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Hoguera de banalidades

Millones de moscas alrededor del más reiterado sentimiento humano llevado a las tablas, a las letras, al celuloide, el cable y las ondas hertzianas: la infidelidad y sus consecuencias, celos y venganza

  • JAVIER VIDAL

27/01/2023 05:01 am

Como Aristóteles dejó escrito en su Poética, “el arte imita a la naturaleza ”. Con el tiempo, no obstante, nos turbó la boutade finisecular del decadentista Oscar Wilde con su, “(...) la Vida imita al arte mucho más de lo que el Arte imita a la vida”, y desarrolla: “... la Vida no sólo gana con el arte espiritualidad, hondura de pensamiento y sentimiento, tumulto o paz para el alma, sino que puede modelarse a sí misma conforme a las líneas y colores del arte (...) En una palabra, la Vida es la mejor discípula del Arte, y la única.”

A cuento vienen las citas por la espumosa convocatoria de los géneros ínfimos, tan en boga y boca del sentimiento trágico de la vida privada.
Hamlet es la viva y vigente materialización hecha poesía de la duda y la venganza. Los celos y el despecho se suman a la catarsis en los diferentes medios: novelas, teatro, cine y series que se complementan con la danza, canciones y la poesía de baja ralea. Todos los sentimientos del ser humano por siglos de civilización han sido poetizados y reiterados tratando de elevarlos a través de la sublimación del arte, la imagen, la metáfora, la comparación y otros tantos giros literarios.

Ricardo III jamás llegó a ser un cojo jorobado, pero Shakespeare quiso ridiculizar a un anónimo funcionario de la corte de la virgen y calva reina que le hacía la vida a cuadritos al bardo de Stratford-upon-Avon y se convirtió en el “traidor de melodrama” decimonónico que encuentra en las series del streaming actual su más codiciado arquetipo.

Parafraseando a Oscar Wilde, Monsiváis da un paso más atrevido al sumergirse en el análisis de las rancheras y telenovelas mexicanas cuando escribe que “la vida social imita a la parodia”.

Recién, la parodia cobró su más alta cotización en la bolsa de las estupideces. Millones de moscas alrededor del más reiterado sentimiento humano llevado a las tablas, a las letras, al celuloide, el cable y las ondas hertzianas: la infidelidad y sus consecuencias, celos y venganza. Venganza que el dicho popular invita a servirse como plato frío, así como un vichyssoise o gazpacho andaluz.

Cuando las bajas pasiones, dejan de sublimizarse y exponen en sangre caliente la graphia, se torna pornográfica, no exclusivamente genital. “La loba herida” es una bestia aullante; no habla, grita, deja de ser pensante y cruza los linderos hormonales, deja de ser arte y artista. El mensaje se degrada y el rebote social se retroalimenta con violencia de morbosa ociosidad en un público que imita como primate inferior en el oleaje del mar picado de las redes sociales. Balando cuan ovejas. Sin razonamiento. Como imbéciles descerebrados. A cantar capitalizables idioteces de influencers que piensan más en su engolosinamiento crematístico que en la posibilidad de crear una obra de arte a partir de las humanas pasiones tan eternas como las de Helena de Troya o El burlador de Sevilla.

Entre el príncipe de repuesto y la barranquillera pop, estos primeros días del año hemos sido testigo de la más abyecta hoguera de las banalidades.

javiervidalpradas@gmail.com
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