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Una de guerras

La incomprensible y pusilánime posición de los progres de izquierda, los convierte en unos colaboracionistas en esta lamentable crónica que sigue escribiéndose en gerundio

  • JAVIER VIDAL

03/02/2023 05:00 am

“Una de vaqueros, una de romanos, una de monstruos, una de guerras”. Así calificábamos en nuestra infancia a las películas que día a día cambiaban en la cartelera del cine La Carlota. El día más largo del siglo (1962), fue la primera que vi de las de “una de guerras”.

En estos días son varias las películas que recrean ambas guerras del siglo pasado (Sin novedad en el frente) y que tienen otro mensaje muy distinto al que podríamos recibir cuando teníamos 9 años y no precisamente porque nos hacemos viejo, sino porque la sociedad civil ha cambiado, más cuando vivimos el día a día de la destrucción de ciudades y pueblos por el capricho de un ególatra narcisista tan enloquecido como lo fue Hitler en su megalomanía de construir un imperio zarista en pleno siglo XXI.

La sensible mirada sobre estos discursos cinemáticos se trastoca cuando cruzan las dantescas escenas del infierno de Ucrania con las secuencias ficcionales de la ocupación nazi en París, la violación de la neutralidad de Noruega (Narvik) , la invasión de Polonia o de Lituania por parte de los sovieticos comunistas (Retratos de una guerra) y las del Holocausto.

Adiós Sr. Haffmann es la adaptación de la obra teatral del actor francés Jean-Philippe Daguerre con la que ganó varios premios Moliere llevada al cine por el director Fred Cavayé. La trama se centra en la París ocupada por los nazis en el poco usual contexto de la orfebrería tras la dramática dialéctica del colaboracionismo francés que llevó al exterminio a 75 mil franceses judíos. El juego del intercambio de personalidades y cómo va creciendo la pugna por el reconocimiento de la identidad robada, convierte el relato fílmico en una fábula moral donde el encerramiento prolongado nos recuerda el film de Louis Malle Au revoir les enfants (Adiós a los niños) o la reciente proyectada en la Concha Acústica de Bello Monte en conmemoración de la liberación del campo de exterminio de Auswitch-Birkmann: Mi hija Anna Frank.

Este film alemán de Raymond Ley, conocido cineasta en el campo de la docu-ficción, narra el destino de Anna desde una alegre infancia, su atosigante escondite en el anexo secreto de Amsterdam y su fatal desenlace en el campo de concentración de Bergen-Belsen a través de la mirada de Otto Frank, padre de Anna, único sobreviviente de los 8 huéspedes del encierro holandés. El docu-drama con la participación de los octogenarios sobrevivientes, nos cargan de una impotencia pretérita y entrañable tristeza.

¿Cómo la locura en el poder pudo hacer tanta maldad?

Por eso se nos hace tan difícil entender esta invasión rusa y más difícil aún comprender a los que la aplauden o los que mantienen una cobarde neutralidad. Calígula y Nerón van quedando en el anecdotario de los locos egregios comparados con este nuevo zar y su putanesco delirio imperial.

La incomprensible y pusilánime posición de los progres de izquierda, los convierte en unos colaboracionistas en esta lamentable crónica que sigue escribiéndose en gerundio.

javiervidalpradas@gmail.com
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