pudimos leer personalmente junto al Profesor Guillermo Durand, en un expediente denominado: “Pleito seguido por Cristóbal de Cobos vecino de la ciudad de Santiago de León de Caracas contra Andrés González de la misma ciudad sobre la encomienda de indios de Guaicaipuro y sus anexos” de 1595. Tristemente terminó así la llamada resistencia indígena, en la sumisión a la semiesclavitud de las Encomiendas, al costo de miles de muertes de indígenas, por las armas, el hambre y las enfermedades contagiosas. Por todo ello, nuestra sociedad mestiza debe valorar históricamente por igual el aporte indígena, español y africano, que heredamos desde aquella violenta construcción inicial de Venezuela ocurrida hacen ya cinco siglos.
Estas comunidades indígenas operaron con una visión táctica elemental, mientras los españoles, por su parte, dotados de armas modernas (caballos, perros cebados, armaduras, arcabuces, espadas, lanzas e indios aliados) apuntaron estratégicamente hacia las minas de oro y al control de la mano de obra indígena. Observamos que la extrema violencia de Guaicaipuro y sus guerreros Teques al asesinar a los sirvientes, españoles y niños en las minas de oro en el campamento del no menos cruel Rodríguez Suárez, expresaban en realidad una ferocidad impotente y desorientada de un grupo minoritario de la población Caribe de Caracas. Pues en realidad, los sectores tribales más importantes eran los Toromaimas, Meregotos y Mariches, a los que Losada derrotó en cada combate, apoyándose en sus recursos modernos y la colaboración de grupos indígenas, guías y espías, que le permitieron operar con éxito, tanto en la llamada “batalla de San Pedro” cuando desbarató a los Teques y Tarmas en 1567, como también en el combate de “Maracapana” en 1568, cuando derrotó el asalto indígena a Caracas, donde Guaicaipuro no se presentó, dejando solos a sus vecinos tribales. Mientras que algunos jefes, como Tiuna y Paramaconi, fueron los verdaderos héroes de aquel momento final de la llamada resistencia indígena, así vemos que Guaicaipuro ni siquiera es mencionado en las relaciones posteriores del Gobernador Juan de Pimentel.
El ejército de Losada había salido del Tocuyo desde enero de 1567, y fue aprovisionado en Valencia, contando con unos 20 hombres de caballería, cincuenta arcabuceros y ochenta rodeleros (infantería de espada y lanza con escudos), además con unos 800 indios y esclavos africanos de servicio, 200 bestias de carga y gran cantidad de ganados. Para la segunda mitad del año 1567 llegaron a Caracas, desde la Margarita apoyos del capitán Juan de Salas, con bastimentos, quince soldados españoles y cincuenta indios guaiqueríes, dándole fuerza adicional a la nueva ciudad. Muchos de estos indios eran también guerreros y contribuyeron militarmente a la conquista, como el caso del indio y criado del conquistador Francisco Maldonado, quien liquidó al valiente Tiuna con una flecha que le atravesó el corazón.
En 1568 Losada ordenó a Francisco Infante y Sancho del Villar partir con una columna de 80 hombres a capturar al Cacique Guaicaipuro, llegando a su propio Bohío, en la aldea de Suruapo, gracias a la colaboración de los guías indígenas. Ello nos revela que las tropas de Guaicaipuro estaban ya desbaratadas desde la batalla de San Pedro en 1567, como también es importante el hecho de que el predominio de gritos y lamentos venían de mujeres y niños, que señalaba la posible escasez de hombres de armas, que permitió la fácil entrada al recinto donde Guaicaipuro y un grupo de guerreros se escondían.
Las evidencias documentales del sometimiento a encomienda del grupo tribal más cercano a Guaicaipuro, como nos lo demuestra la información que reposa en el Archivo General de Indias de Sevilla, la que pudimos leer personalmente junto al Profesor Guillermo Durand, en un expediente denominado: “Pleito seguido por Cristóbal de Cobos vecino de la ciudad de Santiago de León de Caracas contra Andrés González de la misma ciudad sobre la encomienda de indios de Guaicaipuro y sus anexos” de 1595. Tristemente terminó así la llamada resistencia indígena, en la sumisión a la semiesclavitud de las Encomiendas, al costo de miles de muertes de indígenas, por las armas, el hambre y las enfermedades contagiosas. Por todo ello, nuestra sociedad mestiza debe valorar históricamente por igual el aporte indígena, español y africano, que heredamos desde aquella violenta construcción inicial de Venezuela ocurrida hacen ya cinco siglos.
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