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Carlomagno y la Europa que se puede perder

Pero la principal amenaza que puede perder a Europa no lo son esos fanáticos del terrorismo, sino la indiferencia, comodidad y pasividad de los propios pueblos europeos...

  • ALBERTO NAVAS

26/01/2023 04:59 am

La Catedral de Notre Dame (siglos XII-XIII), funciona como la centralidad del cristianismo europeo de origen medieval, ya que Roma fue más bien un eje central de la Antigüedad cristiana; por ello el derrumbe de su Aguja central durante el sospechoso incendio del 15 de abril del año 2019, puede ser visto como un presagio, un aviso sobre las amenazas que obscurecen el futuro de esa Europa fundada por el Emperador Carlo Magno (748-814) teniendo como centro los reinos francos y germánicos, que se fueron ampliando al Este hasta las fronteras hispánicas de los Pirineos, al Oeste penetrando el mundo eslavo, al Sur hasta Italia y al Norte hasta los territorios daneses y de los Países Bajos. Por ello, cuando el Papa León III coronó a CAROLUS MAGNUS como Emperador (imperator Augustus) en Roma, la navidad del año 800, estaba decretando la primera unidad cristiana europea, principal antecedente de la actual Unión Europea.

Carlomagno había nacido en algún lugar de la actual Bélgica (cerca de Lieja) el año de 748 d.c., en el antiguo Reino Franco fundado por el merovingio Clovis (Clodoveo) cristianizado desde 481 d.c. aproximadamente. Era nieto del célebre Carlos Martel (martillo), el gran guerrero que en el año 732 había aplastado la invasión musulmana la batalla de Poitiers (Tours), salvando a Europa de un futuro islámico como lo padecía entonces España. Como Mayordomos de los palacios merovingios (maior domus) la familia de Pipino El Breve, padre de Carlomagno, asumió el gobierno del reino Franco y fundaron la nueva dinastía Carolingia, cuyo principal representante fue dicho Carlomagno, quien gobernó y construyo con las armas y la fe cristiana la mayor parte de lo que hoy es Europa, instituyendo el Sacro Imperio Romano Germánico, implantando la unidad, sobre una cultura mixta de componentes bárbaros, romanos y cristianos.

En octubre de 2022, tuve la oportunidad de viajar nuevamente a París y de llevar a Lucas, mi nieto, a conocer la estatua ecuestre de Carlomagno, ubicada al frente de la Catedral de Notre Dame, y pude explicarle la grandeza de aquel primer gran líder de Europa. La estatua lucía un tanto descuidada y solitaria, ante la indiferencia de los turistas y de los propios franceses, mientras que una ronda de soldados de élite, muy bien armados, me hizo pensar nuevamente que aquel incendio de la Catedral de 2019, no parece haber sido un simple accidente, tal vez un atentado contra un valioso símbolo cristiano, sometido a unas investigaciones que hoy, casi cuatro años después, no han arrojado conclusiones claras. Posiblemente para no dejar un trofeo a las numerosas células terroristas que duermen en Europa.

Pero la principal amenaza que puede perder a Europa no lo son esos fanáticos del terrorismo, sino la indiferencia, comodidad y pasividad de los propios pueblos europeos, quienes no ven claramente la amenaza real del mundo eslavo-ruso, la penetración económica China, la rivalidad intolerante del islam, el separatismo, el antisemitismo, el racismo contra los migrantes latinos, etc. La juventud europea no quiere el servicio militar ni la Universidad, en su mayoría, prefieren los placeres de su edad. Con ellos, la clase media de adultos, prefiere los cafés y restaurantes para conversar repetitivamente del futbol y oros deportes. El Covid, la guerra en Ucrania y la generalización de las drogas, no han despertado suficientemente a los gobiernos europeos.

También las divisiones internas dividieron la unidad de aquella Europa de Carlomagno, cuando su heredero Ludovico Pío, dividió el Imperio entre sus tres hijos: Carlos, Luis y Lotario, refrentado en el tratado de Verdún en el año 843. Iniciándose desde entonces, más de un milenio de guerras feudales y nacionales, que llegan hasta la II Guerra Mundial y a la actual guerra en Ucrania. No existiendo aún un Ejército de la Unidad Europea, pues los EE. UU., desde 1917, han venido a poner el orden. Europa perdió la noción de su centralidad cultural en el mundo occidental y de su identidad cristiana en la que teme reconocerse a sí misma.
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