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El estilo autoral

El lenguaje es clave en todo esto, porque podemos tener en la mano una estupenda historia, así como unos sólidos personajes, pero si no sabemos enganchar con la palabra, todo será fallido...

  • RICARDO GIL OTAIZA

26/01/2023 05:03 am

Escribir es mostrarse, abrirse ante los otros, dejarse arrastrar desde la palabra y plasmar emociones y fábulas, verdades y mentiras. Es articular aquello que llevamos dentro y que necesitamos dar a conocer, y hay en todo esto mucho de locura, porque no me van a decir que no está cerca del desvarío escribir ficción, traer a la mente lejanas abstracciones y plasmarlas como si nada, pero con destreza, y que los otros leerán y estableceremos así ese pacto de verosimilitud, que lleve a creer a pie juntillas todo aquello que decimos, e invite al lector a volar con la imaginación, a perderse en los cielos de unas historias que rompen con las leyes naturales y con la razón, es cierto, pero que se asumen como verdades reveladas dentro del contexto de la página.

No es nada fácil escribir ficción, aunque algunos piensen que sí, y escriban bagatelas que quieren hacer pasar como obras de arte. Hay que deslastrarse del filtro que separa realidad y fantasía, y articular, con el mejor lenguaje posible, hilos que las conjunten, que las hagan funcionales y creíbles, que las pongan al servicio de la imaginación y de los sueños. Quien escribe ficción se escapa de la noción de una lógica que nos lleva a descreer todo aquello que no podemos comprobar, para así plasmar historias y personajes que se materialicen en la mente de quienes se acercan a nuestras páginas, y que al imaginarlos asuman sin ambages su existencia.

Introducir a los lectores en nuestras historias es relativamente sencillo, porque quien lee le otorga de entrada al texto y al autor el derecho a la duda, su tiempo y su interés estético, su espacio imaginativo que desea enriquecer con lo que le aguarda. No obstante, lo complejo del asunto es mantener el interés del lector, evitar que huya antes del final, que se escape por la tangente y rompa con nosotros de manera precipitada ese pacto tácito del inicio. Que esto no ocurra, es tarea exclusiva del autor, y para ello tendrá que poner en juego una serie de estrategias o herramientas que hagan del texto una suerte de imán del que sea difícil desprenderse. Tendrá que dosificar de manera adecuada los artificios, echar mano de las figuras retóricas sin exagerar, tejer con variadas técnicas el lenguaje, porque es en definitiva su gran vehículo de comunicación.

El lenguaje es clave en todo esto, porque podemos tener en la mano una estupenda historia, así como unos sólidos personajes, pero si no sabemos enganchar con la palabra, todo será fallido y se habrá tirado por la borda la gran oportunidad que se nos brinda cuando el lector se sienta, abre la página y se dispone a leer, otorgándonos así el poder de disuasión. Disuadir, palabra hermosa, es medular en todo esto de la literatura, nada le supera, y es, qué duda cabe, el mecanismo a través del cual nos ganamos su confianza, lo traemos al equipo, lo convencemos, lo atrapamos en una sutil red de artilugios, imágenes, sentimientos y emociones que lo enamoran y lo llevan a cambiar su manera de pensar y hasta de sentir, y que irá más allá del punto final, porque la historia quedará dando vueltas en su cabeza por un largo tiempo, y quizás lo empuje a querer leer otros textos, ganado como está a nuestro estilo narrativo.

El estilo autoral es un eje de todo este proceso de escritura, porque tiene que ver con muchas cuestiones que son de base: la experiencia en el arte de narrar, la manera cómo nos acercamos al lector con la historia y los personajes, las figuras de las que echamos mano, el ritmo de lo narrado, las pausas que hacemos, los giros gramaticales y lingüísticos, el selló muy personal que le imprimimos a nuestras páginas. El estilo nos define, nos muestra al mundo, nos constituye como narradores, nos configura (no hallo otra palabra mejor) desde el arte de la escritura, nos caracteriza hasta el punto de desvelarnos ante al lector sin necesidad de poner nuestro nombre o nuestra imagen, y él o ella sabrán que se trata de nosotros y de nuestra impronta. El estilo autoral es lo que permite que el lector observe los hechos que contamos desde nuestra mirada y se sienta identificado con ello, que mire por nuestros propios ojos, que asuma nuestra posición y nuestra visión como suyas.

Ahora bien, no es sencillo hacerse de un estilo autoral, creo que es lo más difícil del oficio, porque las historias nos llegan por múltiples vías, y ni se digan los personales, pero… ¿cómo narrar y con sello personal?, ¡ay Dios, es complejo!, tenemos que prepararnos con lectura y más lectura, tenemos que abrir los ojos más allá de nuestra realidad y así poder atisbar en donde nacen y se cuecen los sueños. Es dejar a un lado la vieja piel como lo hacen las serpientes, es afinar nuestra mirada, es aglutinar todo lo que percibimos sin tanto tamices, es dejar entrar en nuestra interioridad el mundo que late fuera y conjuntarlo con nuestro mundo personal e íntimo, es vivir en el gozo del asombro, es ver los detalles ocultos del existir, es abrir nuestros sentidos al universo, es apartar el ego y la vanidad muy propios del creador, es saber que la vida está para ser vivida y para ser contada, es creer, de todo corazón, que la existencia se nos va con la escritura y que nuestras páginas a alguien le llegarán y lo transformarán, o lo moverán de su inercia, lo harán a nuestra imagen: un poseso de la palabra, un ser ganado a la fábula y al desvarío.

rigilo99@gmail.com
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