“Podría escribirse un ensayo considerable bajo el título de Buenos temas estropeados por grandes autores. En realidad, se escribirá. Se escribirá ahora. El mero hecho de que alguna fábula haya pasado por la mente de un maestro no implica por ningún motivo que haya sido mejorada. Hombres eminentes se han apropiado indebidamente de narraciones del dominio público, como se han apropiado de posesiones del dominio público. Siempre se supone -aparentemente- que cualquiera que tome algo de la hermandad original de los hombres no tiene obligación de pagar.” (G. K. Chesterton)

Dentro de una de esas fábulas. Afortunadamente no está estropeada. Cuentan como en regiones luminosas y distantes, celebran a los maestros en su día. Dicen que, en algunas instituciones discretas, poco conocidas, han adoptado una actitud relevante frente a la dignidad del magisterio. Por la forma y el contenido de lo contado. Es fácil concluir que no puede ser cierto. Sin embargo, dentro de la ficción no deja de haber un destello de realidad. Vale la pena asomarse a él. Extrañamente todo sucede en esos lugares inhóspitos, donde los maestros son bien pagados. Hasta tienen seguros de maternidad y hospitalización. El colmo de la fábula.

Encriptado y en lenguajes de esas latitudes de fábulas lejanas, mencionan a colegios con nombre de cerro. Donde se celebra el día del maestro, de una manera particular. Lo primero responde a una complicada forma de pensar. Sobre la importancia del magisterio. No dan como libre el día del maestro. Los maestros dada la dignidad de su labor, deben asistir a las instituciones ese día. La diferencia con cualquier otro día del año es que son los padres y representantes, los que se encargan de realizar las labores docentes esa jornada.

Los alumnos junto a sus padres, es decir las familias, dedican las actividades del día para agasajar y brindar a sus profesores. Se trata de que la celebración se lleve a cabo, según me explicaron, dentro del ámbito de la comunidad educativa. Recibiendo el reconocimiento de parte de aquellos principales beneficiarios de su labor. La labor educativa debe revertir ese día su atención sobre el maestro. Dando a entender que no hay mejor reconocimiento, que el saber ponerse en sus zapatos.

Luego parece que cada institución, con sus diferencias y estilo, preparan una gran fiesta. No se trata de una simple celebración, con música y comida. Casi siempre tienen carácter deportivo o de reto al conocimiento. Una forma de resaltar todas esas otras cualidades que poseen los maestros. Junto al resto de los miembros de la institución educativa. La invitación es a que los maestros puedan, aunque sea por ese día, disfrutar de la condición de niños que ordinariamente ocupan sus alumnos. La leyenda cuenta que los maestros disfrutan como infantes de su celebración. Así me lo contaron, así lo cuento. Lo creo y no lo creo.

“Algunos podríamos considerarlos cuentos de viejas, pues no son otra cosa que recuerdos muy lejanos de los albores del mundo: mitos de la luna-niña o de las montañas a medio cocer (…) Muchos de ellos, probablemente sean historias verdaderas y con la suficiente carga de verdad como para que una persona con auténtico sentido común, se vuelva más o menos consciente de que existe algo maravilloso tras la cortina del universo” (G. K. Chesterton)

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